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Òscar Camps: «La poca humanidad que queda nos la estamos jugando en Gaza»

El activista y fundador de la ONG de rescate Open Arms viaja mañana a La Seu d’Urgell para recoger una ayuda del ayuntamiento de la localidad y participa en un coloquio sobre los derechos humanos

Òscar Camps, subido a una lancha delante la costa de Gaza.SANTI PALACIOS

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¿Cómo se puede resolver la grave crisis humanitaria que padece la población civil palestina? Directamente, están sufriendo un genocidio. No podemos escatimar y recortar responsabilidades. Hubo un ataque de Hamás, pero la contundencia con que están masacrando al pueblo palestino no tiene nombre. El comportamiento del gobierno de Israel está completamente fuera de la convención internacional y vulnera la carta de los derechos humanos.

Después de haber estado a tan pocos metros de la costa de Gaza llevando la ayuda humanitaria, ¿cómo describe la situación que vivió? Hemos estado descargando alimentos en un corredor humanitario mientras bombardeaban nuestro alrededor y veíamos explotar las bombas, resonándonos en el cuerpo, sin ningún tipo de miramiento. Sufrimos la muerte de siete compañeros mientras desembarcaban la comida. Fueron masacrados indiscriminadamente aún teniendo todo tipo de permisos de Israel. Si son capaces de esto en un corredor humanitario, no quiero imaginarme lo que hacen en el pueblo de Gaza. No entiendo cómo no hay una intervención general. Nos estamos jugando la poca humanidad que queda en este mundo, nos la estamos jugando en Gaza, permitiendo que esto esté pasando. 

Qué es lo peor que recuerda de todo lo visto? Los cadáveres en la arena de la playa y la destrucción total. El espigón que construímos para llevar la comida estaba hecho con los escombros de los edificios aniquilados. Hemos estado varias veces en Ucrania y el nivel de destrucción no tiene nada que ver. 

¿Prevén preparar un nuevo viaje de ayuda? Estamos pendientes de un alto el fuego. No podemos poner en riesgo la vida de nuestro equipo ni la mía. Hemos estado muy cerca de morir. 

¿Se sienten solos? Nos hemos sentido muy solos preparando este proyecto. Cuando reclamábamos que Israel había abierto un corredor humanitario marítimo y nadie lo utilizaba. La excusa era que no había puerto en Gaza, y nosotros construimos un muelle. 

Ven alguna posibilidad real de que se acabe ampliando el flujo de ayuda humanitaria hacia Gaza? En estos momentos está todo bloqueado. No hay ninguna seguridad ni garantía. No es posible. Han muerto más de 300 trabajadores humanitarios, más de 170 periodistas han sido aniquilados, han bombardeado escuelas, hospitales. No respetan ni la convención de Ginebra. Es exactamente lo mismo que vimos en el 1943 pero con bombas en lugar de gas. Y encima en directo, por las redes sociales y las televisiones. Quedarse impasible es ser cómplice de este genocidio. 

Más allá de los mares, ¿como se puede mejorar la situación de los que consiguen salir de su país? No vemos un interés por que haya una inmigración regulada y esto deriva al fin en una explotación. Si vienen sin papeles y de forma clandestina, los seguirán explotando. El problema es que no hay una política adecuada. 

El capitán del Open Arms, Marc Reig, es vecino de Bellpuig. Aunque vive en Tarragona aquellas temporadas en que no está a bordo del barco. Ha estado en Gaza con nosotros y ha pasado largas temporadas a bordo. Aunque no tenemos suficiente poder económico para poder mantener la flota en el mar todo el tiempo y lo combina con otros trabajos. 

La Seu les entrega esta semana una ayuda de 10.000 euros. Son muy bienvenidos y ojalá todos los ayuntamientos actuaran igual. Podríamos defender más y mejor los derechos humanos. Empezamos haciendo de socorristas en las playas de Lesbos y hemos ido ampliando el equipo hasta tener que incluir también abogados para podernos defender y denunciar todas las vulneraciones. 

Mañana ofrece un coloquio sobre la defensa de los Derechos Humanos, ¿hace falta más concienciación? Cuando la información llega, la ciudadanía se posiciona, aunque hay discursos prefabricados, fake news, que la ciudadanía quiere creer. Está todo muy claro. Quedarse callado significa ser cómplice

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