Animación contra las armas
Tres alumnos del INS Joan Solà de Torrefarrera ganan un concurso de guiones contra el comercio de armas || El premio consistió en el rodaje de uno corto y su proyección en el Festival Animac
Las armas no protegen es el título de un cortometraje de animación que se estrenó el pasado 28 de febrero en el marco de la programación del Festival Animac. Sus guionistas y realizadoras no tienen complejos apellidos japoneses ni rutilantes producciones detrás sino que estudian cuarto curso de ESO al Instituto Joan Solà de Torrefarrera. Son Laia Casero, Paula Llaveria y Laia Mangues, y tienen 15 años.
Ellas fueron las ganadoras del concurso Animamos el Desarme, que la Coordinadora de ONGD y aMS de Lérida convocaron con motivo del Día Escolar de la No-Violencia y la Paz. Las jóvenes explican a Cercle que “en una clase de tutoría nos propusieron participar en este concurso, mostrándonos unos vídeos de animación que despertaron nuestra curiosidad y las ganas de presentarnos.”
Así es como decidieron introducirse en un mundo, el del guión, que les era desconocido aunque, como explican al unísono, no nos resultó especialmente difícil, ya que las tres habíamos hecho teatro anteriormente y estábamos familiarizadas con los textos dramáticos”. “La historia surgió con cierta facilidad, aunque no esperábamos llevarnos el premio. Fue una gran sorpresa”, aseguran.
El rodaje, que tuvo lugar en el mismo centro donde estudian, fue, según ellas, “la parte que encontramos más interesante, ya que tuvimos la oportunidad de dirigirlo y lo grabamos con el asesoramiento de todo un profesional, el cineasta valenciano Emilio Martí, que con su maestría y consejos nos ayudaron a concluir un proyecto del que estamos muy orgullosas”.
A la pregunta de si esta experiencia les ha despertado el “gusano” del mundo del cine de animación, su respuesta es rotunda: “Aunque nuestro inicio en esta disciplina nos ha abierto un mundo interesante y muy creativo, en un futuro, las tres nos vemos más enfocadas en una carrera de ciencias, concretamente en la de medicina, pero no por eso descartamos la animación como una actividad en el tiempo libre”, afirman.
Finalmente, no quieren acabar esta entrevista sin resaltar que “en este proyecto hemos contado con la imprescindible ayuda y colaboración de algunos compañeros de clase que se ofrecieron a participar como actores en la grabación de nuestra historia”.
Un plató en el Instituto Joan Solà de Torrefarrera
El proceso de producción de un corto de animación es más complejo de lo que parece. Primero, las alumnas tuvieron que dibujar un storyboard de su guión para poder rodar después las diferentes escenas con el móvil y, finalmente, emprender la parte más laboriosa, la de dibujar encima de cada imagen, fotograma en fotograma.
En el cine, habitualmente, cada segundo de metraje contiene veinticuatro fotogramas, por lo cual, para veinte segundos de cortometraje, con la técnica utilizada, la rotoscopia, se necesitan más de cuatrocientos dibujos. Para hacerlo de forma rápida, el cineasta Emilio Martí proyectó cada fotograma en una pizarra blanca y las alumnas “calcaron” la imagen que posteriormente fotografiaron. Al final, con estos centenares de instantáneas se llevó a cabo un montaje, de manera tal que, al reproducirse, da la impresión de movimiento.
“Utilizar la técnica de la rotoscòpia para plasmar la idea de nuestro guion y hacer realidad la historia significó un gran reto para nosotros”, concluyen a las adolescentes.