Los dueños de Tor quieren cerrar la montaña y la vía hacia Andorra en invierno
Instalan vallas en el camino de este núcleo de Alins, que une el Sobirà y el Principat
Los propietarios de la montaña de Tor quieren cerrarla bajo llave los meses de invierno. Para ello han instalado este mes vallas a ambos extremos del camino de tierra que da acceso a este pueblo del municipio de Alins, y que comunica la comarca del Pallars Sobirà y Andorra. De esta forma, pretenden evitar que esta pista de titularidad privada se deteriore por el paso de vehículos, tras constatar un aumento del tráfico.
Las dos nuevas vallas están por ahora abiertas, y la comunidad de propietarios recaba asesoramiento para asegurarse de que cerrar el camino privado se ajusta a la legalidad. Una vez lo corroboren, su intención es clausurarlo durante los meses de invierno. En este periodo, el paso deberá limitarse a quienes tengan casa en el pueblo o trabajen en él, así como otras personas con permiso de la comunidad para circular por el camino. Estos serán los únicos que dispondrán de llaves para abrir las vallas. Los propietarios acordaron instalarlas tras un verano en que la montaña ha recibido una alta afluencia de visitantes, desde turistas en coches hasta excursionistas a pie.
Fuentes de la comunidad explicaron que el deterioro que ocasiona el tráfico de vehículos en el camino les ha obligado a pagar este año unos 12.000 euros en reparaciones para garantizar que siga siendo transitable. La decisión de cerrar el acceso a la montaña solo en los meses de invierno se debe a que en esta época es cuando el suelo está húmedo y blando por las lluvias y las nevadas. Esto hace que los desperfectos que ocasiona el paso de automóviles y motos sean mayores y más costosos de reparar.
Además del paso frecuente de automóviles por el camino, los propietarios de la montaña han visto con preocupación que excursionistas hacían acampada libre el pasado verano, algunos durante varios días. Por este motivo, han desplegado también varios carteles de gran tamaño que advierten a los visitantes que se encuentran en terrenos privados. Asimismo, se plantean demoler una cabaña que amenaza ruina, tras constatar que turistas han pernoctado en ella a pesar del riesgo de que se derrumbe.
La llegada de nuevos herederos ha pacificado antiguos conflictos
Nuevos herederos se han incorporado en los últimos años a la comunidad de propietarios de Tor y han contribuido a calmar viejos conflictos. Disputas por la propiedad de la montaña desencadenaron tres asesinatos en este pequeño pueblo de trece casas. El último protagonista de aquella tragedia murió en el año 2019. Era Jordi Riba Segalàs, el Palanca, que defendía mantener los usos tradicionales de la montaña. Hacerlo suponía conservar el aislamiento que hizo de ella un lugar paso frecuente de contrabandistas por su proximidad con la frontera andorrana. Su postura chocó con la de Josep Montané Baró, de casa Sansa y partidario de aprovechar la vecindad con el Principat para extender a Tor las pistas de esquí andorranas. Para ello firmó un contrato con un empresario andorrano, Rubén Castañer. Las fricciones llegaron al límite en julio del año 1980, cuando empleados de Castañer mataron a tiros a dos trabajadores del Palanca. Fueron condenados a ocho años de prisión. En 1995, una sentencia judicial declaró a Montané único propietario de la montaña y, en julio de ese mismo año, apareció muerto con señales de estrangulamiento y un golpe en la cabeza. El crimen quedó sin resolver. Tiempo después, otro fallo judicial establecería de nuevo la propiedad compartida de la montaña.