DEMOGRAFÍA BALANCE
La mitad de municipios de Lleida que ganaron vecinos con la Covid pierden población
Mientras que otros consolidan su crecimiento y algunos revierten años de descenso
Más de 140 municipios de Lleida vieron crecer su población durante los primeros años de emergencia sanitaria por la Covid. Sin embargo, casi la mitad han visto cómo su censo volvía a caer en 2022, en algunos casos por debajo de las cifras de 2019, antes de la pandemia. Otros han consolidado su crecimiento e incluso han revertido años de descenso.
La Covid trajo consigo un aumento en la población de la mayoría de municipios rurales de Lleida a partir de 2020. Seis de cada diez, un total de 146, vieron crecer su censo hasta 2021. Esto se atribuyó en gran medida a un éxodo desde las ciudades para evitar aglomeraciones y riesgo de contagio. Sin embargo, cerca de la mitad han perdido vecinos desde entonces: 64 localidades que ganaron población al inicio de la emergencia sanitaria han perdido vecinos desde 2022. Así se desprende de datos del INE, que revelan que los padrones de 18 de ellos han caído por debajo de las cifras previas a la pandemia.
Una mortalidad mayor que la incorporación de nuevos vecinos es un rasgo común de varios pueblos que han visto subir y luego caer su censo. Este es el caso de Maials. Su alcalde, David Masot, explicó que inmigrantes y jóvenes atraídos por la agroindustria y el regadío se han establecido el pueblo. Sin embargo, la población está envejecida y el índice de fallecidos es alto.
En Torres de Segre, el alcalde, Axel Curcó, apuntó a la falta de trabajo en el campo por la sequía. “Hace 2 o 3 años, muchos temporeros llegaban, se empadronaban y algunos se quedaban. Ya no hay tantos”.En otros pueblos, el padrón oscila por causas muy específicas.
En Sant Ramon es por la entrada y salida de novicios en el santuario. En Gimenells, por la población del centro de menores tutelados. El alcalde de Ivorra, Jordi Ribalta, afirma que el crecimiento en su municipio fue ficticio. “Hubo quienes se empadronaron durante los confinamientos para salir de casa e ir en coche”, dice.
El censo bajó tras la pandemia, pero ahora vuelve a crecer, explica.El resto de los municipios que ganaron población al inicio de la pandemia ha consolidado su crecimiento, mientras que 18 que la habían perdido hasta 2021 han revertido desde entonces esta tendencia a la baja.
El teletrabajo se vio durante la Covid como un posible remedio contra la despoblación rural, pero la población que atrae ha demostrado ser volátil. De forma paralela, proliferan iniciativas basadas en los recursos locales que favorecen el arraigo de población en el territorio.
«No daríamos marcha atrás por nada del mundo»
Jo Lawbuary y Purnendu Roy, de 53 y 56 años, han revivido el pueblo de Senyús, en el valle de Cabó. Esta pareja de ingleses son los primeros habitantes de este núcleo en medio siglo, y los únicos desde que llegaron de Londres, su ciudad natal, hace casi seis años. Hay otras dos casas reformadas, cuyos propietarios usan de forma esporádica como segunda residencia.La familia de Roy tenía casa en Andorra y él conocía el Principado y sus alrededores, pero nunca había estado antes en el valle de Cabó. La pareja, empresarios de comercio justo y activistas vinculados a un partido ecologista, llevaban tiempo pensando en llevar una vida “más sencilla”. Encontraron la casa donde viven ahora a la venta en internet. “Una parte estaba reformada y cuando llegamos la acabamos de arreglar e instalamos placas solares”, explican.
El pueblo no tiene suministro eléctrico ni de agua potable. El ayuntamiento lleva un año y medio en trámites para que la CHE otorgue una concesión de agua. Lawbuary explicó que, entre tanto, la toman de una fuente y que un huerto les ayuda a autoabastecerse. Hacen la compra de todo el mes en La Seu, Andorra o Lleida. “El invierno es duro y cuesta mucho conseguir leña para calentarnos, pero no daríamos marcha atrás por nada del mundo”, aseguran, informa C. Sans.
«No tenemos problemas de aparcamiento»
Rosa Prats, originaria de Valls, vive desde hace 35 años con su marido, Josep Miret, en Tordera de Segarra. Antes vivió en Cervera, peró se mudó porque “mi marido es agricultor y tiene tierras en Tordera, decidí que pasaríamos más tiempo juntos si vivíamos donde él trabajaba”. El pueblo se llena de antiguos vecinos en la fiesta mayor, el 8 de septiembre. El resto del año solo aparecen agricultores con tierras en la zona y algún turista.
La localidad tiene agua, luz, un camino pavimentado y, desde hace un año, fibra òptica.“Alguna vez han vivido en alguna de las nueve casas del pueblo, pero se van”, explica Prats. Valora la tranquilidad y el silencio del pueblo, mientras que trabaja y hace sus compras en Cervera, a unos tres kilómetros. “Aquí puedo aparcar el coche en cualquier parte sin tener la policía mirando si he sacado el tiquet de la zona azul”, dice. Pese a ello, cree que los pueblos pequeños tienen los días contados. El hecho de ser la única familia los convierte en guardianes de la zona. Prats lo tiene muy claro y comenta que “aquí solo han entrado a robar un par de veces en las casas, coincidiendo con días en que nosotros habíamos salido de viaje”, informa X. Santesmasses.