MICOLOGÍA VERANO DE LLUVIAS
Boletaires 'cazan' las primeras setas y confían en la lluvia para superar el desastre de 2017
Los más expertos logran recolectar robellones, ceps y algunos rossinyols en cantidades todavía pequeñas
Un paraje inconfesable del Pirineo de Lleida entre 2.000 y 2.200 metros de altitud recibió el pasado sábado la visita de decenas de boletaires en busca de los primeros hongos en la cola de un mes de agosto lluvioso, que ha dejado 150 litros por metro cuadrado en las comarcas de montaña (con datos del observatorio de Certascan, a 2.451 metros, hasta el miércoles). Quienes conocen la zona lograron recoger algo más de dos docenas de robellones y siete u ocho ceps lustrosos, pero aún es pronto, aseguran. Faltan unos días y, sobre todo, que se confirmen las lluvias anunciadas esta semana.
El objetivo es superar el desastre de 2017, una de las peores campañas ‘boletaires’ de los últimos veinte años. En un año normal, la producción media de setas ronda los 60 kilos por hectárea, explica Juan Martínez, experto micólogo del Centre Tecnològic Forestal de Catalunya. Esta es la media catalana, pero en el Pirineo de Lleida pueden recogerse de 130 a 150 kilos por hectárea en un año ordinario. La media de 2017 fue de solo 10 kilos por hectárea, mientras que en 2016 se alcanzaron los 70 kilos y en 2014 (el más productivo en dos décadas) hasta 200.
Frente a los diez kilos de setas por hectárea el año pasado, en 2014 se podían encontrar hasta doscientos
Martínez sostiene que en agosto suele haber un “parón” y las setas no afloran, pero este año “se ha avanzado la producción”, en forma de unos cuantos robellones, escasos ceps y algunos rossinyols. Entre las primeras variedades pueden verse también apagallums, o pinetells. De momento el verano está siendo normal tirando a húmedo, lo que augura un buen inicio de temporada en los próximos días. Todo depende del agua que está por llegar.
Un creciente interés y una incipiente regulación El interés por la recoleción de setas ha ido en aumento en las últimas dos décadas, espoleado en parte por administraciones interesadas en atraer visitantes a las comarcas del Pirineo y Prepirineo fuera de las temporadas de verano y de esquí. Cientos de personas se lanzan cada año a la caza de robellones, ceps y camagrocs, algunas de las variedades más codiciadas, aunque no todos saben lo que hacen. La Generalitat ha editado guías para distinguir las setas comestibles de las tóxicas (la amanita phalloide puede resultar mortal) y para evitar que los buscadores se pierdan. Más de medio centenar de boletaires han tenido que ser rescatados entre 2012 y 2015 en las comarcas de Lleida. Por otra parte, el auge de la recogida de setas ha ido acompañada de una incipiente regulación para evitar el deterioro de los bosques. En la zona de Poblet, a través del “carnet de boletaire”. En Aran, los hongos son para residentes y para turistas que se alojan en la Val.