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La xisqueta pallaresa resiste

Una treintena de ganaderos mantiene una cabaña de más de 15.000 ovejas de la raza pirenaica

La variedad estuvo al borde de la extinción en los 90

La rambla Doctor Pearson va registrar una afluència contínua de públic durant tota la jornada.

La Rambla Doctor Pearson registró una afluencia continua de público durante toda la jornada. - EDGAR ALDANA

Lleida

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La xisqueta pallaresa, a raza de oveja autóctona del Pallars, resiste con una cabaña de algo más de 15.000 cabezas tres décadas después de haberse hallado al borde de la extinción. Las cifras darían para tener por consolidada su recuperación en términos demográficos, aunque su continuidad se acerca a otra encrucijada: la continuidad de los ganaderos, de los pastores, cuyo declive, agravado por la falta de relevo generacional, se configura como una seria amenaza. “Estamos en franca decadencia. Hace siete años había 34.000 ovejas en en Pallars Jussà y ahora quedan menos de 30.000”, explica Gerard Ricou, presidente de la Asociación Pallaresa de Ganaderos de Ovino, que disecciona con dos datos el horizonte del oficio: “más de la mitad de los ganaderos tienen más de 50 años, y hay más de ochenta años cumplidos que de menos de 50”.

El envejecimiento y la falta de relevo tienen una relación directa con la cabaña, que ha quedado reducida a la mitad en un cuarto de siglo, ya que, según los datos del Idescat (Instituto de Estadística de Catalunya), en el Jussà se pastoreaban 60.554 cabezas en 1999. Entonces predominaba de manera clara la lacona, de origen francés. Hoy hay unas 12.000 xisquetas en el Jussà, concentradas desde Tremp hacia el norte, y entre 3.000 y 4.000 más en el Sobirà.

En la asociación hay 28 ganaderos, 25 del Jussà, uno del Sobirà y dos de Àger, que resultan ser medio centenar menos de los que había hace 25 años. “No sabemos cómo darle la vuelta. Cuesta mucho empezar y no hay relevo, los herederos de las casas que siguen criando corderos no quieren saber nada”, señala. Aunque también hay alguna excepción, como ocurre en casa de Jaume Montanuy, en Sant Esteve de la Sarga, cuya hija mayor va a hacerse cargo de un rebaño de 2.000 cabezas (1.700 ovejas y 300 cabras y carneros) cuando acabe la carrera de Veterinaria, de la que está haciendo el quinto y último curso.

La amenaza

El principal factor de incertidumbre para la raza autóctona es el declive de los ganaderos que la crían

“Tenemos que dar el relevo a la gente joven”, explica, mientras comparte sus temores por el futuro de la xisqueta. “Estaba perdida, en peligro de extinción, pero hemos conseguido recuperarla. Ahora se ha mejorado y se mantiene, pero el problema está en que se mantengan tanto la raza como el negocio”, anota.

Los nubarrones de ese horizonte no proceden únicamente de la falta de relevo generacional entre los pastores. Falta también, como viene ocurriendo de manera generalizada en las ocupaciones tradicionales y/o artesanales del mundo rural, mano de obra que quiera incorporarse como asalariada. “Este años hemos menguado en 300 ovejas. El problema que tenemos es de personal. No hay gente que esté dispuesta a trabajar en este oficio”, explica Montanuy. 

Un rebaño como el de su casa, que pasta al aire libre durante todo el año entre Sant Esteve de la Sarga y El Meüll, con la excepción de la época de cría y las temporadas de lluvia y nieve, necesita la atención de cuatro personas además de los miembros de la familia. Los Montanuy, tratantes de ganado desde hace seis generaciones, tienen un peculiar modelo de negocio que combina la venta de corderos en vivo para la cría con el sacrificio de cordero criado en ecológico que distribuyen a la demanda en Barcelona (de 35 a 40 corderos semanales) y una tercera línea de suministro de canales de otros productores para carnicerías. 

Competencia exterior

Las canales llegan al puerto de Barcelona a un euro el kilo, 7 veces más baratas que las del Pirineo

Los productores de la zona comienzan a inclinarse por ese tipo de líneas de negocio basadas en la comercialización de carne de alta calidad en circuitos de carácter gourmet, o el abastecimiento a artesanos alimentarios de la zona, ante la imposibilidad de competir con las producciones prácticamente industriales procedentes de países como Nueva Zelanda y Uruguay.

Competencia desleal

“Están colocando las canales ultracongeladas en el puerto de Barcelona a un euro el kilo”, denuncia Ricou, mientras el cordero vivo del Pallars cotiza a algo más de cien euros en vivo. Eso son entre 22 y 25 kilos que, una vez despiezado el animal, se quedan en alrededor de trece en limpio que multiplica por entre siete y ocho el precio, asegura.“No se puede competir”, concluye el presidente de los ganaderos de ovino del Jussà.

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