PATRIMONIO HISTORIA
Las cuevas de Peramola conservan utensilios de los que huían de la Guerra Civil
La sierra de Sant Honorat, el Roc de Sant Honorat para los vecinos de Peramola, alberga cuevas donde todavía pueden verse utensilios que utilizaban para sobrevivir quienes huían de la Guerra Civil (1936-1939) y se escondían en los bosques. Son conocidos como los 'emboscados': jóvenes o desertores que rehuyeron el conflicto.
El Alt Urgell y el Solsonès son dos de las comarcas catalanas donde durante la Guerra Civil se escondieron más jóvenes que rehuyeron ir al frente y desertores de los dos bandos. Buscaban refugio en los bosques y lo hallaron, también, en parajes como la sierra de Sant Honorat. En Peramola lo llaman el Roc de Sant Honorat, que alberga balmas que dieron cobijo a decenas de refugiados que vivieron la guerra escondidos en la retaguardia. Se les conocía con el nombre de “emboscats”. “Muchos incluso llevaron animales para evitar que se los requisaran” en plena hambruna, explica Josep Espunyes, historiador local, en referencia a los escondites más accesibles.
Hay cuevas, sin embargo, que aún hoy no lo son. Joan Pallarès, exalcalde de Peramola y propietario de Can Boix, explica que su padre daba de comer a muchos refugiados del bosque. Algunas de las cuevas de la roca de Sant Honorat mantienen intactos los utensilios de las últimas comidas que guisaron, o bien los restos de camastros o transportadores que se usaron para sobrevivir en estos parajes. “Muchos abandonaron Barcelona, Sabadell o Terrassa y se escondían en el pueblo, o en el bosque junto a una casa, o bien en las rocas. También los había que eran del territorio. He visto en esas cuevas una cazuela colgando tal como la dejaron” hace más de 80 años.
“Escondían también aperos de la matansa del porc”, explica Pallarès. Algunos “huían luego a Francia o Andorra”, señala. Muchos eran gente “que se escondía de los anarquistas, sobre todo de la FAI” para no alistarse, señala el escritor Vidal Vidal, prologuista de alguno de los libros de Jesús Pallarès, padre del exalcalde. “Algunos estuvieron toda la guerra emboscados”, añade. “Se habían llegado a montar expediciones de la gente que desertaba del Ejército”, para huir más allá de la frontera, afirma Espunyes.
- La Guerra desde el escondite. Las imágenes muestran una de las cuevas de Sant Honorat donde se hospedaron decenas de jóvenes que descartaron unirse al ejército. También desertores.
- Sobrevivir en una cueva. Las balmas contaban (aún son visibles ahora) con utensilios para preparar la comida como cazuelas y transportadores. Los escondites de fácil acceso albergaban a veces también a los animales de una casa, que se alimentaban de hojas de encina.
- Días, meses y años. Algunos fugitivos llegaron a pasar emboscados toda la Guerra Civil. Otros cruzaron la frontera y algunos esperaron a que les rescataran de su bando.
Escondites remotos en bosques de todo el Pirineo
Jóvenes catalanes que no quisieron ir a la guerra y desertores del Ejército sobrevivieron a la contienda escondidos en los bosques y cuevas del Pirineo. Lugares remotos y de difícil acceso solo conocidos por las familias. Algunos estudios han seguido la ruta de los emboscados, que en Lleida pasa por las comarcas del Alt Urgell, el Sobirà y, especialmente, el Solsonès. Un trabajo de la historiadora Esther Miralles recogido por TV3 señala que en un primer momento quienes se escondieron ‘emboscados’ fueron curas, monjas y ciudadanos de mentalidad conservadora que huían de la violencia revolucionaria.
En Peramola, recuerda el historiador local Josep Espunyes, hubo siete curas escondidos en casas del pueblo que fueron respetados. “La Guerra en Peramola fue al revés del resto. Quien salvó aquí el puebo fue la FAI”, asegura Espunyes.
En la segunda mitad de la Guerra Civil (1936-1939) la mayoría de ‘emboscados’ fueron jóvenes que no quisieron unirse al Ejército o que lo abandonaron.También los hubo del bando franquista que se escondieron esperando a sus tropas, incluso algunos se armaron. Los fugitivos, en cualquier caso, solían recibir ayuda de la gente del lugar. En Peramola, los promotores del actual Can Boix comenzaron a servirles comidas, montaron duchas para que las pudieran utilizar los ‘emboscados’ y acabaron habilitando alojamiento en lo que fue el origen del actual hotel.