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GUISSONA

De Járkov al refugio de Guissona

La familia de Anna Mykhailenko se ha establecido en Lleida para huir de la guerra hace más de dos años. 
En estos momentos ve difícil regresar “porque hay bombardeos constantes”

Adaptación al nuevo hogar pero pendientes de los acontecimientos ■ Anna, en la foto con su madre, asegura que el primer año de adaptación fue muy duro aunque en Guissona las acogieron muy bien. Tanto ella como su hija dominan el catalán y su madre, de 73 años, está estudiando castellano. En la actualidad, viven de alquiler y Anna ha encontrado trabajo en Barcelona de profesora de canto, que era a lo que se dedicaba en Járkov. “No podemos vivir allí porque el precio de los pisos está disparado”, asegura. - AJUNTAMENT DE GUISSONA

Publicado por
CARMINA MARSIÑAC

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La familia de Anna Mykhailenko se ha establecido en Lleida después de huir de la guerra en Ucrania hace más de dos años. Llegó a Guissona con su madre y su hija el 22 de marzo del 2022 después de un duro y largo viaje. Entonces no se hubieran imaginado que a día de hoy aún continuarían viviendo aquí. “Los primeros días pensábamos que quizás en una o dos semanas podríamos volver. Cuando llegamos no quería estudiar el idioma porque pensaba que volveríamos pronto”, recuerda Anna. Se marcharon de Járkov, la segunda ciudad más grande de Ucrania, porque está a tan solo 30 kilómetros de Rusia. En estos momentos la familia de Anna ve muy complicado poder regresar a casa porque asegura que “hay bombardeos constantes” que han obligado a evacuar a miles de personas en una guerra de la que el pasado martes se cumplieron mil días.

¿Y por qué Guissona?. Una prima suya había llegado a Guissona dos semanas antes con la ayuda de voluntarios y decidieron venir “porque no sabíamos dónde ir”, explica. Al principio les acogió la familia de Josep Pujol, de esta localidad, que les abrió las puertas de su hogar y les permitió vivir en su casa a las afueras del pueblo, ya que en ese momento estaba vacía. Anna y su madre aseguran que “nunca podremos agradecerles lo suficiente”.

En un primer período trabajó en la residencia de la Fundació bonÀrea y después en la Paeria de Cervera gracias a un plan de empleo subvencionado por la Generalitat para mejorar la ocupabilidad de personas procedentes de Ucrania. Ahora la familia de Anna vive de alquiler y ella ha encontrado trabajo en Barcelona de profesora de canto, de hecho esa era su profesión en Járkov. Quizás en un futuro le gustaría vivir allí, pero el precio de los pisos está tan disparado que no puede permitírselo.

En este tiempo ha aprendido a hablar catalán con fluidez aunque dice en broma que su hija de 13 años lo habla mejor, “leemos y compramos libros en catalán”. Está contenta, aunque la adaptación a la escuela ha sido complicada, sobre todo por el idioma. Su madre, con 73 años, también está estudiando castellano, pero le resulta “muy difícil”.

El primer año fue muy duro psicológicamente porque aunque en Guissona les acogieron muy bien “no conoces a nadie, no sabes el idioma ni nada”. La familia sigue muy pendiente de todo lo que pasa en su país y pese a que hay momentos duros, el día a día les obliga a tirar hacia adelante. Pero el terror de la guerra sigue ahí. El hermano de Anna está en el Ejército y sus primos también. Hablan poco con él porque las comunicaciones son complicadas. Su madre es quién más sufre por lo que le pueda pasar, porque ya han perdido a muchos familiares y amigos en esta guerra.

Al cabo de un tiempo, su prima que también estaba en Guissona, decidió regresar a Ucrania porque quería estar junto a su familia. Anna no tiene claro sus planes de futuro, pero mientras dure la guerra cree que no va a volver. “A mi España siempre me ha gustado, había pensado que me gustaría vivir aquí, pero no por ese motivo”, lamenta.

Cien refugiados en la población, aunque llegaron 350 en 2022

A principios del 2022 llegaron 350 refugiados huyendo de la guerra. Desde el Ayuntamiento de Guissona explican que ahora tan solo residen cien ucranianos en el municipio. Algunos viven de alquiler y otros con familiares o amigos que ya estaban instalados aquí y han encontrado trabajo en bonÀrea u otras empresas de la zona. En estos momentos ya no están tutelados por el consistorio. Según el alcalde, Jaume Ars, las personas que han decidido establecerse “ya tienen un proyecto de vida aquí”. Desde hace casi una década, la población ucraniana y rumana suman el 30% del total de Guissona, localidad donde la mitad de los vecinos son de origen extranjero. Por este motivo, la convivencia entre diferentes es una situación que se vive con absoluta normalidad.

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