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El Canal de Aragón y Catalunya acumula 118 años de historia

El agua del Aragón y Catalunya ha pasado de redimir un desierto a estructurar un boyante agronegocio

Projecte per alterar les capçaleres de l’Éssera i la Garona.

Proyecto para alterar las cabeceras del Ésera y el Garona. - AMADO FORROLLA

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El Canal de Aragón y Catalunya, que riega 98.000 ha en el Segrià, el Baix Cinca, el Cinca Medio y la Llitera, acumula 118 años de una historia en la que a menudo afloran paradojas como la de haber sido concebido para “matar el hambre” de la última de esas comarcas antes de extenderse a las otras tres y dar lugar a una potencia exportadora de alimentos.

El agua es trigo, es carne, es lana, cáñamo, lino, es frutas; no es agua para apagar la sed, es agua para matar el hambre”, dejó escrito Joaquín Costa a finales del siglo XIX en referencia al Canal de Aragón y Catalunya, del que fue uno de los principales promotores. Casi 120 años después, aquellas secas estepas que se extendían por el Segrià, la Llitera, el Baix Cinca y el Cinca Medio y que cubren el sur del interfluvio Cinca-Segre se han convertido en un foco de agronegocio que cada año exporta varios cientos de miles de toneladas de carne de cerdo y de ternero, principalmente a China y a Italia; varias decenas de miles de alfalfa, con Arabia Saudí y los Emiratos como principales clientes, y otras tantas de fruta cuyos destinos más habituales son Alemania y Francia, algo que no deja de chocar con la importación de cientos de miles de toneladas de maíz y soja sin las que la densa cabaña de porcino y bovino de la zona resultaría inviable.

“Ha sido una evolución vertiginosa. Somos el ejemplo de una transformación de secano en regadío que ha evolucionado hasta alcanzar el pleno desarrollo. Hoy se exportan dos tercios de la producción”, explica José Luis Pérez, presidente de la comunidad general de regantes, que destaca la elevada eficiencia del uso del agua en la zona regable con una dotación media de 5.500 metros cúbicos por hectárea y año.

Ese consumo se sitúa entre el 41% y el 64% del que presentan los grandes sistemas de la cuenca del Ebro como el Canal Principal d’Urgell (9.000), Riegos del Alto Aragón (8.600), Bardenas (9.300) y Pinyana (13.300). Y pone en evidencia la obsolescencia de los cuatro paralelos al río: más de 15.300 en Lodosa y Tauste y de 38.000 en el delta.

Esa eficiencia, no obstante, tiene distintas consecuencias entre las que destacan dos: la ganancia y la dependencia. “En los últimos veinte años, cuando se han dado las condiciones, la producción se ha disparado. Estamos en un punto muy maduro”, señala Alberto Gracia, presidente de la Lonja Agropecuaria de Binéfar, quien destaca que “la producción supera con creces la demanda y la mayor parte de lo que se produce va a la exportación. Dependemos de ella”. El cuadro incluye carencias susceptibles de transformarse en oportunidades: “falta dar el paso de alimentar ganado a alimentar personas, que es algo que llegará vinculado a la garantía del suministro de agua”, mientras echa en falta “una industria que atraiga cultivos”. “Ningún actor de la zona promueve eso”, anota. “Las fábricas de pienso compran toda la producción de cereal. Estamos en un ciclo de bonanza que no estimula la inversión”, añade.

Para Óscar Moret, fruticultor, regante del canal y secretario provincial del sindicato Uaga en Huesca, “el regadío se ha convertido en un gran negocio. Lo que estamos exportando es agua. Hemos convertido la zona en un sistema que transforma agua en fruta, carne y forraje para venderlo en otros países”. Y eso, diagnostica, entraña varios riesgos entre los que destaca dos: la dependencia y la debilidad en años de escasez de agua, por una parte, y, por otra, el atractivo que la garantía de su suministro supone para una agroindustria y unos fondos de inversión cuya incipiente presencia está comenzando a cambiar las estructuras y a disparar el precio de la tierra. “Sin el regadío no existiríamos, en eso no hay dudas, pero hace tiempo que el agua no fija población, y vienen unas economías de escala que se pueden llevar por delante la agricultura familiar” advierte.

Pep Espluga, sociólogo de la UAB, experto en sistemas agroalimentarios y regante, sitúa el “punto de inflexión en los años 90, cuando las políticas agrarias dejan de estar vinculadas a los mercados locales o regionales y se orientan a un mercado global caracterizado por la fluctuación constante y muy sensible a juegos especulativos”.

“Eso se tradujo en un salto adelante solo apto para los más fuertes”, dice, que “ha comportado la progresiva eliminación de las pequeñas explotaciones y la concentración de la producción en cada vez menos manos”.En ese proceso ha resultado clave la modernización del regadío, que resulta “indispensable para que nuestros agricultores puedan seguir compitiendo”, aunque “a largo plazo puede comportar efectos colaterales”.

Un cambio radical en las relaciones con Pinyana

El cambio de relación entre los canales de Aragón y Catalunya y de Pinyana, que comparten el Noguera Ribagorçana como fuente de abastecimiento, única para el segundo y con el Ésera para el primero, apunta a ser estructural: 32 años después del Pacto del Agua, que reguló el acceso al caudal de Santa Anna, esta primavera Pinyana ha regado con el del Ésera. “El tema no es pelear sino crear un cuerpo común frente a los desafíos”, señala José Luis Pérez.

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