Cuarentena en positivo

No son unas colonias, pero casi. Y eso que las más de 200 personas de hasta doce nacionalidades que han pasado desde principios de junio por la Manreana de Juneda tienen algo en común: no querían estar allí. “Son asintomáticos y no entienden que se les obligue a aislarse”. Todo cambia al día siguiente. “Llegan enfadados y cuando ven que las habitaciones se comparten con mucha gente, porque La Manreana está diseñada como casa de colonias, aún es peor, pero se les pasa en cuanto descubren que aquí no van a estar encerrados como en los hoteles, que ven campo y pueden practicar deporte”, explica Jaume Graus, responsable del centro. Por La Manreana pasan cada año de marzo a agosto 9.000 niños y jóvenes. “Este curso fueron solo 65”. El coronavirus obligó a cerrar esta granja-escuela. “Era muy triste ver la casa vacía y todos los trabajadores en su casa con un ERTE”, reconoce Graus. “Cuando leí en Twitter que el futbolista del Mónaco Keita Baldé buscaba un lugar para alojar a personas que dormían en la calle en Lleida puse La Manreana a su disposición”. Pero quien contactó con esta emblemática casa de colonias fue el departamento de Salud. “Al principio impone respeto saber que te traerán a positivos, sobre todo porque fuimos los primeros y los protocolos se iban afinando sobre la marcha, pero estamos muy contentos con la experiencia”. Desde el primer día Graus se propuso que esta cuarentena forzosa tuviera un componente social por el que no cobran, “pero que te llena”. Sus huéspedes vienen de situaciones difíciles. “Algunos llegan con lo puesto, como un caracol. Todas sus pertenencias están en tres o cuatro bolsas”. En La Manreana no se desentienden. “Les ayudamos con los trámites de los servicios sociales, les hacemos recados, organizamos talleres para enseñarles catalán y para que ellos nos enseñen a nosotros su cultura... Se crea un vínculo afectivo”. Un vínculo tan fuerte que, por ejemplo, muchos les piden que saquen dinero por ellos y lo manden a sus familiares. “Nos dan la tarjeta de crédito y el PIN con total confianza y eso es muy bonito. Aunque no sea nuestro trabajo lo hacemos muy a gusto”. La guinda es cuando reciben el alta. “Durante su estancia en La Manreana no pueden ir a la granja, pero cuando ya tenemos la confirmación del médico de que han superado el virus les hacemos una visita guiada que les encanta”. También se cuidan los detalles. “Aquí hemos tenido residentes de todas partes, también autóctonos, pero la gran mayoría son inmigrantes y como muchos son musulmanes, retiramos el cerdo del menú y solo compramos carne con certificado halal”.

Graus admite que los primeros días en Juneda había reticencias. “Fue complicado. También tuve que lidiar con algunas televisiones estatales que intentaban captar imágenes a escondidas”. Pero todo se ha normalizado. “Hasta me llaman del Baix Segre como asesor Covid. ¿Quién me lo iba a decir hace unos meses?”. Ahora está negociando con una cadena de supermercados de Lleida unos vales para que los residentes no queden abandonados cuando reciben el alta. “No hay problema con los que trabajan en la fruta porque tienen la baja, pero los que no pueden trabajar porque no tienen papeles se quedan en una situación muy comprometida. Algunos se van de Juneda y no saben a dónde ir porque no tienen casa”.

Más de 200 personas y 140 altas en menos de dos meses Por La Manreana han pasado más de 200 personas y se han dado 140 altas. A los residentes se les toma la temperatura dos veces al día, “pero están bien”. De hecho, solo se requirió la presencia de un médico una vez “y fue por una lesión en un partido de fútbol”. Jaume Graus asegura que desde Salud se lo han puesto muy fácil. “La delegada, Divina Farreny, siempre se pone al teléfono cuando nos surge cualquier duda y nos da carta blanca para que tomemos la iniciativa cuando lo consideremos necesario para agilizar los trámites burocráticos”.