GUISSONA
La mitad de los ucranianos que llegaron hace un año a Guissona huyendo de la invasión rusa siguen en el municipio
El 95% de los ucranianos que se han quedado en Guissona viven con familiares o amigos que ya estaban instalados en el municipio
Guissona recibió hace un año a 350 refugiados ucranianos que huían de la invasión rusa, iniciada el 24 de febrero de 2022. Un año después, siguen en el municipio 175. "Eso quiere decir que se han adaptado y se han sentido acogidos", destaca el alcalde de Guissona, a Jaume Ars. El 95% de los ucranianos que se han quedado en Guissona viven con familiares o amigos que ya estaban instalados en el municipio mientras que el Ayuntamiento sigue ayudando en su día a día a 10 refugiados, que llegaron sin red, buscaron trabajo o tramitaron las ayudas de 400 euros aprobadas por el gobierno español. Además, un año después siguen llegando refugiados, como la madre de la Myroslava Didyk, que hace un mes y medio que ha llegado de Ucrania viendo que el conflicto se alarga.
La Myroslava hace 13 años que vive en Guissona, con su marido y sus hijos. Hace un año, poco antes de que estallara la guerra, su hermana vino de visita y ya se quedó. Sus padres estaban en Ucrania y aunque viven en la zona de Ivano-Frankivsk, que está alejada de los conflictos, quiere que su madre, Maria Kuziuk, se quede en Guissona.
La madre llegó hace un mes y medio de visita. La intención era pasar en Guissona un par de semanas pero finalmente ha decidido quedarse. Es por eso que esta semana la Myroslava la ha acompañado al ayuntamiento a hacer los trámites para empadronarse como refugiada. Su padre, en cambio, sigue en Ucrania. Tiene una granja, con vacas, caballos y cerdos, y "es complicado dejarlo todo", reconoce Didyk.
Personas como Maria vienen, mientras otros se han marchado. La mayoría de los ucranianos que llegaron hace un año en Guissona y ya no están, han vuelto a sus ciudades de origen o a la frontera con Polonia. Algunos de ellos han ido a otros puntos de Catalunya donde tenían familia o amigos.
Conseguir trabajo a través del TRONCO
No sólo en Guissona llegaron refugiados. Otros municipios leridanos también acogieron. Júlia Yaitska, por ejemplo, llegó en marzo de 2022 a Fondarella (Pla d'Urgell). Los primeros días fueron "complicados" reconoce, pero 11 meses después está más integrada en el municipio. Está aprendiendo catalán y ha empezado a trabajar gracias a un programa del TRONCO. A primera hora limpia al Ayuntamiento, después va a la guardería a ayudar con el comedor y por la tarde hace tareas administrativas a la escuela.
Además de Júlia, el Consejo Comarcal del Pla d'Urgell ha conseguido dar trabajo a dos personas más a través del TRONCO, un programa al cual no pudo acceder el Ayuntamiento de Guissona, a pesar de tramitarlo y ser uno de los municipios de Catalunya con más llegada de ucranianos teniendo en cuenta su población.
Los 10 refugiados que todavía reciben apoyo del Ayuntamiento de Guissona viven en 4 viviendas cedidas por los vecinos de los municipio. Tanto ellos como el resto de los 175 refugiados que se han quedado en el municipio, se han adaptado "muy bien", asegura el alcalde Jaume Ars, que a pesar de reconocer que son un ayuntamiento "con pocos recursos", gracias a los vecinos y a las comunidades que hay en el municipio se ha podido ayudar todo el mundo. "Si no se hubieran sentido bien acogidos, no estaríamos hablando de 175".
Un centenar de refugiados en el Pla d'Urgell
En el Pla d'Urgell llegaron un centenar de refugiados, principalmente mujeres y menores de edad. La mayoría tenían red de amigos o familiares, lo cual "facilitó" en parte el trabajo desde el servicio de acogida. En un primer momento se hicieron entrevistas individualizadas para saber cuáles eran las necesidades de cada persona, explica la trabajadora social Maribel Mateu, técnica de inmigración del Consejo Comarcal del Pla d'Urgell.
Para las personas que llegaron sin red se hizo un llamamiento a ayuntamientos y vecinos para que cedieran viviendas. Consiguieron 7 que sirvieron para alojar a aquellas personas que habían llegado a la comarca sin conocer a nadie. En Bellvís, por ejemplo, el ayuntamiento habilitó unos módulos en el albergue de temporeros y acogió una decena personas y en Castellnou de Seana, el ayuntamiento cedió un piso donde se alojó una familia de cinco, un matrimonio y los tres hijos.
Mateu reconoce que nunca se había encontrado con una situación como esta, porque "fue sobrevenida; teníamos que actuar y no teníamos recursos". Un año después, han comprobado que más de la mitad de los refugiados que llegaron al Pla d'Urgell se han marchado a otros países o a otros puntos de Catalunya. Con respecto a la otra mitad, los que se han quedado, la mayoría están trabajando, o porque han encontrado trabajo por sus propios medios o a través del SOC.
Júlia tiene 39 años y vive con su madre y sus hijas, de 11 y 13 años y que van a la escuela en la comarca, en casa de un vecino de Fondarella, que cedió la vivienda al ayuntamiento para acoger refugiados ucranianos. Ahora que Júlia trabaja, podrá aportar una parte del sueldo a pagar los gastos.
Júlia reconoce que en Fondarella viven bien, que ha hecho amigos y que están "tranquilas" porque Ucrania sigue siendo "muy peligroso", pero que querría algún día volver a su país porque es su casa y porque su hombre y otros miembros de la familia se han quedado.