TAMARIT DE LLITERA
Tamarit 1626: siete mujeres mueren ahorcadas por brujas
La villa literana fue escenario hace 4 siglos de un macroproceso por aquelarres
Tamarit de Llitera fue escenario hace cuatro siglos, en 1625 y 1626, de un macroproceso por brujería que acabó con un sorprendente giro de guión: después de que siete mujeres fueran ahorcadas bajo la acusación de practicar la brujería, otras tres, Margalida Escuder, Juana Bardaxí y Juana Seneta, lograban que sus previsibles ejecuciones se quedaran en seis meses de reclusión tras conseguir que la Inquisición, menos severa con esas conductas, arrebatara sus casos a la justicia del reino.
El proceso, poco conocido en la zona pese a haber sido objeto de estudio por parte de historiadores como Ángel Gari, tuvo su origen en una acusación contra las diez mujeres por, presuntamente, haber participado en conventículos (la generalización del término vasco akelarre es posterior) supuestamente celebrados en los alrededores de la localidad y de cometer herejías como renegar de la fe cristiana.
El procedimiento incluyó un cambio de jurisdicción que permitió salvar la vida a tres de las acusadas
La toponimia local vincula esas prácticas con la llamada placeta de las brujas, la zona superior de un montículo cercano a los restos del Torreón de los Moros, situado en una zona arbolada al noreste del casco urbano, y en el que sigue resultando visible la presencia de una roca ritual, una especie de altar esculpido en la piedra cuyas inscripciones prácticamente han sido borradas por la erosión.
“Este elemento pétreo podía haber sido utilizado como lugar de rituales, y con el paso de los siglos las huellas paganas debían continuar en la tradición y por eso ha pervivido hasta nosotros la tradición de que aquí se reunían las brujas para hacer sus aquelarres”, explica el portal Piedras Sagradas, del Instituto de Estudios Altoaragoneses.
“En los aquelarres de Tamarit se renegaba de Dios y se prometía obediencia al diablo”, señala en otro de sus trabajos el historiador, que describe así “la fórmula utilizada por las brujas de Tamarit para entrar en la secta: ‘Renegar de Dios, del padre que los engendró y de la madre que los parió’. Fórmula que supone un rechazo de plano de todos los valores vigentes en la época, una agresión al orden social establecido”.
Las diez mujeres tamaritanas fueron encarceladas en la prision seglar, dependiente de la Corona, de esa localidad. Sobre todas ellas pesaba la acusación de haber participado en reuniones de ese tipo y de haber renegado de la fe oficial, algo que en aquellos tiempos conllevaba la pena de muerte, normalmente en la horca. Sin embargo, el proceso incluyó un inusual giro de guión en la larga y oscura época de la caza de brujas.
“Con Margalida Escuer y Juana Bardaxí se llega a la situación extrema de que las mismas acusadas, ya presas en cárceles reales, hacen todo lo posible por que se las denuncie al Santo Oficio (y lo consiguieron), por sospechosas de herejía, con el fin de escapar a la horca”, narra Gari. “Ambas escapan de la horca mediante el paso de la causa a la Inquisición”, añade.
“Forzaron la denuncia -explica Gari- porque las penas inquisitoriales eran menos duras que las de la justicia ordinaria”, un factor al que se añaden otros tres: la pugna entre jueces e inquisidores, la legislación aragonesa que permitía a los segundos reclamar causas y el temor de los primeros a acabar empapelados por los inquisidores.