Tatuajes terapéuticos

Clara Martin es tatuadora, tiene 28 años y hace poco más de un año ha abierto un estudio de tatuajes en Bellver de Cerdanya. Es el primero en el Pirineo especializado en tatuaje oncológico, dirigido a personas que han recibido tratamiento por cáncer de mama, tanto mujeres como hombres. La técnica de la micropigmentación hace posible reproducir la aureola del pecho con una técnica que crea un efecto de volumen, luces y sombras para las personas que la han perdido como consecuencia del tratamiento por esta enfermedad.

Martin afirma que sus tatuajes son “terapéuticos”, porque “ayudan a la persona que ha superado el cáncer a cerrar una etapa” en el camino hacia la normalidad. “Suponen un punto y final a un proceso que comporta una carga psicológica muy grande y ayuda a hacer crecer la autoestima de la persona”, dice. Martin considera que la empatía es una de las habilidades necesarias para desarrollar su trabajo. “Me llena mucho acompañar a las personas en este proceso y ver cómo las emociona y las empodera, pero al mismo tiempo hay momentos complicados de gestionar emocionalmente para mí”, reconoce. Además de tatuajes oncológicos, Martín se ha especilizado en la micropigmentación facial. Le permite dar color y mejorar la apariencia estética de algunas zonas del cuerpo después del proceso de la quimioterapia, como las cejas o las pestañas. Opina que los médicos que tratan a pacientes con cáncer deberían dar a conocer más estos tipos de tatuajes. “Una gran parte de la población no sabe que podemos ayudar a las personas que han pasado por estos procesos, hay mucho desconocimiento al respecto”, dice. Los clientes que ha tenido hasta ahora han sido vecinos de la Cerdanya, del Alt Urgell, del Principat de Andorra y del Berguedà. Su estudio lleva por nombre Cler Tatoo y Martín también está especializada en tatuaje artístico. Martin es originaria de Bellver y tras estudiar diseño de moda en Barcleona y trabajar allí durante algún tiempo, la llegada del Covid-19 hizo que regresara a su pueblo natal para confinarse y no quisiera ya volverse a ir. En Barcelona trabajaba algunas horas en un estudio de tatuajes de un amigo. “Al principio lo tenía como un hobby”, reconoce, pero poco a poco fue introduciéndose más en este mundo y vio ahí su futuro. Además de trabajar en el estudio que tiene, situado en unos bajos del número 29 de la calle Sant Roc de Bellver, a Clara Martin la contratan empresas y personas particulares para tatuar en eventos, fiestas privadas o festivales musicales.