ESNOTICIA
El mapa local de Lleida cumple medio siglo tras la última fusión de municipios
Castellciutat, Mur, Tudela o Escaló dejaron de tener ayuntamiento propio en 1971
El mapa municipal de Lleida cumple medio siglo desde la última gran operación de fusión de ayuntamientos, entre finales de los 60 y principios de los 70. Los vecinos que recuerdan aquellas uniones critican que fueron impuestas por el franquismo tardío, aunque algunos consideran que han sido positivas para el progreso de los núcleos más pequeños.
A principios de los años 70, Tremp pasó de ser uno de los municipios más pequeños de Catalunya, totalmente rodeado por Talarn, a ser el de mayor tamaño, con 302 kilómetros cuadrados entre las cuencas del Noguera Pallaresa y el Noguera Ribagorçana.
También en el Pallars, entre 1970 y 1971 Isona adoptó su forma actual con la incorporación de Benavent, Conques, Figuerola d’Orcau, Orcau y Sant Romà d’Abella. Los vecinos lo recuerdan como una imposición.
De hecho, entre 1960 y 1977 el Pallars Jussà perdió 20 de sus 34 municipios y el Alt Urgell, 21 de los 40 que tenía, explica el geógrafo Jesús Burgeño, autor de la Història del Mapa Municipal de Catalunya.
La Val d’Aran perdió la mitad de sus ayuntamientos con la creación de los macromunicipios de Vielha y Naut Aran. El actual mapa de Lleida cumple ahora medio siglo desde la última gran fusión de municipios, de finales de los 60 y principios de los 70, impulsada por el franquismo en sus últimos años.
Una operación de finales del franquismo acabó con 94 municipios en Lleida, que pasó de 323 a 229
Cualquier núcleo de población había sido prácticamente municipio un par de siglos antes, hasta que en 1847 el mapa se revolucionó al imponer un mínimo de 30 familias por localidad. “Es algo que hoy bastantes municipios no cumplirían”, señala Burgueño. Lleida pasó de 732 a 323 ayuntamientos.
Más de 120 años después, la dictadura invitó a una nueva “limpieza” municipal y se suprimieron más de 90 ayuntamientos, hasta los 229 con que Lleida entró en la democracia. En los años 90 se crearon los dos últimos: Riu de Cerdanya (“que a lo largo de la historia aparece y desaparece, como el Guadiana”, señala Burgeño) y Gimenells, que se deslindó de Alpicat en 1991. La operación no era baladí: “Tener un título de administración te permite planificar, proyectar, expropiar” o cobrar impuestos, como recuerda el alcalde de Riu, Miquel Pons, donde los principales ingresos proceden del IBI del túnel del Cadí.
“Fue todo obra de Celso Liesa Riverola”, detalla Burgueño. Se trataba de un funcionario del Gobierno Civil de Lleida que, en pleno éxodo rural por la mecanización del campo, se tomó a pecho la directriz de una ley de 1966 que apelaba a fusionar municipios para fomentar el ahorro a cambio de compensaciones. En Rocafort de Vallbona, los vecinos recuerdan que hace 50 años, a cambio de unirse a Sant Martí, el Estado renovó la red local de alcantarillado. Durante muchas décadas se sintieron “abandonados” aunque que en los últimos años han notado un cambio en la gestión con el que se intenta velar por los cuatro pueblos del municipio de igual forma. Según los vecinos, en una ocasión intentaron independizarse de nuevo, aunque “los papeles no corrieron”. No todos lo vieron mal: vecinos de la Segarra apoyan hoy las uniones de territorios para fomentar “su progreso”.
Algunos vecinos consideran estas uniones positivas para el progreso. Otros lo ven una pérdida de identidad
“En algunos casos, la situación de los municipios mejoró” con el nuevo mapa municipal, señala Burgeño. Sin embargo, “en otros fue poco funcional”, por ejemplo, en el caso de la Terreta (Tremp). Burgeño participó en el año 2000 en la elaboración del Informe Roca, un documento que debía servir de base para revisar la organización territorial de Catalunya. Entonces se apuntó a “un límite mínimo de 250 habitantes para ser municipio”. Actualmente, 72 localidades no alcanzan en Lleida esta población.
La agenda política actual no tiene el debate territorial sobre la mesa, si bien la Generalitat no ha abordado aún la nueva ley de gobiernos locales. Sin embargo, poco después de la crisis del ladrillo (2008) y con las autoridades europeas fiscalizando la hacienda española, el Gobierno del PP impulsó en 2013 la llamada ley Montoro, que llegó a plantear de nuevo la fusión municipal. En este caso, la medida encontró una fuerte contestación territorial. Pese a todo, no se han vuelto a crear municipios ni nuevas EMD.
El mapa municipal a través de la historia
De 732 a 323 municipios. En 1847, bajo el reinado de Isabel II, se aprobó una ley estatal que fijaba en 30 familias el mínimo para ser municipio. Lleida pasó de 732 municipios en 1840 a 323 en 1947.
Franquismo. Durante 120 años apenas hubo cambios en el mapa municipal. En 1966 se aprobó la ley franquista que favorecía la unión de municipios con compensaciones.
Cincuentenario. Este año se cumplen 50 años de la formación, en su estructura actual, de los municipios de La Seu d’Urgell (se anexionó entonces Castellciutat); Castell de Mur (Mur); Artesa de Segre (Tudela); La Guingueta d’Àneu (Escaló y Unarre); Ribera d’Ondara (Sant Pere dels Arquells); Sant Martí de Riucorb (Rocafort de Vallbona) y Tremp (Palau de Noguera; Suterranya y Vilamitjana).
Mapa actual. La operación de fusión de municipios a finales del franquismo llevó a que a finales de los 70 Catalunya alcanzara el número mínimo de municipios. En Lleida, en 1960 había 319; en 1977 fueron 229.
Los últimos. Desde entonces se han creado solo dos nuevos ayuntamientos: Gimenells (marzo de 1991) y Riu de Cerdanya (en 1997).
Ley Montoro. En 2013, el ministro de economía Cristóbal Montoro (PP) impulsó una ley de racionalización de la administración que promovía la fusión de municipios y mancomunar servicios.
Poco éxito. No tuvo éxito, pero desde entonces se ha dificultado la creación de nuevos municipios o entidades descentralizadas.
«La unión de los pueblos ha sido clave para su progreso»
Para Tomàs Sarri, vecino de Monfar, pequeño núcleo de Ribera d’Ondara donde viven 5 vecinos, la unión de pueblos que tuvo lugar a principios de los años 70 fue clave para su progreso.
En el caso de Ribera d’Ondara, fue Sant Pere dels Arquells. Para Sarri, en una comarca tan dispersa como la Segarra y con pueblos tan pequeños, “optaría por reunirlos en menos municipios”. En su opinión, supone menos gasto técnico y económico, ya que “te ahorras pagar consistorios y técnicos.
Además, la unión de los pueblos permite mancomunar servicios, material y personal”. Otra ventaja es la presión para lograr ayudas: “No es lo mismo que pida algo un pueblo de 5 vecinos como el mío que toda Ribera d’Ondara, con más de 400”. En el caso de Montfar, “quedábamos aislados, ya que nuestra frontera es básicamente la provincia de Barcelona y Talavera”.
Explica Sarri que inicialmente se había llegado a un acuerdo para unir las poblaciones de Sant Pere dels Arquells, que aportaba Llindars, la Sisquella, Timor, Rubinat, Gramuntell y Mas Claret; Sant Antolí, que aportaba Briançó, els Hostalets, Montfar, Monlleó, Pomar y Montpalau (este último hubiera preferido anexionarse a Sant Guim); y Talavera, que hubiera incluido Pavia, Suró, Pallerols, Bellmunt, Civit y Santa Fe de Monfred. Talavera dio marcha atrás a la unión y se quedaron los actuales 14 pueblos que se unen bajo el nombre del valle que recorre la ribera del río Ondara.
«Al final hicimos ‘a jova’ la red de distribución de agua y los desagües»
Tudela de Segre formaba parte de la subcomarca del Segre Mitjà, en el límite con la comarca de l’Urgell (La Donzell d’Urgell, hoy agregado a Agramunt).
Hasta 1971 fue un municipio junto con los pueblos de Seró y Colldelrat, y tenía el ayuntamiento en Tudela. Vecinos de la localidad explicaron que, en la década de los 60, en el municipio no disponían aún de red de agua corriente ni desagües.
Los tres pueblos captaban agua desde el río Segre sin ninguna regulación. Recuerdan que les ofrecieron la traída del agua a cambio de anexionarse a Artesa. Y así lo hicieron, aunque finalmente las obras las hicieron a jova (de manera voluntaria) vecinos de las tres localidades.
Fueron ellos los que ejecutaron una red de distribución, el alcantarillado y la captación desde el río hasta los tres depósitos de almacenaje. La única ayuda que recibieron por parte de la administración fue el material para los trabajos. Se prolongaron hasta aproximadamente 1975, cuatro años después de agregarse a Artesa de Segre, en 1971. Josep Blanch fue el alcalde en aquella época y actualmente una plaza del pueblo exhibe una placa en su memoria.
Isona cumple medio siglo de una fusión no deseada
Isona i Conca Dellà también se creó hace medio siglo bajo las directrices del franquismo para ahorrar gastos y compartir recursos de una forma más centralizada. La fusión se decretó en 12 de septiembre de 1970 y se concretó el 5 de febrero de 1971. Se unieron los municipios de Benavent de la Conca, Conques, Figuerola d’Orcau, Isona, Orcau y Sant Romà d’Abella y el nuevo municipio pasó a llamarse Isona i Conca d’Allà.
El nuevo municipio pasaría a tener 14 núcleos de población: Isona, Covet, Llordà, Massos de Sant Martí i Siall, Benavent de la Conca, Biscarri, Gramenet i Montodó, Conques, Sant Romà d’Abella, Orcau i Basturs y Figuerola d’Orcau.
El primer ayuntamiento estuvo dirigido por Josep Solans. En 1984 el municipio cambió de nombre y pasó a llamarse Isona i Conca Dellà, una denominación más acorde con la toponimia catalana. Ese mismo año también se creó el escudo local con dos fuentes de agua del escudo tradicional de Isona y ocho rosas doradas procedentes del escudo de armas de los Orcau.
En 1991 se creó la bandera con los mismos criterios. En estos 50 años, ha tenido 65 concejales y 11 concejalas, Núria Obach fue la primera edil en 1979 y Rosa Amorós la primera alcaldesa en 2019. Tomó el testigo de sus predecesores Josep Solans, Agustí Graell, Antoni Grassa y Contante Aranda.
En 1970 el municipio tenía 1.615 habitantes y 50 años después 1.047. Según el historiador Sisco Amorós, la denominación del término no estuvo exenta de polémica.
Antiguamente, el territorio estaba dividido en Conca d’Enllà de Tremp hacia Catalunya y Conca d’Ensà de Tremp hacia Aragón.
Con la fusión hubo que buscarle un topónimo lo más castellano posible y se optó por Isona y Conca d’Allá. La reagrupación estuvo promovida por los gobernadores civiles y en el Pallars Jussà fue bastante aleatoria porque mientras unos territorios se reagrupaban con un sin fin de pequeñas poblaciones, otras se salvaron de la quema como es el caso de Salàs, Gavet de la Conca, Talarn o Llimiana.
Tremp, la capital, tuvo la misma suerte y pasó a englobar una numerosa lista de pueblos agregados. Tampoco los habitantes de los pueblos que ahora integran Isona vieron de buen grado la fusión, ya que todos tenían su idiosincrasia y a partir de 1971 pasarían a depender de un solo consistorio y las inversiones se repartirían entre más vecinos. Amorós asegura que estos recelos siguen.
«Aquello fue un enredo: nos han dejado aislados»
En Rocafort de Vallbona, algunos vecinos recuerdan la agregación a Sant Martí de Maldà, municipio que entonces pasó a nombrarse Sant Martí de Riucorb, como un “enredo” de las autoridades políticas del momento, ya que la unión de municipios estaba premiada con dinero.
Aseguran que si se hubiera convocado una consulta popular, más de un 90% de los vecinos hubiese votado no porque, al pasar a ser agregados de otra localidad, perdieron más que ganaron. Aseguran que el alcalde y el secretario del momento convocaron una reunión con los vecinos cuando ya estaba todo hecho y sin tener en cuenta su opinión.
Piensan que si hace 50 años no hubiesen sido absorbidos por Sant Martí, ahora tendrían más servicios y equipamientos como una piscina municipal o el comedor escolar gratuito: “No nos ha supuesto ninguna ventaja, tan solo pérdidas, nos han dejado aislados”. Cuando se hizo el pacto, tan solo llevaron a cabo las tuberías de agua y del alcantarillado sin coste alguno para los vecinos.
Una recompensa que, según los vecinos, “no fue nada, dimos 10 euros y perdimos 1.000”. Sant Martí está formado por Sant Martí de Maldà, Rocafort de Vallbona, Llorenç de Rocafort y El Vilet. Los dos últimos dependían de Rocafort.
El actual alcalde, Gerard Balcells, afirma que su prioridad es llegar a todos los pueblos. Por ello han contratado a un segundo alguacil y las subvenciones, dice, se dan de forma equitativa.
«Vivimos del IBI del túnel del Cadí y de subvenciones»
El alcalde de Riu de Cerdanya, Miquel Pons, recuerda todavía lo difícil que fue conseguir que Riu dejara de ser una pedanía de Bellver de Cerdanya para convertirse en municipio.
La Generalitat se oponía, y el entonces alcalde, Joan Marginet, que contaba con el apoyo de sus vecinos, tuvo que recurrir al Tribunal Superior de Justicia de Catalunya (TSJC), que acabó reconociendo su derecho a ser municipio en el año 1997. La noticia fue buena, explica Pons, ya que “desde entonces tenemos autonomía para decidir las inversiones que necesitamos y cuando se estropea algo lo solucionamos rápido y no tenemos que depender de llamadas a otras administraciones”. “Quién mejor que nosotros sabrá lo que nos beneficia más”, insiste.
Riu tiene cerca de 100 vecinos censados, aunque “la mayoría residen solo los fines de semana, así que de forma fija apenas vivimos 50 personas”, explica. Los ingresos de Riu llegan en su mayoría del túnel del Cadí, cuya área de servicio y la gasolinera están en el término de Riu. “Sobrevivimos con el IBI del área del túnel, además de las subvenciones que podemos conseguir de la Generalitat o la Diputación”, dice.
En Riu viven 3 niños. Uno va a la escuela de Bellver, otro al instituto de Puigcerdà y el tercero aún no ha alcanzado la edad de escolarización. Riu había formado parte del antiguo municipio de Urús i Riu, pero en la división provincial del 1833, el antiguo municipio fue dividido y Urús pasó a la provincia de Girona y Riu a la de Lleida, como municipio independiente con el nombre entonces de Riu de Pendís.
En el 1973 fue anexionado a Bellver, y pasó a ser una unidad local menor con junta administrativa propia hasta 1997, cuando se aprobó la segregación actualmente vigente.
“No fuimos más que un cromo en medio de intereses políticos”
Castellciutat dejó de ser municipio en el año 1971, cuando quedó fusionada como entidad de población de La Seu d’Urgell. Conocida popularmente hoy en día como Ciutat, nombre oficial hasta el siglo XVI, los vecinos que vivieron la anexión, hace 50 años, la recuerdan aún ahora como “una pérdida de identidad y de entidad colectiva”.
La Seu ha creado una concejalía para Castellciutat, que depende del vicealcalde
Joaquim Gomà sostiene que “los humanos nos acabamos adaptando a todo y una muestra de ello es la crisis sanitaria por la que estamos pasando, pero tengo claro que salimos perdiendo y que no fuimos más que un cromo en medio de muchos intereses políticos”. Antes de anexionarse a La Seu, Castellciutat era la secretaría de Montferrer, Aravell y Bellestar. “Nos teníamos que haber quedado como entonces, mancomunados con ellos, al final son pueblos pequeños como nosotros”, afirma. Añade que “los intereses de La Seu y Ciutat son demasiado diferentes como para estar juntos. Por naturaleza somos diferentes, nosotros somos pueblo y ellos son ciudad”, opina.
Rafel Julià también recuerda “con mucha melancolía” la época previa a la unión con La Seu. Se muestra muy crítico con la anexión y considera que “nos regalaron a precio cero; la unión no nos aportó nada”, dice, “perdimos nuestra autonomía por culpa de un ayuntamiento que en su día no supo gestionar y luchar suficiente”.
Los vecinos, que se constituyeron en asociación hace ya años, han continuado reclamando siempre la identidad de pueblo. La Seu, por su parte, creó la concejalía de Castellciutat, que desde este mandato recae en la figura del vicealcalde de La Seu.