42 AÑOS DE LA DANA DE LLEIDA
La heroica alerta de un radioaficionado que salvó vidas en la devastadora riada de Lleida en 1982
Se cumplen 42 años de la catastrófica DANA que azotó las cuencas del Segre y el Pallaresa, cobrándose 22 vidas. El aviso temprano de un radioaficionado y la rápida respuesta de las autoridades evitaron una tragedia aún mayor en la capital.
Un radioaficionado de La Seu d'Urgell se convirtió en el héroe anónimo de la devastadora riada que azotó Lleida en noviembre de 1982. Su oportuna alerta al Gobierno Civil permitió activar un dispositivo de emergencia que salvó incontables vidas ante una avenida que alcanzó los 3.600 m³/s, casi el doble de la registrada la semana pasada en la DANA de Valencia.
“En La Seu no había llovido, pero se oía mucho ruido y fuimos a ver el río. Vimos que se había llevado las pistas de conducir y que aquello no era normal. Y avisamos al Gobierno Civil”.
Esa visita al cauce del Segre que el radioaficionado Ramon Escudé hizo entrada la mañana del domingo 7 de noviembre de 1982, cuando por allí ya pasaba una riada que entre ese día y el siguiente (hoy hace 42 años) se cobraría 22 vidas en las cuencas de ese río, del Noguera Pallaresa y del Cinca y que provocaría daños materiales de magnitud colosal, resultó providencial para la ciudad de Lleida, donde a las cuatro de la tarde la Paeria activaba un dispositivo de emergencia que permitiría saldar sin fallecidos una avenida que llegó a la capital de Ponent a las nueve de la mañana del lunes.
Una lluvia torrencial de 555 l/m² en 72 horas en la cabecera del Segre (La Molina) y 323 en la del Pallaresa (Capdella) derivó en una avenida de 3.600 m3/s en Lleida, casi el doble de los 1.938 que la semana pasada alcanzó el barranco del Poyo en Riba-Roja y cerca del triple de los 1.396 que llevó el Júcar en Algemesí (más información en página 21).
Sin embargo, su letalidad fue netamente distinta.“Sacamos a la gente de sus casas antes de que llegara la inundación. Habría podido ser una catástrofe”, recuerda el entonces alcalde, Antoni Siurana, quien subraya que “era básico dar la alarma sin generar pánico. Eso no es fácil, pero es más fácil de lo que parece”.
El operativo tuvo “mucha coordinación y mando único, que asumió Antoni Siurana desde el domingo por la mañana. El ingeniero municipal Fernando Cequier, yo y dos ingenieros de la CHE dábamos las órdenes a todo el mundo. En Valencia no ha pasado”, dice Josep María Llop, entonces director de Urbanismo de la Paeria, que responsabiliza al ejecutivo valenciano de la descoordinación. “Lleida lo hizo mucho mejor [que València] pero lo tenía mucho más fácil”, añade, remarcando que la menor pendiente del terreno hizo que el agua discurriera por el llano de Lleida con menos fuerza que en el levante.
El dispositivo arrancó con varias alertas en las emisoras de radio, cuya audiencia era elevada en un domingo de jornada liguera, y siguió con un despliegue de personal municipal que incluyó agentes de la Guardia Urbana y bomberos, básicamente en Cappont, Pardinyes y l’Horta. “Íbamos puerta por puerta. Llamábamos a las plantas bajas y avisábamos de que tenían que irse de allí porque iban a quedar inundadas. Muchos nos decían que no iba a ser para tanto”, explica Antoni Capdevila, uno de los bomberos que participaron en el dispositivo. “A las diez y media de la mañana del lunes comenzaban a saltar las tapas de las alcantarillas en Ferran. Nadie se lo esperaba”, recuerda.
En el dispositivo tuvieron un papel nuclear los radioaficionados que entonces formaban el embrión de lo que sería la REMER (Red de Emergencias de Protección Civil), que desplegaron una red de corresponsales en el ayuntamiento de La Seu, en el aeropuerto, en la presa de Oliana y en otros siete puntos del Alt Urgell, a los que se sumaban otra decena en varias cabeceras de comarca y las riberas del Segre y el Pallaresa y una improvisaba central en el edificio Shopping, en el Passeig de Ronda, que entonces era uno de los más altos de la ciudad.
“Montamos una oficina en una vivienda del primer piso y colocamos en el tejado cuatro antenas de emisora. Los vecinos nos dejaron la electricidad para conectar las líneas”, señala Emili Nadal, que coordinó el grupo. “Durante tres días nos olvidamos de la familia”, anota.“Aparte de lo que ví en la primera alerta, el resto lo seguí por televisión. Estuvimos dos días dedicados por completo” a seguir la riada, rememora.