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Un regreso esperado en 'Pobre diabla'

Después de su romántica y lujosa luna de miel, Marcela y Ariel vuelven a Caracas para que la joven conozca a la familia de su esposo.

Marcela se prepara para conocer a los Guzmán Mejía.

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Marcela y Ariel disfrutan del más maravilloso viaje de luna miel que jamás pudieran imaginar. Desde las playas de Miami vuelan hasta Nueva York y a Estados Unidos. Después, se trasladan a Europa para conocer París, Roma, Venecia…

Marcela no puede creer que lo que está viviendo sea real. Para ella esto es un sueño, el más maravilloso de todos. La joven no está acostumbrada a este estilo de vida y se ve a sí misma como la protagonista de un cuento de hadas.

Fin del cuento

Terminado el viaje de novios, la pareja regresa a Caracas. Ariel manda un telegrama a su familia para informarles de que ya se encuentra en la ciudad y que se casó en secreto con una mujer. "Esta misma noche iré a la mansión a presentarles a mi flamante esposa", reza el telegrama, aunque no les dice de quién se trata. 

Mientras tanto, Alma se somete a una intervención quirúrgica de corazón que podría salvarle la vida. Ariel Jr. agradece a Dios que la intervención haya salido bien, pero se inquieta al pensar cómo pagará los gastos médicos.

Muerte anunciada

Una vez instalados en su nueva, grande y elegante mansión caraqueña, Ariel y Marcela salen hacia la casa de los Mejía Guzmán, donde la familia les espera con gran impaciencia. Hasta Flavio, el hermano díscolo de Ariel, ha decidido asistir a la cena.

Sin embargo, el destino les juega una mala pasada cuando, tras subir al coche y poner rumbo a la casa de los Mejía Guzmán, Ariel sufre una crisis cardíaca y muere, de forma repentina, en el vehículo.

Un inmenso dolor...

 Marcela, que no puede creer lo que acaba de pasar, deja el cadáver de Ariel acargo del chófer y ella, rápidamente, llega hasta casa de los Mejía Guzmán para darles la triste noticia. 

Después, guía a la familia hasta el lugar en el que descansa el cuerpo sin vida de su esposo. La noticia del fallecimiento del empresario corre como la pólvora entre sus amigos y conocidos.

Emilce llora profundamente la pérdida del que fuese su pareja durante tantos años. La familia de Ariel traslada el cuerpo del hombre hasta la mansión familiar, dónde deciden velarle en la más estricta intimidad.

Los Mejía Guzmán tachan a Marcela de ser una oportunista cuando esta les cuenta que ella es la viuda de Ariel y la echan de la mansión. "No te quiero cerca de nosotros", le dice doña Roberta.

Desolada, Marcela comienza a vagar por las calles de Caracas, recordando con pena y dolor a su difunto esposo. María Elena, una joven bella y jovial, ve a Marcela caminando sola y se ofrece a llevarla a su casa en su coche. Marcela le cuenta a María Elena el duro trance por el que acaba de pasar y esta última la reconforta con un sentido abrazo.

Un plan ambicioso

Ariel Jr. se entera de la muerte de su padre. Guiado por el rencor que carcome su alma, piensa que ha llegado el momento de reclamar lo que por derecho le corresponde y se promete a sí mismo no descansar hasta que consiga hacerse con toda la fortuna que, durante años, le ha sido negada.

"Ahora que mi padre ha muerto, es momento de que me presente frente a los Mejía Guzmán como su legítimo y único hijo", le dice el joven a su madre. Alma, que nunca ha perdonado a los Mejía Guzmán sus humillaciones y vejaciones, apoya el plan de su vástago.

Ariel Jr. quiere luchar por la herencia de su padre.

Vuelta al hogar...

Doña Roberta le cuenta a Emilce que Ariel se casó poco antes de morir: "Es la joven que estaba aquí, en mi casa, cuando tú llegaste". Ambas se unen con la firme intención de destruir a Marcela y evitar que esta toque un solo centavo de la fortuna del occiso.

Por su parte, Marcela regresa a casa de sus padres con ayuda de María Elena y les pone al tanto de todo lo sucedido.

Cambio de ciudad

Al día siguiente, Ariel Jr. y su madre recogen las pocas pertenencias que tienen, abandonan su hogar y ponen rumbo a Caracas. Mientras tanto, Obarrio informa a la familia Mejía Guzmán de que el difunto dividió su herencia entre dos personas: su mujer Marcela y su único hijo Ariel Jr.

Un testamento cruel

Los Mejía Guzmán montan en cólera y doña Roberta pide impugnar el testamento. Sin embargo, Obarrio le deja claro que no hay nada que hacer: "Ariel firmó este documento en plenas facultades, así que es válido. 

La única opción de que no llegue a ejecutarse, es que alguno de los dos herederos no reclame su parte de la fortuna". Emilce y el resto rezan porque ni Ariel Jr. , ni Marcela, vuelvan a aparecer jamás.

Horas más tarde, toda la familia pone rumbo al cementerio para dar el último adiós a Ariel. Cuando los Mejía Guzmán abandonan el camposanto, Marcela aparece acompañada de sus padres. La viuda quiere despedirse de su marido en la más estricta intimidad.

También pasea por el lugar Ariel Jr. , que ha querido visitar la tumba de su padre. Por casualidades del destino, Ariel Jr. se topa con Marcela, desconociendo que se trata de la viuda de su padre, y queda prendado de su belleza. Ella se marcha del lugar sin desvelar su verdadera identidad.

Buen consejo

A la mañana siguiente, Marcela toma la decisión de no volver a la casa de los Mejía Guzmán nunca más.

Ni los consejos de su madre para que se haga valer, ni las palabras de su padre para que se presente ante el millonario clan de nuevo como la viuda de Ariel hacen cambiar de opinión a la joven.

Sin embargo, el gran amigo del difunto, el doctor Riera, logra dar con el paradero de Marcela y la convence para que haga prevalecer su posición como la viuda del fallecido por encima de todo y de todos: "Eres la heredera del 50% de los bienes de su esposo. Fue su volunad".

Un encuentro casual

Por su parte, Ariel Jr. no puede dejar de pensar en Marcela, la mujer que conoció en el cementerio. El joven se encuentra inquieto después de los últimos acontecimientos y decide tomarse algo en un bar para despejarse. Allí se encuentra con María Elena.

Ambos se presentan y deciden compartir una rica y agradable cena juntos. María Elena no sospecha, ni por asomo, que tiene ante ella al hijastro de Marcela, a la que ahora considera su amiga. María Elena le entrega a Ariel su número de teléfono y le hace prometer que volverán a verse.

Mientras, doña Roberta conspira con parte de su familia para evitar que la fortuna de Ariel caiga en manos de su viuda y de su hijo.

Una mujer valiente

Al día siguiente, y siguiendo los consejos del doctor Riera, Marcela toma la decisión de presentarse en la mansión de los Mejía Guzmán. Es el día de la lectura del testamento. La joven asegura ante doña Roberta y el resto que se hará cargo de los bienes y el dinero que ha depositado en sus manos su difunto marido.

Amenaza en firme

La casa familiar también queda en manos de la joven, por lo que Roberta y el resto deben abandonar el inmueble. Antes de partir de la que es su casa, doña

Roberta amenaza a Marcela: "Usted ha ganado esta batalla, pero no la guerra. Eso se lo aseguro". Marcela trata de tender puentes con su suegra y le propone vivir todos juntos en la basta propiedad, pero la matriarca del clan se niega.

Nuevo pretendiente

El único que se queda en la vivienda es Flavio, quien, impresionado por la belleza de su cuñada, quiere conocerla un poco más. Incluso, se postula como intermediario entre esta, su madre y sus hermanas. "Sé que mi familia terminará dándose cuenta de que no eres una arribista, pero debes darles algo de tiempo", dice el hombre.

Maruca, el ama de llaves de la mansión, se pone a disposición de Marcela, que se ha convertido ahora en su patrona: "En mí puedes confiar, criatura".

Mientras tanto, Ariel Jr. descubre que su padre se casó tres meses antes de morir y que deberá compartir la fortuna que le pertenece con su madrastra.

"No sé quién es esa mujer y ya la odio. Igual que odio a todos los Mejía Guzmán. Ella también será víctima de mi venganza", le dice el chico a su madre.

Una gran impresión

Cuando los Mejía Guzmán abandonan la casa, Marcela se queda sola con Maruca. En ese instante, Ariel Jr. irrumpe en la propiedad hecho un basilisco, gritando que él es el hijo de Ariel Mejía Guzmán y que ha regresado para adueñarse de aquello que le corresponde.

El joven se sorprende al encontrar solo en la casa a Maruca y a la misma joven que conoció en el cementerio. "Así que tú formas parte de la familia Mejía Guzmán, ¿no?", pregunta Ariel Jr. Marcela no solo no responde, sino que termina desmayándose a causa de la impresión que le ha supuesto descubrir que su marido tenía un hijo.

Un miedo feroz

Maruca logra hacer que Marcela reaccione y, mientras Ariel Jr. se pasea por toda la casa, el ama de llaves le cuenta a la joven toda la historia:

 "Ese muchacho es fruto de un romance de Ariel con una empleada cuando tan solo tenía 17 años. Odia a los Mejía Guzmán desde niño y quiere verlos destruidos".

Ariel Jr. interrumpe la conversación y le pregunta a Marcela quién es ella. Esta última, temiendo que Ariel Jr. la ataque al saber que es la viuda de su padre, decide mentirle sobre su identidad: "Mi nombre es Rocío y soy una amiga de tu madrastra. Me trajo para que la acompañase. Ella ya se marchó y no sé si volverá por aquí", sentencia la chica, asumiendo la identidad de una vieja amiga suya.

Un plan perfecto

Creyendo en las mentiras de Marcela, Ariel Jr. le pide perdón por haber entrado como un loco en la casa: "Tengo demasiada rabia dentro y descargué toda mi ira sobre ti, que no tienes nada que ver con los Mejía Guzmán y con mi madrastra".

Maruca llama a doña Roberta y le informa de que su nieto llegó a la casa: 

"Ese chico está dispuesto a reclamar todo lo que le pertenece". Es entonces cuando doña Roberta cita a Emilce en su apartamento y le pide ayuda para deshacerse de Ariel Jr.: "Tú eres la única que puede ejecutar el plan que tengo ideado".

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