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Casi 9.000 leridanos viven en pueblos en los que ya no funciona ningún bar

Hasta 28 municipios carecen de autónomos dedicados a despachar comida y bebida

Dos vecinos conversan en la barra del bar Cal Andreu de La Portella a mediodía de ayer.

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Cerca de 9.000 leridanos viven en la treintena de municipios en los que no hay bar, una situación que los hosteleros consideran que está yendo a peor ante la escasa viabilidad económica que un negocio de ese tipo ofrece en poblaciones menguantes y envejecidas y pese a los esfuerzos de los ayuntamientos por mantener un servicio básico como este.

“Los ayuntamientos están haciendo lo que pueden para mantener el centro neurálgico del pueblo que es el bar, pero es muy difícil mantenerlos”, explica Ramon Solsona, secretario general de la Federación de Hostelería de Lleida, ante los datos del último estudio sobre La dimensión social de la hostelería elaborado por la Asociación Estatal de Directores y Gerentes de Servicios Sociales.

Según este trabajo, que alude a las “evidencias sobre algunas de las importantes funciones sociales que cumplen los bares en nuestros barrios o pueblos” y a su “utilidad para la vida colectiva, como espacios de encuentro y relación vecinal, favorecedores de las relaciones sociales y de vida comunitaria”, Lleida era hace dos años una de las seis provincias de Estado, y la única catalana de ellas, con más de 8.000 residentes (8.566) en municipios donde no hay bar. Las otras cinco eran Burgos (12.629), Salamanca (12.318), Zamora (10.189), Navarra (9.612) y Huesca (8.566). Lleida ocupaba una posición más atrasada en cuanto al porcentaje de habitantes que residen en un municipio sin bar: decimoprimera, con un 1,94%; aunque se sitúa inmediatamente después del selecto grupo de cabecera de la despoblación que integran las siete provincias castellanoleonesas sin Valladolid y las dos aragonesas sin Zaragoza.“Si la situación ha variado ha sido para ir a peor. En muchos pueblos es inviable mantener un bar”, anota Solsona.

El estudio no desglosa los municipios cuyos vecinos carecen de la opción de ir al bar en su pueblo, aunque los datos de la Seguridad Social dan alguna pista: en 28 municipios no reside ningún autónomo que se dedique al despacho de bebidas y comidas, con el grueso de ellos repartidos en la Segarra (8), Les Garrigues (5), el Urgell (3) y el Pallars Jussà (3). Solo dos comarcas hacen pleno de disponibilidad del servicio, el Pla d’Urgell y la Alta Ribagorça.“La evidencia de los datos obtenidos pone en valor el papel fundamental que juegan en la vida social comunitaria los bares y restaurantes, más allá de los beneficios que tienen para la economía y el mercado de trabajo”, señala el estudio.

“Gano poco, pero da para el día a día y para mantener este servicio social”

El bar de Aspa permanece cerrado parte del día

“Me gusta estar aquí, vivo aquí y aquí me quedo. Dinero no gano mucho, pero sí el suficiente para el día a día y para que no falte este servicio social”, señala Adriana, que desde hace cinco años explota el Casal So de Nostre de Aspa. El pueblo estuvo sin bar entre 2005 y 2011, cuando gracias a una subvención el ayuntamiento pudo poner en marcha el establecimiento, cuya gestión se licita cada cuatro años. “Es como un local social”, explica el alcalde, Fermí Masot, que destaca la adaptación de Adriana, originaria de Uruguay, a la vida local: “Está muy integrada. Cuando cerró la última tienda abrió una en los bajos de su casa”, detalla. La tienda abre tres días de la semana y el bar, los siete, aunque la actividad se concentra en el fin de semana. “Trabajamos bastante con los ciclistas que pasan por aquí, y los cazadores son fijos de octubre a febrero. Y vamos organizando eventos, cumpleaños y cositas”, explica. “La idea es quedarme aquí hasta que me muera. Vivo aquí, y estoy apostando a que me quieran para que pueda jubilarme”, anota. En La Portella, Pau Roca se estrena este verano al frente de Cal Andreu, de cuya gestión se hizo cargo en noviembre y que estos meses compatibiliza con el bar de las piscinas. Había dos más, pero el del ayuntamiento cerró por inviable y el local del otro lo utiliza como mezquita la comunidad islámica local. “Los bares en los pueblos cumplen una función social por el servico que prestan a los vecinos”, explica Nicoleta Teresa, que le echa una mano a ratos en la atención del negocio. El público lo conforman mayoritariamente los jubilados del pueblo por la mañana, que pasan varias horas conversando y jugando alguna partida de cartas, y los jóvenes del pueblo por la tarde, unas parroquias a las que se suma durante el fin de semana la de las familias con padres y madres de edad mediana

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