CERVERA
Oficios imperdibles
Un colectivo de gambianos de Cervera se organizan para limpiar a fondo las granjas por la noche
La ciudad ofrece más empleo, pero tiene poca vivienda para nuevos vecinos
La pasada Navidad visité Cervera y redescubrí cosas magníficas que me enorgullecen como hija que soy de esta ciudad. Cosas no exentas de algún pero. Me sincero en dos de ellas. La primera es menos contrastada: me han comentado que actualmente es de las ocasiones en que hay disponibles más puestos de trabajo.
Como he apuntado unas líneas más arriba, siempre hay un pero. No hay suficiente vivienda para absorber a los habitantes recién llegados o a quienes han iniciado un proyecto de vida, como es el caso de las parejas jóvenes. Hay que ser exactos; en ambos casos están iniciando un proyecto de vida, y, mientras, la especulación empieza a campar a sus anchas. Desgraciadamente, Cervera ya forma parte de la relación de municipios a declarar como población con un mercado residencial tensionado.Un día entre semana me crucé en la calle con las personas que acuden a los servicios alimentarios de Cáritas y, en comparación a anteriores ocasiones, la cola era más corta y estaba centrada, sobre todo, en grupos familiares. ¿Menos pobreza o bien expulsión? El segundo apartado en el que quiero centrarme es un encuentro que mantuve con la propietaria de un restaurante de la ciudad, amiga de toda la vida de una de mis hermanas. La conversación derivó hacia el colectivo gambiano instalado en Cervera desde hace muchos años. Se trata ya de segundas generaciones y de personas nacidas en Catalunya. Un grupo de personas emprendedoras de este colectivo ha dado cabida a un oficio que hasta hace poco era denostado: la limpieza de las granjas de aves y conejos. Nadie quería llevar a cabo esta labor. Muchos de los gambianos empadronados en Cervera se han organizado en grupos de trabajo nocturno; cargan las aves y los conejos en los camiones y, cuando queda la granja libre, se emplean a fondo para limpiarla. Eso sí, esperemos que con los materiales necesarios que marca la normativa. Siempre con la esperanza de que este trabajo esté regulado.No tengo ni la más remota idea de qué materiales y protecciones tienen que utilizar. Este punto lo dejo para el periodismo de calle o para un futuro reportaje. Ante la duda de la existencia o no de una normativa, lo que sí tengo claro es que hay que valorar este oficio como una gran idea. Donde menos nos lo esperamos, aparecen los llamados nichos de oficios que, con el tiempo, se convierten en puestos de trabajo consolidados. No estaría mal que en las propuestas a premios o iniciativas a la excelencia contaran con este colectivo para conseguir un reconocimiento. Los vecinos de ciudades pequeñas y municipios centran sus miradas en las personas que poco han hecho por ellas, y son sencillamente fachada. A menudo, solamente priman los intereses de colectivos reducidos del entorno de los movimientos más políticos que sociales. ¿Y si se tuvieran amplias miras a modo del desaparecido bajo las aguas faro de Alejandría? ¿Y si las grandes corporaciones, como en Ciudadano Kane, vieran una revelación de cara a nuevas propuestas de trabajo? El ojo que todo lo ve; que todo lo observa. Esperemos que no. Ya sabemos que pueden con todo y a cualquier precio.