El anís más infernal de todos
Lleida puede presumir de haber tenido una bebida de fama mundial que se publicitó incluso en la Torre Eiffel || El empresario Miguel Serra inventó la contrapublicidad para llegar al éxito total
En 1885, cuando los ejecutivos publicitarios de ahora eran una utopía y el magnificado brainstorming (tormenta de ideas) no figuraba en ningún manual de ninguna agencia, un visionario empresario leridano, Miguel Serra, tuvo una brillantísima idea para sus aguardientes que confeccionaba en un antiguo molino de aceite y un almacén de almendras en la Bordeta. Si toda la competencia elogiaba la bondad de sus productos, él pensó que para abrir mercado el ideal sería anunciar el contrario. Y así nació la contrapublicidad de su producto estrella, el Anís Infernal, en sus vertientes dulce y me siento, con botella de vidrio|cristal, de lo más trabajada, y con etiquetas en encarnado con la figura de un demonio, de color encarnado, rodeado de llamas y con la botella en la mano. Con los años, grandes diseñadores como Enric Crous pondrían su sello en las etiquetas.
Pero la clave fueron sus inequívocos mensajes: “lo peor del mundo”, “elaborado con los peores vinos del Priorat”,“altamente no es recomendable”, ataca seriamente la salud: no es digestivo y daña el hígado “injuriado por todos los especialistas del mundo”. Pero la cosa gustó. Desde la Bordeta se vendía a Argentina, Uruguay, Venezuela, Cuba y en Francia, donde|dónde no sólo superó la injuriada absenta, sino que llegó a publicitarse en la Torre Eiffel misma, en los años veinte, después de la Gran Guerra.
De hecho, en medio mundo, si no pedías una copa, o dos, del Anís Infernal es que no eras nadie ni estabas a la última. La marca pasó, después de la desaparición de Serra, por diferentes manos: un rumboso empresario de Artesa de Segre (con triste final en la Guerra Civil); los hermanos Vidal, que trasladaron la fábrica a la avenida de las Garrigues en los años cincuenta; Ricard Costa, que añadió la venta a granel a sus licores, y a los actuales propietarios, que todavía la tienen registrada en Manresa, aunque su popularidad, que no su recuerdo, es ya inexistente.