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Héroe inesperado en 'Pobre Diabla'

Flavio salva la vida de Ariel y de Marcela cuando estos son víctimas de un nuevo atentado por parte del malvado Garabano.

'Pobre Diabla'

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Ariel intenta hacerle ver a Marcela que el bebé que está esperando solo les traerá problemas. Lo que ocurre es que ella no parece ser consciente de la realidad por difícil que resulte: nadie debe saber que hay algo entre ellos. «Nuestra relación está condenada a ser secreta. Sabes que hay mucho en juego. Estas eran las reglas desde el comienzo», dice Ariel. Estas palabras llena a Marcela de pena, cuyo gran sueño siempre fue formar una familia al lado del hombre que ama.

Corazón roto

A Marcela no le cabe en la cabeza, que para Ariel su hijo sea motivo de tristeza y trata de explicarle que ese niño que viene en camino es le fruto del amor que ambos se tienen, y es lo más bello que jamás les pudiera ocurrir, sobre todo ahora que su matrimonio parece tan debilitado. Es entonces, cuando Ariel, al

ver las lágrimas de su amada, intenta consolarla con palabras cariñosas, aunque en ningún momento le dice que esté dispuesto a aceptar al bebé que viene en camino. «Siento mucho si he sido demasiado duro contigo. No quería herir tus sentimientos, te lo prometo. Eres muy importante para mí, aunque, a veces, no lo demuestre como debería», le dice Ariel a Marcela.

Un plan mortal

Mientras la pareja se encuentra abrazada en el invernadero, Garabano, se

pasea por los alrededores del acristalado jardín, acariciando la idea de llevar a

cabo el sucio asesinato que tienen en mente. Esta vez no fallará, está seguro de que acabará, por fi n, con la pareja que tantos quebraderos de cabeza le ha ocasionado. «Es hora de llevar a cabo mi plan. Nunca he fallado en mis otros encargos y no voy a empezar ahora. La muerte de estos dos me llenará de dinero», dice con una sonrisa perversa en los labios.

Un mar de llamas

Entonces, el asesino a sueldo esparce un poco de gasolina alrededor del invernadero y, procurando no hacer ruidos que delaten su presencia, enciende una cerilla que deposita sobre la gasolina derramada, no sin antes comprobar que es imposible abrir la puerta del invernadero desde dentro y que la pareja no saldrá con vida en esta ocasión.

Antes de que las llamas empiecen a crecer, el criminal se aleja orgulloso: por fin, acabará con Marcela y con Ariel. Garabano sale de la propiedad, no sin antes echar un último vistazo a su imponente obra: «Tengo una inteligencia desbordante». Más pronto que tarde, el fuego comienza a propagarse por las paredes del invernadero, cercando a sus habitantes.

A la desesperada

El fuego ha empezado a cobrar vida. Ariel y Marcela, enfrascados es su conversación sobre el futuro bebé, han comenzado a notar que el humo les impide respirar con facilidad y a sentirse ahogados. Lo que ambos ignoran

todavía es que están cercados por unas inmensas llamas y cuando reparan en eso ya es demasiado tarde. El fuego está consumiendo las plantas y las flores del invernadero. Ellos corren hacia la puerta, pero es imposible abrirla. Por más que intentan forzar la salida, no pueden abandonar ese infierno en llamas.

Marcela se desespera. No solo teme por su vida, sino, también, por la del niño que crece en su interior.

Bendita aparición

Viendo como su vida peligra, Ariel, se da cuenta de que no les queda otra salida que la de gritar auxilio con todas sus fuerzas. Casualmente, Flavio pasa acerca del invernadero y escucha los gritos desesperados de la pareja.

Atraído por los lamentos, acude hasta allí y ve lo que está ocurriendo. Sin pararse a pensar, les abre la puerta para facilitarle su salida. Tanto Marcela, como Ariel, le agradecen al hombre que haya puesto su vida en riesgo por ayudarle. Después, logran apagar el fuego, que ya se extendía hacia la casa principal con fuerza.

Inquietud de hijo

Ariel intenta evitar que su madre descubra que ha sido víctima de un intento de asesinato junto con Marcela. No quiere que Alma se preocupe demasiado, pero la noticia del ocurrido no tarda en llegar a los oídos de la enferma mujer.

Poco después Alma comienza notar unas molestas punzadas por la zona del pecho. La buena mujer piensa que ya no podrá soportar más disgustos sin que su corazón se resienta definitivamente. Han sido demasiados dramas para ella y está ya demasiado cansada. Su vida depende de un hilo. «Dios, dame fuerzas, te lo pido», se lamenta Alma.

Ataque de celos

Mientras tanto, Emilce está furiosa después de saber que Marcela está esperando un hijo de Ariel. Celosa, toma la decisión de llevar la cinta en la que ha grabado la conversación entre la pareja a doña Roberta. Es la prueba definitiva de que la relación entre los dos jóvenes sigue adelante.

Emilce lo tiene claro: si Ariel y su fortuna no son de ella, no lo serán de nadie.

Cuando está a punto de culminar su venganza, Emilce lo piensa mejor y decide esperar el momento oportuno. «Todavía no es hora de mostrar esta grabación», se dice a sí misma.

Una última petición

Pasados unos días, Marcela sigue intentando convencer a su marido de que lo mejor es contarle a todo el mundo sobre su matrimonio secreto. Ariel acepta, pero le pone una condición: antes de revelar la verdad, deben esperar a que el estado de salud de Alma mejore. «Necesito a mi madre fuerte para todo lo que se viene. En cuanto doña Roberta sepa que nos hemos casado, tratará de arrebatarnos la herencia de mi padre. Mi madre no está bien para soportar una nueva lucha de poder», le dice Ariel a su amada esposa.

Pura maldad

Sin embargo, Emilce parece no ser tan compasiva como el joven Mejía Guzmán. La perversa mujer se presenta en el hospital donde se encuentra alma y anunciándole que tiene que darle una noticia. La obliga a escuchar la grabación de la conversación entre Ariel y Marcela. Es así como alma descubre que su hijo sigue enredado Con la que fuese esposa de su padre.

El corazón de alma no resiste tal disgusto y sufre un nuevo amago de infarto. El estado de la salud de la mujer empeora y Ariel, que no ha visto a Emilce, salir de la habitación del hospital, no sabe por qué su madre se encuentra tan mal.

Un pequeño altibajo

Por otro lado, el noviazgo de Luis Eloy y María Elena, que iba tan bien, está pasando por unos momentos muy difíciles ahora. La pareja no deja de discutir ni un solo momento y no paran de tirarse los trastos a la cabeza. Si su amor parece no encontrar la paz, las circunstancias no les ayudan nada, porque la madre de Luis Eloy es totalmente contraria a esta relación. No le gusta María Elena.

Disputa familiar

Es entonces cuando la mujer intenta convencer a su hijo para que rompa con la muchacha de una vez. «Esa tipa estuvo enredada con Ariel Mejía Guzmán. Todo Caracas ha visto las fotos de ambos en San Sebastián. Es una desvergonzada»,

dice la mujer. Luis Eloy defiende a su pareja ante los ataques de su madre. María Elena, que escucha la conversación, le agradece a su novio que haya dado la cara por ella: «Te quiero».

Confesión

Al mismo tiempo, Por otra parte, Marcela encuentra consuelo en los consejos de Flavio, el único miembro de los Mejía Guzmán, que le ha demostrado cariño y afecto, Marcela termina confesándole a Flavio, que está esperando un hijo de Ariel y que, en un primer momento, pensó hasta en abortar: «Mi cabeza estaba hecha un lío».

Bonitas palabras

Sin embargo, ha aprendido a querer a ese hijo antes de que nazca de sus entrañas. Flavio le reafirma a Marcela su amor y le dice que si Ariel termina por no hacerse cargo de ese bebé, él la apoyará en lo que necesite: «Eres una buena persona y no te mereces por lo que has pasado». Marcela le agradece sus palabras.

Ataque de nervios

Bárbara está al borde de un ataque de nervios. A punto de perder la esperanza de que sus planes se cumplan, discute con Garabano. La mujer le echa en cara su ineptitud para llevar a cabo el asesinato y le da un ultimátum. Bárbara le dice que si en la siguiente ocasión vuelve a fallar, no le pagará, ni le dará más facilidades, al contrario, dará por fi nalizado el contrato que tienen. El asesino sueldo no le contesta, se limita a golpearla y huye dejándola sin sentido. «Mataré a esos dos y recibiré mi dinero, aunque sea lo último que haga», se dice a sí mismo con furia.

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