AGRICULTURA RIEGO
El pinchazo de las macroplantaciones de almendra rebaja la presión sobre el regadío
Los fondos de inversión comienzan a abandonar explotaciones ante el gripado de un negocio cuyas previsiones de rentabilidad han caído
Su demanda de agua llegaba a triplicar la de la fruta de hueso
“Los fondos de inversión van a por beneficios rápidos, a por rentabilidades inmediatas, y si no las consiguen, se van”, explica Bernardo Funes, responsable del sector de Frutos Secos de la organización agraria COAG. Y esa peculiaridad está teniendo como consecuencia que, en zonas como Lleida, las grandes empresas del sector de la almendra están comenzando a recoger velas, algo que se está traduciendo en una menor presión sobre la disponibilidad de agua de riego.
“El cultivo del almendro, como todos, requiere transpirar mucha agua para producir alimentos. De hecho, almendros con disponibilidades de agua muy por debajo de su demanda son altamente ineficientes, sostiene Joan Girona, investigador senior del Programa Uso Eficiente del Agua en Agricultura del IRTA.
La reducción de la superficie dedicada a este cultivo ya superó las 1.400 hectáreas en 2022 en Lleida, cuando cayó a 3.913 con un recorte del 27% que equivale a liberar más de 12,5 hectómetros cúbicos de agua, ya que la demanda de cada hectárea de almendro de regadío supera los 9.000 metros cúbicos por campaña, muy por encima de las frutas de hueso (6.000) y de los riegos de apoyo a los frutos secos (2.000).
Por ejemplo, los riegos de goteo se instalaban con capacidad para suministrar diariamente siete litros de agua al árbol, cuando lo habitual en el melocotón es rondar los dos. Y eso ocurría en plantaciones de varias decenas, y a menudo cientos, de hectáreas.
Reducción de superficie
Ese proceso de recorte, que afecta en menor medida al cultivo de secano y lo hace también menos con las explotaciones tradicionales de regadío, se mantiene en Lleida y ha comenzado a darse también en la zona oriental de Huesca, donde 2022 todavía fue un año de crecimiento.
El desembarco de los inversores en la almendra comenzó en 2017 y 2018, cuando la cotización de variedades como la largueta y la marcona rondaban los cinco euros por kilo y la de la comuna no solía bajar de los cuatro.
Eso animó unos despliegues en los que los inversores firmaban contratos de arriendo de grandes fincas a 1.200 euros la hectárea y asumían el coste de desmontar los sistemas de riego para forrajes y cereales y de sustituirlos por otros localizados. Eso funcionó un tiempo, hasta que a burbuja alcanzó su máximo en 2022 con la marcona por encima de los siete euros, la largueta a más de cinco y la comuna en el entorno de los cuatro, una punta que marcó un declive que ha situado a la primera por debajo de los cinco, la segunda de los cuatro y la tercera de los tres.
“Las expectativas sobre los precios eran altas, muy grandes, pero no se han cumplido y hoy, cuando han quedado a expensas de las cotizaciones internacionales, se quedan por debajo de los costes de producción para la de regadío”, señala Funes. “Eso y las elevadas inversiones hacen que haya dejado de ser rentable ese modelo”, añade, en un cuadro al que en áreas como Lleida se le une la baja disponibilidad de agua de los últimos años.
Baja también la presión sobre el precio de la tierra
“Hay una escasez de producto premium, como son por ejemplo terrenos en perímetro de regadío”, dijo en el foro de Almendrave Héctor Rodríguez Marrero, director de Negocio Agrario (Agribusiness) en España de CBRE, la mayor empresa inmobiliaria del planeta.
Rodríguez llamó la atención sobre la existencia de “más vendedores, algo que viene motivado por los altos precios de la tierra”, pero, al mismo tiempo, se da “un perfil más local de los compradores, algo que viene impulsado por una mayor dificultad en el levantamiento de capital por parte de fondos internacionales debido a la subida de los tipos de interés”.
Esa mayor oferta y menor demanda debería ajustar las cotizaciones a la baja, aunque esa regla no siempre se cumple en el sector inmobiliario.