EN JUEGO PARA LLEIDA
Una autovía en renovación
La legislatura termina con la A-2 inmersa en un proceso de renovación. El ministerio de Transportes lleva a cabo una puesta a punto en profundidad, la primera de esta magnitud en todo el periodo que va desde la inauguración del los primeros tramos, hace tres décadas, y la apertura del último entre Cervera y Santa Maria del Camí en el año 2004. El nuevo Gobierno que surja de las elecciones del 23 de julio deberá concluir estos trabajos en curso, pero también tomar decisiones sobre el futuro de esta autovía.
Hay propuestas sobre la mesa para reformarla y polémica sobre el mejor modo de hacerlo, además de la posibilidad de que pase a convertirse en una carretera de pago. Las obras para renovar el pavimento de la A-2 han abarcado hasta ahora los 15 kilómetros entre Torrefarrera y Els Alamús, una de las dos calzadas de la variante de Cervera y parte del trazado entre Alpicat y el límite con la provincia de Huesca. Los trabajos en marcha deberán prolongarse hasta 4 años más en los tramos inacabados, y quedará pendiente la renovación del pavimento entre Bell-lloc y Cervera, por ahora sin fecha prevista.
El deterioro acumulado durante años se ha hecho especialmente patente en el tramo que atraviesa la Segarra: baches y grietas en el carril de la derecha hacen que numerosos conductores eviten circular por él, algo que ha provocado quejas de ayuntamientos y conductores.Mientras avanzan los trabajos para reparar el firme de la A-2 en Lleida, el ministerio tramita en la provincia de Barcelona una reforma en profundidad del tramo comprendido entre Igualada y Martorell. Se trata de un ambicioso proyecto valorado en 500 millones de euros que incluye la construcción de una tercera rotonda y un nuevo túnel en El Bruc. Sin embargo, esta propuesta ha chocado con oposición en el territorio: alcaldes de la zona creen que se trata de una actuación sobredimensionada y con un elevado impacto ambiental y paisajístico.
Como alternativa, proponen mejoras en algunos accesos a la autovía y un mantenimiento más frecuente y exhaustivo de esta infraestructura para ganar seguridad. La conveniencia o no de dotar la autovía de una mayor capacidad se debate después de que el tráfico de la A-2 se haya aliviado ligeramente, a raíz de la liberación del peaje de las autopistas AP-2 y la AP-7 en septiembre de 2021. La circulación de vehículos en la autovía ha pasado de una media de unos 33.000 vehículos diarios en 2020, de los que un 30% eran pesados, a 30.000 diarios en 2022.
El volumen total de vehículos ha caído un 10% en este periodo, mientras que el de camiones ha descendido un 17%. La presidenta de la Asociación de Transportes de Lleida, Silvia Llobet, asegura que “tanto turistas como transportistas prefieren circular por la autopista” y cree que la tendencia va a seguir en aumento. “Antes, los transportistas que venían desde Madrid por la AP-2 se incorporaban en la A-2 por Soses.
Ahí terminaba la bonificación del peaje desde Alfajarin”, explica. Poco después del fin del peaje en la AP-2, el Gobierno puso de nuevo sobre la mesa el pago por uso, no solo de la autopista, sino también de las autovías. El Ejecutivo socialista anunció en 2021 ante la UE su intención de aplicarlo en el año 2024.
Acabó posponiendo esta medida meses después, al considerar que tendría un alto impacto en un momento de inflación. Sin embargo, no ha renunciado a implantarla en el futuro.
Un revulsivo para la seguridad viaria y el desarrollo económico leridano
La A-2 entre Lleida y Barcelona tiene un trazado de 179 kilómetros del total de los 717,5 km que suma en todo el Estado.
Su construcción estuvo rodeada de polémica por cuestiones como las expropiaciones entre Lleida y Tàrrega y la discusión sobre del trazado entre Cervera e Igualada. Requirió una inversión de unos 650 millones de euros y las obras se dividieron en las diferentes etapas. El tramo entre Martorell-Igualada se inauguró en 1990.
Le siguieron los comprendidos entre Lleida y Tàrrega (1992), Tàrrega y Cervera (1993), Martorell y Barcelona (1998) y el de Cervera a Igualada (2004). Antes de la autovía, la carretera entre estas dos últimas localidades era un embudo de unos 30 kilómetros por el que pasaban 20.000 vehículos al día. Entre 1994 y 2004, tiempo que duraron los estudios y las obras del trazado de la A-2, la N-II registró 427 accidentes de tráfico, con 772 personas heridas y 105 fallecidos, lo que supone una media superior a las 10 víctimas mortales al año.
Esta cifra se redujo a la mitad entre 2007 y 2012, tras la apertura de la autovía. La A-2 contribuyó de forma decidiva a mejorar la seguridad vial, pero también a revitalizar la economía y atraer empresas. Se convirtió en un eje vital de las comunicaciones en Catalunya y propició también la llegada de firmas del cinturón industrial de Barcelona, lo que espoleó la necesidad de disponer de más suelo industrial.
Alcaldes y asociaciones de empresarios y transportistas reivindican inversiones para ganar fluidez y seguridad.