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La trágica historia de Inés Palou, la escritora leridana que pasó del éxito literario al olvido

Con tan solo dos novelas publicadas, una de ellas póstuma, la leridana lideró las ventas en este
país en la segunda mitad de los setenta || Nacida en Agramunt, fue la primera presa común en
explicar sus vivencias en las cárceles del tardofranquismo con ‘Carne apaleada'

Esperanza Roy y Bárbara Rey en 'Carne apaleada'.

Esperanza Roy y Bárbara Rey en 'Carne apaleada'.

José Carlos Miranda

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Cuando Carne apaleada se estrenó en los cines en 1978, adaptando la autobiografía de la leridana Inés Palou, esta ya llevaba tres años fallecida después de arrojarse al paso de un tren en Gelida en 1975.

Nacida en Agramunt, en 1923, hija de familia acomodada, Inés Palou acabó ingresando en presidio en 1968, con un delito de estafa, siendo liberada en 1973. Su etapa en la cárcel la marcó para mal debido a su falta de adaptación lastrada por el rigor de las prisiones franquistas con las reclusas y su orientación sexual. 

El cartel de la película 'Carne apaleada'.

El cartel de la película 'Carne apaleada'.

Inés Palou, en la novela Berta, su alter ego, se enamoró de otra presa y su proceso de degradación mental lo explica en su excelente novela, poco menos que olvidada, y que llegó al cine de la mano del director Javier Aguirre que confió el papel protagonista a su esposa, Esperanza Roy, en uno de sus mejores trabajos. 

Curiosamente el film, rodado en plena Transición que auspició el cine de destape, fue catalogado como “S” (altamente erótico) por una escena de sexo explícito entre Esperanza Roy y Bárbara Rey, su amante en la cárcel. Se da la circunstancia de que Bárbara, que según se ha sabido ahora ya era amante del rey Emérito, ya había rodado, un año antes, una escena similar en la película Me siento extraña (Enrique Martí Maqueda, 1977) con Rocío Durcal. 

La película, de aceptable recorrido en la pantalla, se rodó parcialmente en Lleida (Estació y Rambla de Ferran) y tuvo también problemas con la censura porque, en un momento dado, las presas etarras en la cárcel se plantan ante la directora cantando el Gora Euskadi Askatuta. 

Poco después de publicarse Carne apaleada, que lideró el ranking de novelas de no ficción en este país, Inés Palou decidió suicidarse ante el riesgo de volver a la cárcel acusada de pasar un choque sin fondos. Sin embargo tuvo todavía tiempo de escribir una segunda novela, Operación Dulce  que estuvo a punto de alzarse con el premio Planeta de ese año. Una ocasión para revisar la película (La 2 la recuperó hace quince días) y de leer, o releer las dos novelas, de esta leridana semiolvidada

‘Operación Dulce’, a un paso de ganar el Planeta

Inés Palou comenzó a escribir Carne apaleada en 1973, tras cumplir condena en diversas cárceles españolas, entre ellas la de Lleida. Con un lenguaje muy cercano da a conocer el ecosistema carcelario del tardofranquismo, un mundo aplastado por el peso de las contradicciones de una dictadura que se resiste a desaparecer. 

La crítica dijo de la novela que tenía un valor incalculable por tratarse de uno de los pocos libros de memorias carcelarias escrito por una presa común en España. De hecho, en el momento de su muerte, Carne apaleada era uno de los libros más vendidos en este país. 

Poco antes de suicidarse, Inés Palou le hizo llegar al editor José Manuel Lara, que ya le había publicado su primer trabajo, el original de su segunda novela, Operación Dulce, con un texto manuscrito en el que le indicaba “le ofrezco en bandeja de plata el éxito para el próximo premio Planeta”. 

Lara lo presentó por su cuenta y Operación Dulce, que recoge diversos relatos y vivencias personales que le explicaron otras reclusas durante su paso por la cárcel, llegó hasta la antepenúltima votación del galardón que ese año, 1975, fue ganado por Mercedes Salisachs, con su novela La gangrena. Cuando se falló el premio, Inés ya llevaba dos meses fallecida, pero su novela fue un nuevo éxito.

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