Fincas de olivos, víctimas de los fuertes vientos

El primer mes de 2021 está haciendo bueno el dicho de que las desgracias nunca llegan solas, al menos en lo que a la climatología se refiere. Después del azote de Filomena, que dejó importantes nevadas y comportó una caída en picado de los termómetros, el viernes de la pasada semana, una fuerte perturbación barrió las comarcas de Ponent de punta a punta. Los payeses han sufrido en primera persona los afectos adversos de ambos temporales. En el primero, la nieve acumulada dañó más de 34.600 hectáreas de olivos, sobre todo en Les Garrigues, Segrià y Urgell, según la conselleria de Agricultura. En el segundo, una ventisca tumbó cientos de árboles.

Esto es lo que ocurrió, precisamente, entre Preixana y Verdú, donde varias fincas han quedado seriamente afectadas por el fuerte viento. Como explicó ayer a este periódico Jordi, propietario de una de las explotaciones damnificadas en Preixana, de 700 olivos que plantaron hace casi tres años, 500 resultaron dañados el viernes. “Iban a empezar a producir en la próxima campaña”, se lamentó, y explicó que rápidamente tuvieron que ponerlos en pie para evitar que los conejos mordisquearan el tronco y los echaran a perder. El frente también derribó entre 150 y 180 olivos en una finca contigua, con 900 árboles plantados en 2002. “Fueron 10 minutos, y hasta dentro de 8 o 10 años, los olivos que cayeron no serán productivos como hasta ahora”, señaló Ramon, su dueño.