COMARCAS
Ofrecerán injertos de fruta para preservar variedades autóctonas
En un taller en Llesp, tras recuperar 100 especies de pera y manzana de altura
“Las falles son un patrimonio intangible que tiene que ser renovado cada año para existir, y el románico es material, está ahí y no depende de que haya misa en esas iglesias para consevarlo. La fruta está en medio: el árbol vive pero si no se renueva cada cuarenta o cincuenta años se pierde”, sostiene Xavi Farré, responsable del Observatorio de Variedades Comerciales y Autóctonas de Llesp.
Farré dirigirá el próximo sábado un taller de injerto en cuya organización participa el consell comarcal de l’Alta Ribagorça y cuyo objetivo es que algunas del centenar de variedades autóctonas de manzana y de pera de la comarca que ha ido recogiendo y documentando en el observatorio pasen a ser cultivadas en huertos y jardines particulares de la zona.“La idea es dar a conocer la técnica para que la gente pueda cultivarlas en sus casas”, señala Farré.“Sería bueno que una administración, el consell o el ayuntamiento, aportara un campo para instalar un observatorio en condiciones”, añade, “pero la mejor forma de conservación es la campesina, y ahí entran también los huertos y los jardines de las segundas residencias”.
Farré puso en marcha el observatorio y la recogida de variedades autóctonas de pera y de manzana de l’Alta Ribagorça en 2009. Quince años después, y tras haber rastreado pueblos habitados y deshabitados, ha reunido “en torno a 50 variedades de manzana y otras tantas de pera”.“Nosotros solo hemos recogido lo que la gente nos ha cedido, y eso tiene que ser de dominio público”, apunta Xavi Farré, quien anota que “la gente que ha conservado esas variedades durante siglos las ha cedido a cambio de nada. Esto es todo cedido, y yo lo sigo cediendo”.Se trata por lo general de árboles que producen frutos de pequeño tamaño que en algunos casos, principalmente entre las peras, se usan para cocinar. Suelen cultivarse en modo ecológico y apenas tienen entrada en los canales de venta de la alimentación.El trabajo de documentación que ha ido desarrollando el observatorio incluye episodios como la identificación de una variedad que lleva desde finales del siglo XIX en l’Alta Ribagorça, a donde llegó en torno a 1890, tras haber viajado de EEUU a Francia en 1835.“Hemos encontrado variedades que no se sabía de dónde venían, como esta, que resultó estar relacionada con un hombre que viajaba a menudo a trabajar a Francia, a la zona de Toulouse, donde se cultivaban miles de hectáreas de ella”, ilustra.“La diversidad que hemos encontrado demuestra la capacidad de arraigo de esas variedades”, señala.Ocho de los cincuenta tipos de manzana que han arraigado en la Alta Ribagorça crecen también en el Pallars y en el departamento francés del Ariège.“Se trata de un patrimonio vivo y muy local que habría que intentar conservar”, concluye.