ESNOTICIA
Resignación e impotencia
Leridanos confinados en Igualada consideran que lo mejor es seguir las directrices || La inquietud es mayor entre los que viven cerca del hospital
El confinamiento de Igualada y otros tres municipios cercano ha afectado a muchos leridanos que viven con resignación el “aislamiento” por el brote de coronavirus. Es el caso de la arqueóloga leridana Marta Monjo, residente en Vilanova del Camí junto a su marido y sus dos hijos, de 8 y 11 años. Funcionara de la conselleria de Cultura en Lleida, Monjo estaba en su domicilio cuando se decretó el confinamiento. “Como se había cerrado el colegio, me quedé con los niños”, señala. La familia pide “responsabilidad” a la ciudadanía para evitar aglomeraciones. “He ido a por café y me he encontrado con 100 personas en el súper. Así, el confinamiento no tendrá ningún efecto”, afirma. La principal preocupación es “entretener” a los niños. “Entienden que es una medida excepcional, pero les cuesta estar en casa”, explica.
El Lleida Llista de hockey sobre patines tiene a dos jugadores que viven en Igualada, el portero de Tremp Lluís Tomàs y el barcelonés Oriol Vives, aunque solo este último se ha visto afectado por el confinamiento. El leridano se desplazó el jueves por la tarde a Gerri de la Sal a pasar la cuarentena, junto a sus dos hijos y su esposa, que es doctora en el Hospital de Igualada aunque actualmente de baja de maternidad, pocas horas antes de que se cerraran los accesos a la ciudad. Vives, que es monitor en la piscina municipal, sí se encuentra confinado en su domicilio junto a su mujer, profesora de instituto. “Salimos a comprar el jueves porque teníamos la nevera vacía y desde entonces no hemos salido. Hay que seguir las directrices, es lo mejor y lo tenemos que cumplir a rajatabla, no hay más. Hay que estar tranquilos, leer, jugar a la Play Station, ver Netflix y armarnos de paciencia”, apuntaba ayer.
Maite y su madre, muy vinculadas a Sant Romà d’Abella (Pallars Jussà) están confinadas en su casa, a muy poco distancia del hospital de Igualada. “Tienes sensación de impotencia”, afirma, y destaca que “la gente está inquieta, muchos trabajadores del hospital viven en esta zona”. “La hermana de una amiga de mi madre ha estado quince días en el hospital, y el domingo comimos con ellas”, dice. Maite, que es administrativa de una gestoría, trabaja desde ayer en casa.