LLEIDA
El juez que ordenó la prueba dental que delató Serafín Cervilla para resolver el crimen de Cervera entra al Poder Judicial
José Carlos Orga ordenó en 1999 la pionera prueba dental que delató a Serafín Cervilla || Deja la Audiencia de Logroño para ejercer de vocal en el Poder Judicial
José Carlos Orga, el magistrado que a finales de 1999 resolvió mediante una pionera prueba de análisis dental el crimen de Cervera, va a ser designado como vocal del Consejo General del Poder Judicial dentro del acuerdo cerrado el martes por el PSOE y el PP.
Orga, natural de Zaragoza y de 57 años, tuvo como primer destino hace casi 25 años el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 1 de Cervera, donde asumió la investigación del brutal asesinato de Marina Ruiz, una joven de 24 años cuyo cadáver fue hallado la mañana del 15 de febrero de 1999 tirado sobre la vía del tren de Cervera.
La atrocidad con la que fue destrozado su cuerpo, cuyas zonas abdominal y uterina fueron desgarradas con la pieza de hierro de un cepo de embrague tras destrozarle la cara a golpes y antes de estrangularla, y el hecho de no mostrar apenas resistencia dirigía las sospechas hacia alguien de su entorno. La fecha elegida para el crimen, la noche de San Valentín, también acabaría mostrando las aristas de su pérfido encaje en el puzzle, aunque ese significado tardaría meses en manifestarse.
La investigación, desarrollada por los Mossos cuando estos apenas llevaban cinco meses desplegados en sustitución de la Guardia Civil en La Segarra, el Urgell y la Noguera, parecía no avanzar o, cuando menos, no hacerlo con velocidad. Aunque en realidad, el asunto llevaba meses resuelto, desde las primaras semanas de las pesquisas, aunque mediante una prueba que estaba invalidada de suyo.
La prueba consistía en el cotejo de la dentadura de Serafín Cervilla, novio de Marina Ruiz, con la huella de un mordisco que el asesino, o al menos uno de ellos, había dejado en el seno izquierdo de la víctima.
Una de las primeras decisiones de Orga, que había llegado al juzgado como magistrado en octubre de ese año, fue ordenar la repetición de esa prueba con todas las garantías judiciales. Cervilla, que ya se había prestado a la toma de los moldes por los Mossos poco después del crimen, accedió de nuevo.
Horas más tarde ingresaba en prisión y, tras una breve salida, la Audiencia de Lleida le condenaba en octubre de 2001 a 36 años de prisión por asesinato y violación. Cervilla cumple, ya en tercer grado, el tramo final de los 30 años de reclusión efectiva que le cayeron.
Sin la radiografía dental, “tendría que haberlo dejado libre”
José Carlos Orga se encontró al llegar al Juzgado número 1 de Cervera con una situación peculiar: los Mossos habían resuelto policialmente el crimen de Cervera, pero la prueba reina de las pesquisas carecía de valor ante un tribunal: ni la muestra dental que le habían tomado, con su permiso, a un Serafín Cervilla que encarnaba la paradójica figura del sospechoso no imputado ni el resultado de su estudio tenían valor judicial.
Y no había jurisprudencia que señalara el camino a seguir. Orga ordenó detener a Cervilla y tomarle nuevas muestras, y el resultado del análisis le señaló como el autor del mordisco que la víctima, según determinaron los forenses, sufrió en el trance (no antes ni después) del crimen.
Previamente, había elaborado un denso razonamiento jurídico con el que el resto de la investigación quedaba a salvo de la radiación que sobre ella pudiera emitir la primera prueba, y que el Supremo y el Constitucional convalidarían meses después. ¿Qué habría pasado de negarse a la toma del molde? ¿Y si entre prueba y prueba se hubiera dañado un diente? “Tendría que haberlo dejado en libertad sin cargos”, admitió años después Orga.