MEDIO AMBIENTE HÁBITATS
Olas de calor, cambio climático y éxodo rural, factores que deterioran los bosques de Lleida
Son cada vez más extensos, pero también más débiles y vulnerables ante plagas e incendios || El Centre Tecnològic Forestal estudia cómo favorecer su adaptación a temperaturas más altas y menos lluvias
Las olas de calor de este verano han dejado tras de sí numerosos árboles muertos en los bosques leridanos, aunque los expertos advierten que solo son un síntoma de un problema mayor. Los episodios puntuales de altas temperaturas diezman solo los ejemplares más debilitados de masas forestales cada vez más afectadas por el cambio climático. El progresivo aumento de las temperaturas y cambios en el régimen de lluvias se traducen en un creciente estrés térmico e hídrico que debilita a las especies vegetales.
Eduard Busquets, miembro del Grup de Gestió Forestal Multifuncional del Centre de Ciència i Tecnología Forestal de Catalunya (CTFC), advierte que el cambio climático es ya una realidad y está empeorando. En 2020 el aumento será de 1,04 grados respecto a la media del periodo 1981-2010. En cuanto a las lluvias, la tendencia es a la baja. Bosques más secos y más calor comportan un mayor riesgo de incendios. Sin embargo, la superficie forestal no ha hecho más que crecer en Lleida y el resto de Catalunya, pese a que fuegos como los del pasado mes de julio han arrasado grandes extensiones.
Expertos plantean impulsar el uso de biomasa como combustible y de madera para la construcción
Los bosques son más extensos, pero también más vulnerables. Ambas cosas están relacionadas con el éxodo rural. Las masas forestales han ganado terreno a antiguos pastos y cultivos abandonados, mientras que la ausencia de gestión forestal hace que haya más árboles, pero también que sean más débiles al competir por subsistir con recursos cada vez más escasos, como la lluvia. Los efectos de cada sequía persisten años después en los bosques.
“Tenemos los bosques estresados y débiles, por lo que son mucho más susceptibles de ponerse enfermos, a que plagas se propaguen en ellos y a que se produzcan incendios”, resume Busquets.
Como soluciones a esta situación, los expertos proponen reducir drásticamente las emisiones contaminantes que lo aceleran y apostar por las energías renovables. El CTFC trabaja en estudios para facilitar la adaptación de los bosques al cambio climático.
Esto pasa por una gestión que explote los recursos forestales de forma sostenible.
En este sentido, apuntan a promover el uso de biomasa como combustible para calefacción, al menos en municipios próximos a bosques; e impulsar la madera como material de construcción en detrimento del cemento, entre otras medidas.
Las claves
Cada vez más calor. La temperatura media de Catalunya ha subido en 0,26 grados cada década desde 1950, y el aumento llega a 0,37 por decenio en los meses de verano, según datos del Servei Meteorològic de Catalunya.
Lluvias a la baja y años excepcionales. Se reducen un 1,2% cada década, con algunos años excepcionales como 2020, cuando llovió muy por encima del promedio. En verano, el descenso se acentúa y la caída supera el 5% cada década.
Más extensión de bosques. Según el Inventario Forestal Nacional, la superficie forestal en Catalunya era de 1.847.733 hectáreas en 1976, mientras que en 2020 superaba los 2 millones. Es un aumento de más del 7% en 4 décadas. 1,3 millones de hectáreas son de árboles y el resto, otros tipos de vegetación.
Propiedad pública y privada. Más de 1,5 millones de hectáreas de bosques de Catalunya están en manos privadas, mientras que más de 513.000 son de titularidad pública.
Árboles que aún ‘convalecen’ tras la fuerte sequía de hace cinco años
Más de 2.200 hectáreas de bosques del Pallars Jussà no se han recuperado de la sequía de 2016, uno aún de los peores años para las masas forestales del Pirineo por la falta de lluvias y un verano muy caluroso que perjudicó a 17.500 hectáreas de todo el Pirineo.
Es una de las zonas donde las abundantes lluvias de 2020 no tuvieron efecto, mientras que en otros bosques sí han cicatrizaron las heridas por la escasez de agua. Según un informe de la red de seguimiento DeBosCat, en Lleida están pendientes de recuperación casi 3.000 hectáreas.
A las del Jussà se suman las 593 en la Alta Ribagorça, 103 del Alt Urgell, 32 del Pallars Sobirà y 9 del Solsonès.