Llengües maternes

SR. DIRECTOR:

Me sabe grave este arrebatamiento como la altura de un campanario que de golpe y vuelta ha mandado todo de una por el pitorro gordo haciendo fregadero y petar la claca sobre el debate de si las lenguas maternas han de ser encasilladas como vehículo de comunicación o simplemente pedestres, cuando como aquel aún lo más caliente está en la alcantarilla y a ellos se les ve el latón.

Vayamos a palmos. Se piensan que venimos del huerto y nos quieren levantar la camisa, pero nosotros no podemos hacernos el payés, como quien no ha hilado de hoy, sino que sabemos un nido y no tiraremos la toalla.

Se veía de una hora lejos que enseñando la oreja con esta milonga estamos chafando la guitarra al personal docente, que saca fuego por las muelas y se sube por las paredes, entrándoles ganas de tocar el dos, o bien largarse al campo para escampar la niebla, porque todo son ochos y nueves y cartas que no ligan y el riesgo es perder bueyes i esquilas.

Y aunque a algunos las piernas les hacen higos, preguntándose si hemos bebido aceite y que de todo doblado hay como para alquilar sillas, para otros en cambio tanto es, porque todo es papel mojado y hacen los ojos grandes y dicen que no viene de aquí, durmiendo en la paja, dado que a simple golpe de ojo es una cuestión tan solo de atar cabezas y soplar y hacer botellas.

A menos que se vaya a tres cuartos de quince, tocando valses y pisando huevos, basta con hacer un pensamiento y dar un golpe de mano para que todo no haga un pedo como una bellota y que tan de bueno algunos tocados del hongo, que no tocan ni cuartos ni horas porque se les ha ido la olla, obstinados siempre en que trece son trece, dejen de meter cucharada y de soñar tortillas, mandándoles a Can Pistraus y que no nos toquen más lo que no suena, dado que me lo paso de aquello muy mal sudando la cansalada cuando veo la padrina.

De modo que una vez el pescado en el cuévano, espero que tal día hará un año y buen viento y barca nueva.