LLEIDA
La contaminación del Corb, el Ondara y el Sió daña dos acuíferos de mil km²
El exceso de purín de los ríos deteriora la masas de agua de Urgell y Calizas de Tàrrega
El excesivo volumen de purines y de vertidos residuales de poblaciones que transportan las aguas de ríos como el Sió, el Ondara y el Llobregós han comenzado a causar un “impacto compobado” por exceso de nitrógeno en los acuíferos del Urgell y de las Calizas de Tàrrega, dos masas de agua que suman una extensión de mil kilómetros cuadrados.
El deterioro ambiental de los tres principales afluentes del Segre por su margen izquierda, el Corb, el Sió y el Ondara, ha comenzado a activar las alarmas: los tres ríos se repiten en cada uno de los cribajes de deterioro de la calidad de las aguas que recoge la documentación inicial del nuevo Plan Hidrológico del Ebro (PHE), que la CHE (Confederación Hidrográfica del Ebro) acaba de sacar a exposición pública.
El Corb, que nace en Tarragona y desemboca 57 km después en Vilanova de la Barca tras atravesar el Urgell, el Pla d’Urgell y el Segrià; el Sió, cuyos 80 kilómetros drenan la Segarra, el Urgell y la Noguera para verter su caudal aguas arriba de Balaguer, y el Ondara, de apenas 50 km entre Talavera y Vallfogona de Balaguer, atraviesan algunas de las zonas de mayor actividad industrial, agrícola y ganadera de la demarcación de Lleida. Primero operaron como fuente de caudales para, poco a poco, con el desarrollo de los regadíos y los polígonos y el crecimiento de los núcleos urbanos, acabar transformándose en sumideros de los retornos de esas mismas actividades.
Ese proceso, que se ha mantenido durante más de medio siglo, ha provocado intensas alteraciones tanto en su morfología como en sus ecosistemas y, también, en la calidad del agua que circula por ellos.
La memoria del cuarto PHE, el que definirá la gestión del agua en la cuenca del Ebro entre 2028 y 2033, reseña como “impacto comprobado” la contaminación por nitratos de los acuíferos Aluvial del Urgell y Calizas de Tárrega, que ocupan sendas superficies de 276 y de 795 km², como consecuencia de las filtraciones procedentes de esos tres ríos. El Sió y el Corb en el primer caso y el Corb y el Ondara en el segundo “atraviesan la envolvente de aguas afectadas”, indica el documento.
“Regadío y ganadería no son compartimentos estancos dentro de la producción agraria”, recuerda el informe elaborado por la CHE, que anota cómo, “al contrario, están muchas veces interrelacionados, de tal modo que el regadío genera productos destinados a la alimentación animal, y posteriormente es receptor de los purines ganaderos, digiriéndolos como abono orgánico”.
Así, concluye, “las mayores concentraciones ganaderas se localizan en el entorno las zonas regables y, de acuerdo con los estudios isotópicos efectuados, el origen de los nitratos encontrados en las masas de agua afectadas es orgánico”, es decir, procedente de animales y personas básicamente.
El listado de presiones que sufren esos dos acuíferos abarcan la práctica totalidad del catálogo de fuentes de deterioro: reciben aguas residuales urbanas e industriales, retornos de la agricultura y la ganadería y escorrentías de la minería, y sus cuencas soportan la presencia de suelos con contaminación y zonas industriales abandonadas que actúan como fuentes de polución. En el caso de las Calizas de Tàrrega, a esa presión se le añaden varios vertederos.
También coinciden las dos en ser fuentes de extracción de recursos para la agricultura, la industria y el abastecimiento de agua mediante redes públicas.
Por otro lado, los estudios previos de la CHE para el nuevo PHE recogen varios “impactos comprobados” en los ríos.
Entre los de origen orgánico están los daños en la flora y los macrovertebrados en el Sió, y en la fauna piscícola y el hábitat tanto en el Corb como en el Ondara, en ambos casos desde el nacimiento hasta la desembocadura.
Los de carácter orgánico incluyen un exceso de selenio al que se añade en el Corb y el Ondara la del dicofol, un acaricida tóxico para peces, algas, crustáceos y moluscos.
El selenio, usado como suplemento nutritivo en la avicultura y para fabricar pintura y vidrio en la industria, puede tener origen natural geológico por las lutitas (rocas sedimentarias) presentes en la cuenca de todos esos ríos. Su ingesta provoca patologías intestinales.
Herramientas para atajar la contaminación
La memoria del nuevo Plan Hidrológico del Ebro prevé que “el aumento de la superficie regable incrementará las presiones por extracciones y contaminación difusa, pero dentro de los márgenes previstos”, y que se producirá acompañado de “un proceso continuado de modernización que está llevando a expandir progresivamente las técnicas de riego más eficientes”. Esa modernización ha reducido en veinte años del 64% al 41,2% la superficie que se riega por gravedad, algo que, aunque “no siempre” se traduce en un ahorro al intensificarse “simultáneamente” los cultivos, sí reduce “los retornos de riego y con ello la carga de contaminantes que llega a las masas de agua”. Para la ganadería, que consume menos del 1% de agua que la agricultura, se prevé “un crecimiento atenuado” con el que “resulta previsible un incremento de la presión ganadera” cuyo “principal efecto no tiene que ver con la demanda de agua, imperceptible, sino con la generación de contaminación difusa”. Así, añade el documento, “la intensificación de las medidas de tratamiento de purines y de limitación de aplicación de los mismos (...) son clave para la mitigación de la presión por contaminación difusa”.