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El pa d’Àger també arriba a l’alberg de Sant Llorenç quan fan la comanda.

El pan de Àger también llega al albergue de Sant Llorenç cuando hacen el pedido. - E.FARNELL

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El panadero llamando a la puerta o dejando la bolsa colgada del picaporte cuando no hay nadie en casa. Hay costrumbres que no se pierden con el paso del tiempo y en algunos pueblos de Lleida aún pervive esta costumbre, no solo para mantener la tradición, sino como una respuesta ante la pérdida de servicios de los pequeños pueblos rurales. El panadero de Àger, Ramon Mauri, recuperó hace años la entrega el pan puerta a puerta, con un reparto a la antigua usanza. Excepto los lunes, día festivo de la semana, el pan elaborado en su horno de leña, donde también vende de forma directa, viaja más de 50 kilómetros hasta el pequeño pueblo de Sant Llorenç de Montgai, el convento de Santa Maria de Les Avellanes en Os de Balaguer, el pueblo de Les Avellanes y Balaguer.

Imma Barnús es la encargada del reparto diario, tanto a vecinos como establecimientos que revenden el pan, como es el caso de Les Avellanes, y bares y restaurantes de Balaguer. Los pedidos se pueden ir modificando, según la necesidad, de un día para otro, comunicándolo a través del teléfono, y la factura se paga al final de semana o mes. Así lo hace Pepita Piqué, de Sant Llorenç de Montgai, que espera cada día la llegada de Imma con el pan. “A veces no me da tiempo a salir y me encuentro la bolsa del pan en la puerta. El viernes me preparo y pago toda la semana. Solo si soy rápida, si no, pago el próximo día”, dijo. El pan también llega al Casal, al albergue y a otros vecinos de Sant Llorenç de Montgai, que se lo encuentran cada día en la puerta de casa. “Aunque la venta en Balaguer supone el mayor volumen de negocio, seguimos repartiendo a los clientes que durante años han optado por nuestro producto. Aunque el servicio puerta a puerta no compensa económicamente, sí es gratificante y ya lo hacemos hasta como un favor”, explicó Ramon. “Cogí el relevo a mi padre como panadero, pero no podía quedarme solo en Àger, donde las ventas aumentan en verano, vacaciones y festivos, tenía que reiventarme o morir”. Hace más de veinte años que la familia Mauri reparte pan por los pueblos a clientes fieles y otros nuevos que van llegando. Según Ramon, hoy en día las distancias son cortas y poder ofrecer este servicio a domicilio da un valor añadido. El sector de las panaderías vive años difíciles, ya que la mayoría de pueblos rurales se van quedado sin hornos por falta de relevo, por el aumento de costes de la materia prima, la crisis energética y de precios. En los últimos dos años, una veintena de hornos de Les Garrigues, El Pla, Noguera o Urgell han cerrado definitivamente sus puertas.

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