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Ariel, arrepentido en 'Pobre Diabla'

El hijo de Alma cree que ha cometido un terrible error al haberse casado con Marcela, sin avisar a nadie y de forma tan precipitada.

Ariel teme que su boda con Marcela le traiga problemas.

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Marcela, por fin, sucumbe a las presiones de su amiga Chepa, el abogado de la familia Obarrio y Flavio, para que regrese nuevamente a Caracas, donde todos los miembros de su familia la esperan muy nerviosos por los rumores que se están propagando por todo Caracas sobre su supuesta fuga con Ariel.

Así pues, los cuatro salen de viaje hacia la capital venezolana, mientras que Ariel decide quedarse en San Sebastián, después de mantener una conversación con Emilce, quien, para separarle de Marcela, le aconseja que lo más adecuado es que permanezca allí hasta que la joven Morelli ya lleve varios días en casa: «No deben veros juntos».

De nuevo en Caracas

Ya en Caracas, Marcela se hunde en una profunda depresión. La joven está triste y desolada. Este matrimonio secreto tan apresurado no la está haciendo feliz y sospecha que tal vez haya cometido un error fatal al desposarse con Ariel.

Después de casarse, se establece de nuevo en la mansión de los Mejía Guzmán, en compañía de sus padres.

Cambio de opinión

Siguiendo las órdenes de Ariel, Marcela miente a sus padres y les asegura que ella no estuvo en San Sebastián con Ariel: «Yo me fui con Chepa. Ignoro lo que hizo él».

Por su parte, Ariel, lejos de Caracas, se cuestiona también de qué le ha servido un matrimonio tan precipitado. Debía de haber pensado mejor las cosas antes de tomar una decisión tan drástica.

Nuevos temores

Para colmo de males, Marcela sigue sospechando que está esperando un hijo de Ariel. La joven tiene todos los síntomas: su período se ha retrasado, tiene náuseas, etc. Marcela le ruega a Dios que sus temores sean infundados, pues sabe que tener un bebé ahora sería una catástrofe.

Obarrio, Chepa, Flavio y Emilce acuerdan callar lo que saben sobre el matrimonio de Ariel y Marcela, por el momento.

Beneficio propio

Emilce se reúne con doña Roberta en un nuevo intento de hacerle entrar en razón.

La empresaria le dice a la matriarca del clan que Ariel está en San Sebastián con María Elena, no con Marcela. «Todos esos rumores no son más que chismes, así que no tiene nada de lo que preocuparse», dice la mujer. Lo que Emilce quiere es evitar que doña Roberta le arrebate la herencia a Ariel y, cuando este tenga la fortuna asegurada, hacer que caiga en sus redes.

Nuevo pretendiente

El de Emilce es un plan parecido al que tiene Flavio con Marcela, pues no cesa en sus intentos de conquista. El hombre parece haberse enamorado de su cuñada y de los millones que ella ahora posee.

Flavio aprovecha cada segundo para acercarse a Marcela y recordarle que él guardará su secreto siempre que se vea recompensado. «No sé cuánto tiempo podré callar lo que sé sobre tu relación con Ariel», amenaza Flavio.

Marcela le pide a Flavio que la deje en paz, pues ella no tiene cabeza para pensar en iniciar un romance con él, justo ahora que acaba de casarse con Ariel. Además, Marcela solo piensa en dos cosas. Por un lado, le atormenta el hecho de poder estar esperando un bebé de su ahora marido y, por otra parte, no deja de pensar en que Ariel sigue en San Sebastián, en compañía de María Elena, orquestando la coartada perfecta. Los celos invaden a la joven.

Escándalo público

Laura teme el escándalo que se armará cuando todo el mundo descubra su infidelidad. La mujer piensa que Diego la hará quedar como una prostituta delante de la sociedad. No obstante, Laura prefi ere padecer un escarnio público que seguir viviendo al lado de Diego, a quien nunca amó y jamás amará.

Una pequeña alegría

Al día siguiente, Marcela despierta con la mejor de las noticias. La joven descubre que Ariel ha regresado a Caracas. Dicha información provoca un vuelco en su corazón. «Voy a verlo de nuevo», se dice a sí misma.

A toda prisa, Marcela se pone sus mejores galas, se maquilla, se peina y se dirige a la editorial, pues sabe que allí se encuentra su amado. Su único objetivo es estrechar entre sus brazos a su amado marido.

Un cambio de actitud

La dicha de la joven se desvanece en cuanto cruza la puerta de la compañía. Tras entrar en el despacho de Ariel, se da cuenta de que este ha cambiado. Su buen humor y sus muestras de cariño para con ella han desaparecido por completo. Ahora él le pide, más bien le exige, que traten de esconder sus sentimientos delante de la gente.

Sacrificio de amor

De malas formas, Ariel le dice a Marcela que nadie más puede saber que se han casado en secreto, que deben controlar su efusividad, porque, de lo contrario, comenzarán nuevamente las habladurías y perderán la fortuna que les corresponde. «Emilce me dijo que si doña Roberta descubre que estamos juntos, puede hacer que invaliden el testamento de mi padre», le cuenta Ariel a Marcela. Esta última se siente humillada y más aún cuando Ariel le dice que cree que su matrimonio fue un error.

Un sicario horrible

Bárbara se desespera ante la ineptitud de Garabano para llevar a cabo su plan (y ahora el de Diego) de acabar con Marcela y con Ariel. La mujer comprende que el sicario jamás será capaz de cumplir con la orden y sopesa despedirlo. No obstante, el mercenario le asegura que Ariel y Marcela morirán en sus manos.

El asesino a sueldo se ha propuesto, seriamente, acabar con la pareja y, para conocer los movimientos de sus futuras víctimas, no duda en entablar amistad con una de las criadas de la mansión, con el objetivo de que esta le informe de todo lo que pase dentro de la mansión de los Mejía Guzmán.

Una mala relación

La relación de Ariel y Marcela no parece ir a mejor. No dejan de discutir durante los pocos momentos que están a solas. Marcela no acepta la situación, no puede contarle a nadie que se ha casado con Ariel porque deben mantenerlo en secreto y esto le desespera sin poder compartir la causa de sus sufrimientos.

A la par, Alma ha comenzado a sospechar que entre su hijo y Marcela existe algo más profundo que una simple amistad y decide investigar qué está sucediendo entre ellos.

Las ideas claras

Lejos de allí, después de haber sido testigo de la infidelidad de su mujer con Obarrio, y a diferencia de lo que Laura esperaba, Diego se niega a divorciarse de ella. No obstante, no está dispuesto a consentir que su mujer siga adelante con esta relación adúltera. «Yo no voy a ser un papanatas», dice el hombre.

Una mujer infeliz

Queriendo huir de este matrimonio sin amor, Laura le ruega a Diego que cambie de opinión y acceda a separarse, más él vuelve a negarse. Para Diego, Laura es su esposa, es la madre de sus hijos y le debe respeto, tanto a él, como a los niños. Nada, ni nadie, le hará cambiar de parecer.

Tras esta discusión, Diego visita a Obarrio a quien le echa en cara su traición y su mal comportamiento con él y con su esposa. De las palabras llegan a los golpes y ambos se enzarzan en una dura pelea.

Dolor de madre

Por otra parte, Flavio sigue siendo un dolor de cabeza para doña Roberta. El hombre le dice a su madre que ama a Marcela y que desea casarse con ella:

«Quiero que se convierta en mi esposa», sentencia él. Doña Roberta no puede

creer tales disparates. Le parece mentira lo que está oyendo, su hijo no puede tener la cabeza llena de pájaros. Pero eso no es todo para la matriarca de los Mejía Guzmán. La crisis por la que está pasando el matrimonio de su hija Laura la sume en una gran preocupación y se promete a sí misma que hará lo que esté en su mano para evitar que ese matrimonio se deshaga.

Intento de conquista

Pasados unos días, Luis Eloy intenta nuevamente acercarse a Marcela y no cesa en su intención de demostrarle cuanto la ama, día a día. Ariel se ha dado cuenta ya de las casi constantes atenciones que los hombres que revolotean alrededor de su esposa le dispensan a esta. Primero Flavio y ahora Luis Eloy no paran de acosarla. Ariel está molesto, pero no puede decir públicamente que la joven es su mujer y que nadie, salvo él, puede pretender estar con ella.

Una pequeña sospecha

Eso sí, los problemas de Ariel no se quedan ahí. El joven sospecha que alguien está siguiendo sus pasos y los de Marcela. Y le cuenta a la policía sus sospechas: los atentados en los que ambos se han visto envueltos últimamente no los considera una casualidad. Está convencido de que alguien anda tras ellos, pero todavía no sabe quién es.

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