El Pont Nou cumple cincuenta años
El 7 de julio de 1973 se inauguraba la variante de l'N-II en Lleida, una vieja aspiración de la ciudad || El presupuesto de la obra, ejecutada por Sorigué Zamorano SA, ascendió a 120 millones de pesetas
Lleida lo había reivindicado desde hacía años pero hasta el 7 de julio de 1973 no se hizo realidad el Pont Nou sobre el río Segre, a la altura de los institutos (bien, ¡entonces sólo había uno!) que servía para descongestionar la Nacional II entre Barcelona y Madrid, sobre todo en época vacacional y de puentes, que colapsaba Lleida por el único acceso posible a la ciudad, por la actual avenida Tarradellas, a través del Pont Vell y Blondel en dirección a Zaragoza. El gobierno franquista ya lo había anunciado en 1970 pero el proyecto no vio la luz hasta tres años después.
En una entrevista con motivo de la entrada en 1971, el entonces alcalde Juan Casimiro de Sangenís Corrià reivindicaba para Lleida, además del Pont Nou, una estación de autobuses, un pabellón polideportivo, una piscina cubierta, un nuevo instituto, un parador de turismo y la autopista para conectar con Barcelona además de una línea férrea hasta Francia. Ya ven que estos deseos tardarían años a cumplirse y el tema de la autopista, en 1975, favoreció la primera gran huelga de la construcción en Lleida apoyada por la Unión Territorial de Trabajadores (UTT) dirigida por Saturnino Vicente Díaz.
Las obras del nuevo puente –ahora mismo Lleida ya tiene seis y cinco pasarelas– fueron adjudicadas a la empresa leridana Sorigué Zamorano SA con un presupuesto de 120 millones de pesetas. El puente, de 3.815 metros, más 2.050 de variante necesitó el movimiento de 300.000 metros cúbicos del suelo, 10.000 de hormigón, 720 toneladas de acero y 27.000 de mezclas asfálticas.
Con la pompa habitual en estos casos, la cinta fue cortada por|para el entonces ministro de Obras Públicas Gonzalo Fernández de la Mora acompañado del alcalde Sangenís, el gobernador civil, Aparicio Calvo Rubio, y el presidente de la Diputación, José María Razquin. Su frase, a los periodistas, ya es historia: “Mí visita ha sido rápida, sí, pero mí preocupación por Lérida es diaria.”