COMARCAS
Un taller museo con solera
La Fábrica de Mantas de El Pont de Suert es un testigo vivo de la evolución de la industria textil en el Pirineo con 148 años de actividad
“Son mantas para toda la vida, incluso para tres o más generaciones”, afirma Teresa Dies, quinta generación de la familia de artesanos
Uno de los telares expuestos en la sala visitable. - EDGAR ALDANA
Uno de los telares expuestos en la sala visitable. - EDGAR ALDANA
Uno de los telares expuestos en la sala visitable. - EDGAR ALDANA
Uno de los telares expuestos en la sala visitable. - EDGAR ALDANA
Uno de los telares expuestos en la sala visitable. - EDGAR ALDANA
Uno de los telares expuestos en la sala visitable. - EDGAR ALDANA
Uno de los telares expuestos en la sala visitable. - EDGAR ALDANA
Perdura en El Pont de Suert uno de los primeros testigos de la llegada de la revolución industrial al Pirineo a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Se trata de la Fábrica de Mantas, fundada en el 1876 y que a su vez es una muestra de cómo el territorio supo aprovechar los recursos naturales que había en la zona, que en este caso son la fuerza del agua y la lana de las ovejas.
Teresa Dies Llovera es quien está ahora al frente del negocio, cuyo origen se remonta a uno de los viajes que su bisabuelo Lluís Dies Agulló, hijo de Casa Jeroni de Peramea, hizo a El Pont de Suert para arreglar el campanario de la ahora conocida como iglesia Vella. Inspirado por la riqueza de la lana de sus ovejas y la adopción de máquinas para producir telas en zonas industrializadas, se embarcó junto a otros dos socios en una aventura empresarial que durante 148 años ha sabido adaptarse a los cambios que acarrearon nuevos tiempos conservando su esencia. La maquinaria –de segunda mano– llegó a La Pobla de Segur en tren, y de ahí fue cargada en burros hasta El Pont de Suert. Así, esos telares empezaron a funcionar cubriendo las necesidades de los habitantes de la zona fabricando calcetines, bufandas, cortinas que se usaban para aislar las ventanas de las casas en los duros meses de invierno o las tradicionales mantas de pastor. “No visualizo la fábrica como una industria, sino más bien como un taller, ya que el ambiente de trabajo era muy familiar y todos remábamos a una”, explica Teresa.La primera generación que gestionó el taller eran payeses y no tenían experiencia en manejar los aparatos, que funcionaban gracias a la energía que daba un salto de agua, por lo que eran frecuentes los viajes a Terrasa o Sabadell para resolver las dudas que pudieran surgir en su manejo. Pero como dice el refranero, tres es multitud, y Jeroni, el hijo mayor de Lluís, compró todo el negocio y lo dirigió hasta pasarlo a su hijo Jesús. La hija de este último, Leonor, optó por venderlo a Josep Dies Carrera, padre de la actual propietaria. Fue este quien introdujo por primera vez los tintes de color en las piezas que fabricaba, que hasta entonces eran únicamente en blanco y negro. El nivel de automatización de la industria textil creció, aunque no fue así en la Fábrica y hay documentos que apuntan que llegó a ocupar unas 16 personas. Con la aparición de Enher se sustituyó la energía hidráulica por la eléctrica y paralelamente la empresa empezó a comercializar otros productos de hogar como ropa de cama, convirtiéndose en uno de los principales distribuidores de la zona. El local comercial se amplió en 1990 y fue cuando Teresa tomó las riendas del negocio. Aún así, recuerda que durante los años en los que su padre lo dirigía eran muy frecuentes los trueques, lo que facilitaba las ventas. “La gente entonces no tenía mucho dinero y el precio de las mantas estaba estrechamente vinculado a la calidad y la disponibilidad de la materia prima, a diferencia de ahora, que la mano de obra es el mayor coste”, explica Teresa, que añade que “el método de tú me das la lana y yo te doy ya una manta era algo muy habitual”.Esta pionera industria textil, la más antigua de la Alta Ribagorça, vende actualmente en todo el territorio nacional. Su propietaria ha habilitado en la misma tienda un espacio museizado con antiguos telares y fotografías que recogen su historia, que atestiguan la evolución de la actividad manufacturera. “Son mantas para toda la vida, incluso para tres o más generaciones, y quien compra una suele volver a por más para regalar”, afirma Teresa. Con toda seguridad, muchos de los antepasados de quienes leen ahora estas líneas usaron en su día uno de los tapabocas tejidos en uno de los telares de Teresa fábrica, también conocido como manta de pastor, el producto estrella que la Fábrica sigue elaborando. (ver desglose).
La manta de pastor, un símbolo del mundo rural y ganadero
El cubrebocas o manta de pastor es una gruesa bufanda, confeccionada con lana, con flecos en sus extremos. Tradicionalmente fue la prenda usada por los pastores del Pirineo para protegerse del frío o la lluvia. Es el producto estrella desde la fundación de la Fábrica de Mantas y uno de los recuerdos más típicos de la zona de la Ribagorça. En la Feria de la Girella de El Pont de Suert, que refleja cada mes de octubre la vida en la montaña, los antiguos oficios y tradiciones vinculadas al mundo rural y ganadero, se nombra cada año al mayoral de los Pirineos. Este personaje es el encargado de vigilar el ganado y la vida en la montaña y se le hace entrega del gancho de pastor y, por supuesto, del cubrebocas, que luce durante toda la jornada.