INICIATIVA MEMORIA HISTÓRICA
Lleida no olvida el horror nazi
El Centre Excursionista quiere recordar con unas placas conmemorativas a los trescientos leridanos que acabaron presos en los campos de concentración || Iniciativa mundial para sacar a la luz a todas aquellas personas que murieron o que fueron rescatadas por las tropas aliadas
De esta forma se sumarán a la iniciativa mundial que quiere sacar a la luz a todas estas personas que murieron, las más, y las que fueron rescatadas por las tropas aliadas o bien lograron evadirse, las menos. Las placas conmemorativas, llamadas Stolpersteine, son obra del artista alemán Gunter Demnig y están creadas con la finalidad de honrar a las víctimas de los campos de cancentración, y ya se han colocado en varias localidades catalanas como Navàs, Manresa o Igualada. A partir de septiembre, los promotores comenzarán a reunirse con consells comarcals y ayuntamientos para localizar a cada uno de estos trescientos y documentar su vida, según explicó el presidente del Centre Excursionista. El ayuntamiento de Lleida ya ha dado su beneplácito para llevar a cabo la experiencia. Por su parte, la Segarra ya está negociando para poder señalizar el origen o el lugar donde vivieron todos los implicados (ver desglose). El próximo año está previsto colocar la que sería la primera placa de Lleida en Albatàrrec, en honor de Carmel Carrera, que murió en Gusen 2 de noviembre de 1941.
Demnig fabrica e instala personalmente las Stolpersteine y su traslado y trabajo corren a cargo del Memorial Democràtic, y en el caso de la Segarra las piedras tienen un coste de 120 euros cada una y las financiaría una parte el Memorial y el resto los ayuntamientos y consell de la Segarra. En Europa ya hay más de 50.000 en 21 países.
En la Segarra ya negocian para instalar placas en sus lugares de origen y en Albatàrrec lo harán en 2018
Paul huyó al país vecino después de la Guerra Civil, porque “destacó dentro de los círculos comunistas”, y tras la ocupación alemana fue detenido por los nazis. De todo lo que vivió en Mauthausen, conocido como “el campo de los españoles”, solo explicó dos cosas a su familia. La primera, que el general tiraba su gorra fuera del recinto y obligaba a un preso a ir a recogerla y cuando lo hacía “les fusilaban porque era como si intentaran fugarse”. Y la segunda, que uno de los métodos para castigarlos era “encerrarlos en una habitación y atarlos a una silla y les caían gotas de agua en la cabeza”. Aunque Paul fue uno de los que vivieron la liberación del campo el 5 de mayo de 1945, cinco de los otros doce leridanos que llegaron con él no corrieron la misma suerte y perdieron la vida antes de la llegada de los estadounidenses.