SEGRE

Pocos jóvenes y parados aceptan trabajar en la campaña de la fruta

Un empresario de Seròs recurre a conocidos para suplir a los temporeros que el coronavirus ha retenido en los países de origen

Jóvenes provenientes de la Vall de Boí y les Garrigues que se han quedado sin trabajo por el coronavirus, trabajan recogiendo cerezas en una explotación de Seròs.

Jóvenes provenientes de la Vall de Boí y les Garrigues que se han quedado sin trabajo por el coronavirus, trabajan recogiendo cerezas en una explotación de Seròs.ACN

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Una de las principales preocupaciones de los agricultores en esta campaña de la fruta, marcada por la emergencia sanitaria, es la disponibilidad de mano de obra necesaria. Muchos trabajadores de origen extranjero se marcharon a sus países a principios de año para visitar a la familia y, con las restricciones de movilidad causadas por el coronavirus, no han podido volver para reincorporarse al trabajo. El sector agrario hizo un llamamiento para que jóvenes y parados suplieran estas vacantes pero han sido pocos los que han aceptado finalmente desplazarse a las comarcas de Lleida para trabajar en el campo. Oriol Teixidó es el encargado de una explotación de cerezas en Seròs y ha recurrido a amigos y conocidos para cubrir los puestos de trabajo disponibles.

Hasta la explotación de Oriol Teixidó se ha desplazado un grupo de amigos de la Vall de Boí y otro de Les Garrigues. Todos ellos trabajaban en empresas relacionadas con el turismo o la restauración y con la crisis por la covid-19 se han quedado sin trabajo. La mayoría de ellos no habían trabajado nunca cogiendo fruta y reconocen que "no es un trabajo fácil", sobre todo cuando el termómetro sube. "Trabajar con mascarillas es lo más complicado", coinciden, y los guantes dificultan un poco el trabajo, pero son medidas de seguridad e higiene que se tienen que seguir, recuerda Teixidó.

Iván Quintana tiene 33 años y vive en Boí (Alta Ribagorça). Hace quince días que está trabajando cogiendo cerezas en Seròs. Trabajaba en una empresa de deportes en Andorra y con el estado de emergencia se ha quedado sin trabajo ya que dependen del turismo. Él conocía a Oriol Teixidó, contactó para bajar a trabajar y ha venido con tres amigos más. Uno de ellos es David Turmo, de 30 años, que trabaja en el sector turístico. Lo valora como una experiencia. "Es duro trabajar en el campo pero como he venido a trabajar con amigos la experiencia está siendo muy buena", reconoce. Es la primera vez que David trabaja cogiendo fruta y una de las cosas que más lo ha sorprendido es que los temporeros habituales van "mucho más rápido" que él.

Oriol Teixidó confirma que al principio les costó un poco y veían que los trabajadores que están acostumbrados, la mayoría de ellos de origen extranjero, "les pasaban la mano por la cara". "Pero entre todos se han ido ayudando y ahora ya son unos expertos", explica. Para Oriol, ahora es la época fuerte y gracias a estos trabajadores recién llegados ha podido hacer frente a la cosecha de la cereza, ya que es una fruta que requiere de un proceso muy delicado. "A mí me ha ido bien que vinieran para uno o dos meses y a ellos también ya que cuando acaben en principio podrán volver a sus trabajos habituales", añade.

Arnau Perelló es otro de los nuevos trabajadores de Oriol. Es de la Granadella (Chaparrales) y alguna vez había ayudado a coger fruta en el terreno familiar. En su caso trabaja como repartidor de pizzas y lo combina con el trabajo en el campo. Vive con su hermana en Lleida, que es maestra pero con el coronavirus se quedó sin trabajo y ahora también está cogiendo fruta en la explotación de Seròs. Tiene previsto, cuando acabe la temporada de cosecha, trabajar en el bar que tienen a sus padres, si finalmente puede abrir. Todos ellos tienen la suerte de vivir con amigos o familiares en Lleida y celebran poder estar trabajando. "Para quedarnos en casa, decidimos venir y ganarnos un sueldo", explican.

Preocupación por la mano de obra a partir de junio

En explotaciones como la de Oriol, para los trabajos de aclarada y la recolección de frutas tempranas como la cereza o el albaricoque han podido solucionar la falta de trabajadores pero otros están atentos para cuando llegue el pico de la campaña, a partir del mes de junio, con el inicio de la cosecha de melocotones y nectarinas, cuando se incrementan las necesidades de mano de obra.

Muchos de los trabajadores con los que cuentan los agricultores campaña tras campaña, algunos de los cuales son encargados de fincas, no han podido volver a los municipios leridanos donde residen. Es el caso de muchos trabajadores agrarios originarios de la Europa del Este o países africanos.

La esperanza, tanto para los empresarios agrarios como para los propios trabajadores, es que puedan retornar pronto para trabajar a la campaña de la fruta, a pesar de antes tengan que cumplir la cuarentena de 14 días establecida por el gobierno español. En este sentido, Afrucat trabaja para traer a un primer grupo de trabajadores desde Rumania y también está haciendo gestiones para obtener la autorización para poder transportar a más en avión.

Pocos parados y jóvenes dispuestos a trabajar en el campo

Una de las medidas adoptadas por el gobierno del Estado ante la crisis del coronavirus ha sido permitir al sector agrario contratar parados de municipios próximos y que estas personas puedan seguir cobrando la prestación de desempleo o subsidios agrarios, además del salario para trabajar en el campo o centrales. A pesar de esta posibilidad, Josep Maria Companys, agricultor de Torres de Segre y representante de Unió de Pagesos, asegura que "el problema es que la gente que está en el paro no está lo suficiente dispuesta a venir a trabajar en el campo" y recuerda que años atrás desde el sector ya se había intentado y tampoco salieron adelante. "Siempre hay alguno pero son pocos y eso es un problema grave", lamenta.

Si bien es cierto que Unió de Pagesos recibió inicialmente una respuesta positiva al llamamiento efectuado por el sindicato en otros lugares de Cataluña, con más de 1.500 jóvenes y parados inscritos en sólo cuatro días, muchos han acabado retrocediendo. Algunas de las razones son la falta de interés o la dificultad para encontrar un alojamiento. Companys también explica que uno de los factores es el salario. Los trabajadores del campo perciben unos 7,40 euros/hora, una cantidad que "no es para tirar cohetes", reconoce Companys, pero recuerda que "hay mucha gente que sirve terrazas o trabaja en fábricas porr unos 800 euros mensuales mientras en el campo se van a nóminas que superan los 1.000 euros".

Por otra parte, también pone de relieve que cuando se habla del trabajo al campo se dice que es "muy pesado". "Lo cierto es que lo es pero como también lo son el resto de trabajos", defiende. No discute que el hecho de que esté al aire libre hace que se llegue a trabajar a temperaturas de 40 grados, en verano, y algunas veces con el termómetro bajo cero, durante el invierno, sin embargo "la verdad es que no se ve una reciprocidad con que la gente quiera venir y desplazarse a trabajar en el territorio", destaca a Josep Maria Companys. En este sentido, reconoce que "quizás es un problema que no se ha sabido enfocar como país y como sector".

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