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TOR LA HISTORIA

Capítulo 2: La montaña de Tor tiene ahora 28 dueños inscritos, cuatro de ellos ya fallecidos

Las trece familias que vivían en Tor en 1897 constituyeron la Sociedad de Condueños para asegurarse de que la montaña permaneciera en manos de los vecinos. Sus estatutos, que exigían tener casa abierta en el pueblo todo el año, se convirtieron casi un siglo después en fuente de conflictos, con 24 años de litigios y tres víctimas mortales.

Capítol 2,Tor té 28 propietaris

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La propiedad de la montaña de Tor se disputó en los tribunales durante casi un cuarto de siglo, desde la primera demanda en 1981 hasta la última sentencia en 2005. El último fallo estableció que las 2.600 hectáreas eran propiedad de las trece familias que, a finales del siglo XIX, constituyeron la Sociedad de Condueños. Sin embargo, el fin del litigio no trajo por sí solo la paz. 

Fueron necesarios nueve años y la llegada nuevos herederos para que los dueños de la montaña volvieran a reunirse. En 2014 comenzó el trabajo para restablecer la colaboración rota por 24 años de conflictos que se se saldaron con tres víctimas mortales.

La Sociedad de Condueños de Tor ya no existe, y los actuales propietarios han dejado de regirse por sus antiguos estatutos. Fueron redactados en 1897 con la intención de evitar que la montaña acabase siendo comunal y mantener la propiedad en manos de los vecinos del pueblo. La condición de condueño exigía reunir tres condiciones: ser “propietario, cabeza de familia y vecino con casa abierta en Tor”. Incumplirlas significaba perder la participación en la montaña, que pasaría a repartirse entre los demás copropietaros a partes iguales. Cerca de un siglo después, estos requisitos se convirtieron en fuente de conflictos y enemistades.

Jordi Riba, El Palanca (dreta), al costat d’altres copropietaris de Tor a l’Audiència de Lleida, on litigaven per Tor l’any 2004.

Jordi Riba, El Palanca (dreta), al costat d’altres copropietaris de Tor a l’Audiència de Lleida, on litigaven per Tor l’any 2004. - RAFA ARIÑO

En 1981, cuatro vecinos de Tor reclamaron en el juzgado de Tremp retirar al resto la condición de condueños, alegando que incumplían la exigencia de residir en el pueblo todo el año. La sentencia tardó nada menos que 14 años en llegar: cambios de jueces y abogados alargaron el proceso hasta 1995. Ese fallo declaró único dueño a Josep Montané Baró, conocido como Sansa. Lo hallaron muerto en su casa meses después y se convirtió en la tercera víctima del conflicto sobre Tor. Quince años antes, el 3 de julio de 1980, dos empleados del copropietario Jordi Riba Segalàs, conocido como El Palanca, habían muerto tiroteados por dos empleados de Rubén Castanyer, empresario andorrano que pactó con Sansa y otros condueños construir pistas de esquí en la montaña.

A la sentencia que declaró a Montané único propietario le siguieron otras cuatro. Entre ellas destacan dos de la audiencia de Lleida: una equiparó la montaña con una propiedad comunal en 1997 y otra la dividió a partes iguales entre las trece familias del pueblo en 2004. Esta amplia variedad de interpretaciones se debió en parte a que los estatutos de la Sociedad de Condueños, pensados solo para mantener el statu quo del siglo XIX, nunca se ajustaron a ninguna figura jurídica existente. 

Jordi Riba, El Palanca (dreta), al costat d’altres copropietaris de Tor a l’Audiència de Lleida, on litigaven per Tor l’any 2004.

Josep Montané, Sansa, en Tor. Fue declarado único dueño de la montaña en 1995 y fue hallado muerto pocos meses después.

Así lo afirma un estudio del abogado Pere Gibert, que analiza la propiedad de Tor desde el punto de vista del Derecho Civil. “Es un híbrido entre costumbres e instituciones del derecho privado difícil de clasificar”, dice. Prueba de ello, añade, es que “ha pasado por el análisis de al menos diez jueces y sus decisiones han sido muy dispares”.

Una década después de la última sentencia, el Butlletí Oficial de la Província empezó a convocar a los dueños de la montaña a reuniones de la nueva Comunitat de Copropietaris de la Muntanya Particular de Tor, constituida entonces como una comunidad de bienes. Tras crear una nueva sociedad, han vuelto a obtener ingresos por alquilar pastos y por aprovechamientos cinegéticos, ya que Tor forma parte de la Reserva Nacional de Caça de l’Alt Pallars. En cambio, no han vuelto las talas ni la venta de madera. No es lo único que ha cambiado. 

Si durante décadas la montaña ha formado parte de rutas de contrabandistas, ahora el principal tráfico lo conforman los numerosos turistas que acuden atraídos tanto por la belleza del lugar como por su trágica historia. Un nuevo libro y una serie de televisión del periodista Carles Porta ha dado a Tor una nueva popularidad que sus propietarios hubieran preferido ahorrarse: el turismo es un negocio que apenas han explorado hasta ahora y, para la mayoría de ellos, una alta afluencia de visitantes solo significa deterioro de la pista que conduce al pueblo, daños que reparar y basura que recoger, sin beneficios a cambio para el conjunto de los dueños de la montaña.

Jordi Riba, El Palanca (dreta), al costat d’altres copropietaris de Tor a l’Audiència de Lleida, on litigaven per Tor l’any 2004.

Uno de los carteles que los dueños de Tor exhiben en la montaña.

Tor tiene ahora 28 dueños, cuatro de ellos fallecidos

Tor tiene ahora 28 dueños inscritos en el registro de la propiedad de Sort. Veinticuatro son descendientes de las 13 familias que constituyeron la sociedad de condueños a finales del siglo XIX. Los 4 restantes son algunos de los miembros fundadores, personas fallecidas décadas atrás y cuya inscripción de propiedad data de 1897. Existen herederos, según explican otros propietarios de la montaña, pero hasta la fecha no han inscrito los terrenos a su nombre y, en consecuencia, no participan en la toma de decisiones sobre esta vasta extensión de 2.600 hectáreas limítrofe con Andorrra.

El pueblo tiene 14 habitantes empadronados, según el Instituto Nacional de Estadística (INE), pero ninguno de ellos reside allí todo el año. “Tampoco lo hacía ninguno de los que litigaron por la montaña, ni siquiera Sansa”, recalcan miembros de la actual sociedad de propietarios, libre ya de los viejos estatutos del siglo XIX que supeditaban la condición de condueño a tener “casa abierta en Tor” todo el año.

En la actual sociedad de copropietarios, el voto de cada miembro se pondera en función de la porción de la finca que posee. Solo unos pocos tienen una treceava parte de la montaña, mientras que el resto son dueños de fracciones más pequeñas, como consecuencia de herencias que han dividido las participaciones de las trece familias iniciales. La mayoría de los propietarios actuales lo son desde fechas recientes, cuando ya habían terminado los pleitos por la titularidad de la montaña en los tribunales. 

Son 15, frente a nueve que heredaron su parte de Tor cuando la batalla judicial ya estaba en marcha.“Decidimos que no podíamos vivir en el pasado”, explicó una miembro de la sociedad, que apuntó que, desde entonces, “llevamos años trabajando para salvaguardar el legado de nuestros antepasados de forma constructiva y en paz”, dijo. Recalcó que “Tor es una oportunidad para el Pallars”, más allá de la trágica historia sucedida hace 3 décadas. “Pedimos un respeto que será difícil conseguir si siempre se habla de Tor en la misma dirección”.

Pere Gibert, abogado: «Los condueños plasmaron sus costumbres en papel»

Pere Gibert es un joven abogado barcelonés que, en el año 2021, dedicó su trabajo de final de grado a analizar la sociedad de condueños de Tor desde el punto de vista del Derecho Civil. Conocía la montaña y había leído el primer libro que Carles Porta le había dedicado, Tor, 13 cases i tres morts, pero sobre todo le atrajo la idea de estudiar una propiedad rural que considera “prácticamente única” en Catalunya desde el punto de vista jurídico.

El estudio, titulado Tor, una propietat convulsa, constató que la sociedad creada en 1897 era “un híbrido entre costumbres e instituciones del derecho privado” que no encajaba con ninguno de los modelos establecidos. “Es difícil clasificarla, y prueba de ello es que, tras pasar por el análisis de al menos diez jueces, las decisiones que han tomado han sido muy dispares”, afirma. “Los vecinos de Tor temen que, si no inscriben la montaña a su nombre, esta puede acabar siendo comunal”, explica Gibert, que cree que los estatutos de la sociedad de condueños reflejan “tanto la voluntad de los habitantes de Tor de conservar lo que tienen como de mantenerlo en manos de las mismas familias”. “Intentaron plasmar en papel la gestión basada en las costumbres del lugar”, añade. 

En este sentido, apunta que la sociedad permitía la vender terrenos, pero en la práctica, “solo era posible hacerlo entre gente del pueblo”. Esto ha cambiado, valora Gibert, con la sentencia que desde 2004 atribuyó la propiedad a las trece familias de Tor en régimen de usucapión. Considera que esto la equipara a una comunidad de bienes convencional. Sin embargo, en su estudio advertía que, en el año 2021, los antiguos estatutos del año 1897 seguían figurando en el registro de la propiedad de Sort como cargas sobre la finca. Tres años después, los antiguos estatutos que motivaron años de conflictos siguen todavía allí.

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