Piedra seca contra el olvido

La densa red de caminos del municipio de Torrefeta i Florejacs suma unos seiscientos kilómetros. Es una cifra sorprendente, pero la longitud de los márgenes de piedra seca que salvan desniveles y separan fincas en este municipio de la Segarra es todavía superior. Son miles de kilómetros de muros en los que no existen dos piedras iguales. Este es solo un ejemplo de la arquitectura popular que emplea este material en Lleida, declarada patrimonio intangible de la humanidad por la Unesco este mismo mes. Sin embargo, esta declaración no supone por sí misma protección para estas construcciones. Del mismo modo, obtener reconocimiento internacional no basta para garantizar el futuro de este rasgo ancestral del paisaje leridano. A pesar de su inagotable riqueza de formas y tipologías, ha estado desapareciendo de forma lenta pero inexorable durante décadas, sin apenas contar con firmes defensores hasta comienzos del siglo XXI (ver desglose).

Márgenes, bancales, cabañas, pletas, pozos de hielo, molinos y otras construcciones de arquitectura popular están actualmente en desuso y reúnen pocos alicientes que contribuyan a su conservación. Hace dos años, el Gobierno decidió gravar estas y otras edificaciones agrícolas como si fueran oficinas en el marco de la polémica regularización catastral, todavía en curso en las comarcas leridanas. Ante esta perspectiva, algunos propietarios se plantearon incluso la posibilidad de erradicarlas de sus fincas. A la escasa protección legal de este patrimonio histórico, se suma el hecho de que en numerosos municipios de Lleida ni siquiera está recogido en inventarios.

Frente a la inercia que tiende a hacer desaparecer la piedra seca como un vestigio del pasado sin utilidad en el presente, surgen iniciativas que dan valor a la arquitectura popular como atractivo turístico. Ejemplos de ello son la Marxa dels Castells de la Segarra y la Caminada de l’Urgell.

De forma paralela, la reivindicación de conservar este patrimonio ha calado de forma progresiva entre instituciones y entidades. Una muestra de ello se encuentra en el Manifest de Vallbona. También se cuentan como tales la declaración como bien de interés local en el año 2007 de las tres pletes de Els Plans de Sió por parte del consell de la Segarra; y el Pla d’Estructuració de la Vinya de la Generalitat, que ofrecía ayudas de 30.000 euros para recuperar márgenes. Por su parte, el Grup de Recerques de les Terres de Ponent ha dedicado un notable esfuerzo a inventariar les cabanes de volta. El tiempo empieza a jugar ahora a favor de las construcciones de piedra seca en lugar de erosionarlas. Para ello ha sido necesario redescubrir el modo en que estas edificaciones nos hablan de nuestro propio pasado. Son el testimonio de una forma de ver las cosas ligadas al entorno propio.

De la protección por parte de los agricultores a la de entes culturales La protección de la arquitectura popular ha corrido siempre a cargo de los agricultores, que han guardado así la memoria de sus antepasados. A ellos se sumó en el año 2000 el impulso del arquitecto Josep Mora, que fundó la Trobada d’Artistes de les Pallargues y los Amics de l’Arquitectura Popular. Esta entidad se ha ocupado desde entonces de recuperar y mantener vivo este patrimonio.