COMARCAS
Burros contra el fuego en el Pirineo
Los criadores de 'ruc català' de Soriguera reciben peticiones para desbrozar montes con sus animales. Dos vecinos del Pallars crían 17 pollinos de esta raza autóctona salvada de la extinción
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La Microreserva del Ruc Català de Soriguera organiza rutas y paseos por el monte.
“Nos han pedido que los llevemos al Montsec, a una zona cercana a Àger, para limpiar un área de monte con riesgo de incendio, y vamos a probar”, explica Josep Lluís Piqué, responsable junto con Jesús Martín de la Microreserva del Ruc Català de Soriguera. Allí se encargan del cuidado de un grupo de 17 ejemplares de esa raza autóctona, que en las últimas décadas ha pasado de encontrarse al borde de la extinción a acercarse al millar de individuos y pasar a ser catalagada como especie “en expansión” por el ministerio de Agricultura.
“El burro es ideal para desbrozar, mejor que la oveja y que la vaca”, ilustra Piqué, quien destaca la idoneidad de los burros para la limpieza de la maleza, cuya expansión es uno de los principales factores de aumento del riesgo de incendio en las zonas boscosas. “Necesitan comer muy variado, y eso incluye alimento vasto. El burro es mejor limpiador que la cabra. Si los metes en una finca lo deja todo limpio”, anota.
El burro es hervíboro, y su dieta en espacios abiertos se basa en el ramoneo de hierba, también la de tipo estepario, más seca que la de los prados y zonas de regadío, y en la ingesta de tallos y de hojas de plantas de todo tipo, aunque no suele mordisquear los árboles, lo que eleva sus prestaciones como desbrozadores de zonas boscosas. Cuando se encuentran estabulados se les alimenta con paja de cereal, heno y alfalfa, principalmente, y a menudo enriquecidas con suplementos de sal.
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Dos ejemplares de corta edad juegan en la microreserva.
“Queremos colaborar con el proyecto Ramats de Foc, y estamos hablando con ellos”, anota el criador de burros. Este programa, impulsado por la Fundación Pau Costa en colaboración con la Generalitat, tiene como finalidad potenciar la ganadería extensiva en medios boscosos para mejorar la conservación del paisaje y reducir el riesgo de incendios.
Josep Lluís Piqué y Jesús Martín comenzaron a criar el ruc català hace un cuarto de siglo por afición. “Empezamos en el año 2000, como hobby. Compramos dos hembras y dos años después el primer macho”, recuerda. “Al principio las llevábamos a Barcelona, a la facultad de Veterinaria de la Universitat Autònoma, para que las cubrieran. A partir de ahí fuimos creciendo y llegamos a tener 25 ejemplares”.
Hoy el grupo es de 17 animales, con los que organizan rutas y paseos para turistas. Es uno de los más numerosos de Catalunya junto con el de Joan Gassó en Olvan, en el Berguedà, donde hay más de cincuenta animales.
“No vivimos de esto. Lo tenemos como hobby. Es bonito visualizar la especie”, explica Piqué, que insiste en la necesidad de reforzar esta última faceta. “Si no se mueve el mercado, se perderá la raza”, advierte. Los destinos más habituales de los burros en los últimos años han sido los de realizar actividades de turismo rural y participar en la limpieza de montes, a lo que se suman algunas compras por parte de familias que los tienen como mascotas en sus propiedades.
Casi medio siglo después del nacimiento de Afrac (Associació per al Foment de la Raça Asina Catalana), en 1978, para salvar el ruc català, el ministerio de Agricultura contabiliza 963 ejemplares en 134 rebaños, la práctica totalidad de ellos (920 y 127) en Catalunya, donde se encuentran la totalidad de los que tienen capacidad reproductora (489 hembras y 299 machos). Para este febrero se espera en la facultad de Veterinaria de Barcelona el nacimiento del primer burro in vitro.