Nevadas que surgen del suelo
La tecnología suple la escasez de nieve natural con cañones y permite más días de esquí, aunque el cambio climático hace que funcionen cada vez menos días
Mingo Cecilia lleva más de 20 años al mando de la producción de nieve en Espot Esquí, que tiene unos 165 cañones repartidos por la estación. Esta tecnología permite que el turismo en zonas de montaña no se resienta demasiado cuando no nieva. Es lo que sucede este invierno, en que las estaciones de nórdico llevan semanas cerradas al no poder producir nieve. Tavascan tenía ayer tanto las pistas de esquí alpino como las de nórdico clausuradas. Su zona de debutantes, la única con nieve, está reservada a escolares y abrirá al público el fin de semana.
Cecilia asegura que su profesión ha cambiado mucho desde que empezó. Antes tenía que abrir y cerrar la entrada de agua en los cañones de forma manual, mientras que ahora los controla con un ordenador en la sala de máquinas, donde se encuentran las bombas de agua y los compresores de aire que los alimentan. “Gracias a los cañones, muchas estaciones pueden empezar la temporada en otoño”, asegura Cecilia mientras modifica en su ordenador los parámetros con los que determina la calidad de la nieve que quiere producir. Básicamente son dos: La primera es la presión del aire, que sale del compresor a más de 7 bares (unas siete veces la presión de la atmósfera). La segunda es la apertura de las válvulas que expulsan el aire y el agua ya mezclados.
“El tercer parámetro y el más importante es la temperatura, y no podemos aún controlarlo”, explica Cecilia riendo. Toma decisiones a partir de datos que recopilan sondas en distintas cotas de la estación. Gracias a ellas conoce el valor de las temperaturas húmeda y seca y la dirección y la velocidad del viento.
Cuanto más frío –siempre por debajo de cero– y menos humedad hay, la nieve resultante será de mejor calidad y el proceso más eficiente. A pesar que los cañones aseguran más días de esquí por temporada, “en cotas bajas, los días con condiciones favorables para producir han disminuido un 66% en 20 años, y los cambios de temperatura son cada vez más drásticos”, afirma Cecilia, que remarca que “por eso siempre procuramos encender el sistema de noche, cuando hace más frío y la luz es más barata”. La mayoría de la nieve se produce entre noviembre y finales de enero y sirve de base para que el manto nival dure. Se acopia al lado de cada cañón y se deja reposar para que pierda humedad. Los conductores de las pisanieves la reparten y la compactan en las pistas.
En cuanto al agua que usan los cañones, suelen abastecerse de la que recogen de las lluvias y el deshielo, así como de acuíferos. La almacenan en balsas, que en el caso de Espot y Port Ainé suman unos 250.000 metros cúbicos, lo que suelen consumir en una temporada. Cecilia lleva un registro de los espesores de nieve en las distintas pistas de Espot durante toda la temporada. Le permite afinar cuándo encender los cañones y cuando apagarlos, con el fin de no producir más nieve de la necesaria para llegar al final de la temporada y ahorrar recursos.