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El año en que Aran salvó el puerto de la Bonaigua

Durante siglos los comerciantes tuvieron que 'trincar eth pòrt' para cruzarlo. Alfonso XIII inauguró la vía en 1924

La primera llevaneu. Va ser una Benach, fabricada a Sant Sadurní d’Anoia i traslladada a Aran el 1929. A la imatge, al costat de l’ermita de la Mare de Déu de les Ares. La seua arribada va implicar avançar un mes i mig l’obertura del port.

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Las crónicas de aquellos años sostienen que un viaje de Barcelona a Vielha comportaba invertir 39 horas utilizando el tren, la diligencia, la tartana, la caballería y las piernas, descansos al margen, por lo que los mejores excursionistas aconsejaban ir al valle desde Francia. De hecho, las comunicaciones entre Aran y el exterior solo podían considerarse como tales en las conexiones con Francia, siguiendo el curso del Garona. Hacia Catalunya o hacia España se utilizaban principalmente los pasos por los puertos de Vielha o de la Bonaigua, pero “en invierno, para llevar las mulas a las ferias de Salàs de Pallars, Organyà y Sarinyena había que trincar eth pòrt, es decir, cavar trinchera en la nieve caminando y con mulas”, relata el documental de Musèus dera Val y Albert Naudín sobre el centenario de la carretera de la Bonaigua (actual C-28).

Traginers y otros comerciantes habían roto el puerto durante siglos y no fue hasta 1924 que pudieron salvarlo sobre una carretera convencional. Varios testimonios habían dejado escritos reiterados accidentes mortales de comerciantes al cruzar el sinuoso puerto: Pascual Madoz, juez, militar y político, relató por ejemplo un siniestro ocurrido en 1843 en que murieron seis personas con sus caballerías sorprendidas por una fuerte nevada y un indomable torb.

Durante las últimas décadas del siglo XIX, arrastrada por un auge de la movilidad y los viajes en Europa, Aran comenzó a reivindicar mejores comunicaciones con el Estado al que pertenecía y al que mostraba fidelidad. Sin embargo, el movimiento estuvo durante un tiempo copado por el proyecto de un tren llamado Ferrocarril del Ribagorçana (ver texto lateral). Esta iniciativa no halló nunca financiación suficiente y acabó arruinando a su autor, el ingeniero Luis Rouviere. Finalmente, se apostó por la carretera y, aunque los proyectos iniciales “siempre consideraron túneles para evitar la nieve del puerto”, se apostó por la opción menos costosa.

Aran celebró el pasado julio la efeméride que representó el fin de un trayecto mortal. El rey Alfonso XIII fue recibido por decenas de araneses en la inauguración de la carretera de la Bonaigua, la primera entre Aran y España, y tras algo más de un día en el valle les prometió un túnel para salvar el otro gran puerto, en Vielha, que lleva su nombre. Se comenzó a construir poco después pero no se acabó hasta 1948. Casi 60 años después se estrenaría el segundo túnel de Vielha.

Dieciocho alcaldes se unieron hace un siglo para pedir comunicaciones

Los dieciocho alcaldes que la Val d’Aran tenía a principios del siglo XX se unieron para firmar una carta promovida y redactada por el presidente de la Diputación, el también aranés Josep Maria España i Sirat, para reclamar mejores comunicaciones del valle con el Estado. Enviaron una carta al ministerio de Fomento, que en 1924 la Cámara de Comercio entregó también al rey en su visita al valle, según relata el ex Síndic Francés Boya en el libro Hereus de la terra (Pagès Editors, 2022). Remarca Boya que en aquel momento tenía prioridad el proyecto de ferrocarril que debía llegar al Pirineo y que el debate se centró en dos opciones: “Una, la de la Noguera Pallaresa, que ya tenía 25 kilómetros de recorrido construidos (actual tren de La Pobla), y otra, la de la Ribagorçana. La Cámara de Comercio defendió que el proyecto del Pallaresa no interesaba a Lleida porque no conectaba con la Val d’Aran.

El proyecto del ferrocarril del Ribagorçana llevaba la firma del ingeniero Luis Rouviere, que lo presentó en 1891 y a quien costó “casi toda su fortuna, y vivió pobre y apenado, lleno de amarguras su corazón, por los desengaños recibidos de los políticos y gobernantes, de los financieros y hombres de negocios”, según una publicación del momento recogida en el libro de Boya. Rouviere nunca logró financiación para el ferrocarril central del Pirineo y quedó descartado. Únicamente se consiguió impulsar el tren que debía unir Baeza y Saint Girons pasando por Lleida y que en 1951 estrenó su trazado definitivo entre Lleida y La Pobla de Segur. Al otro lado de la frontera entre Aran y Francia, un ferrocarril con 15 kilómetros de vías unía Marinhac (Haute Garonne) con Pont de Rei. El 25 de julio de 1954 hizo su último viaje.

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