Tiurana busca un nuevo renacer

El pueblo tiene varios frentes abiertos. El primero es desbloquear un plan urbanístico que en 2007 proyectaba más de cien casas cerca del campo de aviación. Fue concebido como un complejo de segundas residencias vinculado a un campo de golf que quedó truncado por la crisis, y ahora el ayuntamiento busca el visto bueno de Urbanismo para desarrollarlo por etapas, a medida que acuda gente a instalarse en el pueblo.

No es que a Tiurana le falten pretendientes. El alcalde, Àngel Villarte, explica que en los últimos años ha habido arquitectos, abogados o diseñadores gráficos en busca de tranquilidad que quisieron instalarse en el pueblo y trabajar desde sus casas. Sin embargo, desistieron al comprobar que la conexión a internet no estaba a la altura de sus necesidades. El actual acceso por radiofrecuencia (WiMax) da un ancho de banda de 20Mb al ayuntamiento y mucho menos el resto. La fibra óptica llega a una estación de telefonía a escasos metros del pueblo, pero conectarse a ella es inviable para un municipio con un presupuesto de poco más de 300.000 euros al año. “Nos piden 1.800 al mes por el empalme, además de las facturas a los usuarios”, explica el alcalde, que ve con gran interés el proyecto de la Diputación para llevar esta tecnología a todos los municipios. “Si la tuviéramos no tendríamos que decir que no a empresas”, añade.

Disponer de fibra óptica es necesario para abrir la puerta a que nuevos vecinos trabajen a distancia

Consolidar el turismo es otra prioridad. Una de cada seis casas de Tiurana aloja a visitantes bajo la categoría de vivienda de uso turístico. Sus dueños preferirían la de casa rural, con mayor prestigio y visibilidad en internet, pero la normativa lo impide. Un requisito para ello es que las viviendas deben haber sido construidas antes de 1950, algo imposible en Tiurana y que enoja a quienes dejaron atrás casas de los siglos XVII y XVIII. De ellas solo quedan los cimientos en el lecho de Rialb y la Generalitat no se plantea por ahora hacer excepciones.

El municipio es socio del Consorci Segre-Rialb, que impulsa un plan director para fomentar el turismo y otras actividades en el pantano. Entre tanto, las 700 hectáreas agrícolas que no quedaron anegadas por el pantano esperan todavía el regadío que el Estado prometió hace más de 20 años como compensación. El agua que riega miles de hectáreas del Segarra-Garrigues y el Canal d’Urgell sigue sin llegar al pueblo sacrificado para suministrarla. “No queremos privilegios por haber tenido que irnos, solo las mismas oprtunidades”, dice Villarte. “Si no nos ahogamos al llenar el pantano, que no nos ahoguen ahora”, concluye.