LLEIDA
El bosque avanza 95.000 hectáreas y los cultivos pierden 73.000 en medio siglo en Lleida
Las reforestaciones y la despoblación alteran los usos del suelo y el régimen del agua
El monte se ha comido 73.000 hectáreas de cultivos y ha avanzado otras 22.000 en el último medio siglo en Lleida, donde ya casi dos tercios de la superficie es de carácter forestal en una transformacion de la ocupación del suelo que tiene su origen en el abandono del medio rural y las reforestaciones y que afecta, a la baja, a la disponibilidad de agua.
El monte ha crecido para ocupar más de 95.000 hectáreas en Lleida en el último medio siglo, buena parte de ellas a costa de unos cultivos que en ese mismo periodo se han visto reducidos en casi 73.000.
Esos datos, procedentes de los inventarios forestales que el Gobierno central comenzó a elaborar en 1970, de los actuales anuarios de gestión forestal del ministerio para la Transición Ecológica, el último de ellos de 2021, del PECT (Proyecto de Especialización y Competitividad Territorial), cuya primera edición data de 2018-2021 y del Instituto de Estadística de Catalunya, indican que la superficie forestal, que incluye las áreas boscosas, las de matorral y las de monte bajo, ha pasado de 685.064 a 780.500 hectáreas, mientras las tierras de cultivo lo han hecho de 419.216 a 346.243.El monte ha aumentado en 95.436 hectáreas, casi un 14%, y la superficie agraria ha disminuido en 72.793, un 17,5%, unas extensiones que vendrían a corresponderse con las que ocupan las comarcas del Solsonès (o el triple del Pla d’Urgell) en el caso del avance forestal y, en el del retroceso agrícola, la Segarra.
Dos tercios de la superficie de Lleida tienen carácter forestal, una media superior a la de la cuenca del Ebro Abandonado en 1962, el bosque ocupaba ya en 1997 más del 90% de sus 435 hectáreas de cultivo
Este proceso se está dando de manera generalizada tanto en Catalunya como en el conjunto del Estado, donde “en los últimos decenios se ha producido un muy significativo incremento de la superficie forestal” como consecuencia de tres factores: “Las políticas de reforestación aplicadas desde finales del siglo XIX, el abandono del medio rural y el incremento de temperaturas por el efecto del cambio climático”, según explicó la jefa del Servicio de Aplicaciones Forestales de la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro), Isabel López, en la reciente jornada sobre Bosques y agua: innovación en la gestión de los montes para la optimización del agua azul, organizada por el organismo de cuenca.El 52% de la superficie de la cuenca del Ebro es de tipo forestal, un porcentaje que en el caso de Lleida se acerca al 65%, casi dos terceras partes del total con un reparto del 73% arbolado y un 27% de monte bajo y matorral. Ese aumento de la cubierta vegetal, que arroja un saldo positivo de algo más de 22.000 nuevas hectáreas, tiene una influencia directa en la disponibilidad de agua, ya que aumenta la absorción de las escorrentías naturales y, al mismo tiempo, eleva el consumo de recursos naturales al incrementar su emisión mediante la evapotranspiración.“A la hora de realizar una gestión integral del agua es necesario tener en cuenta todas las actuaciones que pueden afectar a todo este ciclo hidrológico. La gestión forestal, a la vista de la importancia superficial que tienen los bosques, aparece como un elemento que puede tener mucho interés para hacer una planificación integral completa del recurso hídrico”, anota la jefa del Servicio de Aplicaciones Forestales de la CHE.
Las zonas forestales avanzan por el abandono
El monte de Boix, uno de los núcleos despoblados tras la construcción del embalse de Santa Anna, en el Ribagorçana, y cuyo término fue incorporado al de Ivars de Noguera, ofrece un ejemplo paradigmático del avance del bosque en terrenos abandonados, tal y como se expuso en la jornada Bosques y agua: innovación en la gestión de los montes para la optimización del agua azul, organizada por la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro). Un vuelo fotográfico efectuado en 1956, seis años antes de que el municipio fuera formalmente extinguido, permitió cifrar en 435 hectáreas la superficie dedicada a cultivos agrícolas. A finales de los años 60 el 14% de esa extensión estaba ocupado por arbolado, un porcentaje que se había disparado al 92% en 1997.Ese avance de la superficie forestal se produjo a pesar del incendio provocado por la explosión de un obús militar en 1991, que arrasó cientos de hectáreas en Boix y en Tragó, otro de los municipios que murieron con el nacimiento del pantano y que fue anexionado a Os de Balaguer.“El último mapa forestal del Miteco (Ministerio para la Transición Ecológica) demuestra cómo se ha regenerado y repoblado la zona”, indicaron fuentes de la CHE, que llamaron la atención sobre el avance de las áreas forestales: la superficie arbolada ha pasado de dos a tres millones de hectáreas en la cuenca del Ebro desde los años sesenta.“El número de hectáreas de bosque ha aumentado en un millón en menos de un siglo”, destacaron, con “más cantidad de bosque en los entornos del Cinca, Gállego, Nogueras y Guadalope. Es decir, en Aragón y Lleida. También en Navarra, Soria, Burgos y Cantabria”.En el último siglo, los bosques de pino han duplicado su extensión para pasar de 300.000 a 600.000 hectáreas en el Ebro y los de encina se incrementaron en 200.000.
Una hectárea ‘extra’ de bosque por cada cinco reales
El hecho de que los bosques y montes permitan con frecuencia más de un aprovechamiento hace que, en la práctica, la superficie aprovechable resulte superior en algo más de un 18% a la real en los registros. Eso, sin tener en cuenta las 702.305 hectáreas que cuentan con planificación cinegética, que la duplicaría con creces en caso de ser incluidas. El Anuario de Gestión Forestal de 2021 contabiliza en Lleida 200.873 hectáreas en las que pueden crecer setas, 553.931 aptas para la trufa y 2.896 dedicadas al cultivo de plantas aromáticas y medicinales, superficies a las que se añaden 161.048 de pastizales y 3.798 en las que hay colmenas. En muchos casos se trata de aprovechamientos que se efectúan de manera simultánea. La mayoría de esos bosques carece de ordenamiento, algo que, de hecho, ocurre en menos de la cuarta parte de su superficie: el mismo anuario cifra en 700 el número de montes ordenados, que suman una extensión de 173.174 hectáreas. Algo más de la mitad, 88.822 son de titularidad pública y el resto, 84.352, de propiedad privada.