AGRAMUNT
Una viuda y tres hijos de 'casillers' del Canal d'Urgell narran sus recuerdos y sus vivencias
Las tres familias coinciden en que en aquella época poder ser 'casiller' y tener una 'casilla' designada era un “privilegio”
La plataforma Canal Viu ofreció el pasado 4 de mayo un homenaje a los últimos ‘casillers’ del Canal d’Urgell. Se trataba de personas que junto a sus familias vivían en unas construcciones habilitadas en diferentes puntos del canal y que se encargaban de controlar el agua y de mantener el canal y su entorno en buenas condiciones. Todos ellos forman parte del gran patrimonio humano vinculado al Canal d’Urgell a lo largo de su dilatada historia: más de 160 años desde su construcción. Hemos hablado con cuatro personas que vivieron algunos años de sus vidas en las ‘casilles’ del Canal d’Urgell. Se trata de Soledat Llosada, vecina centenaria de Les Ventoses, cuyo marido, Isidre Betriu, fue el responsable de la ‘casilla’ del Salt de Pradell durante 15 años; Josep Farré, vecino de Agramunt e hijo de Antoni Farré, responsable de la ‘casilla’ del Pont de Ferro de la capital del Sió durante 16 años, y finalmente Carme y Jordi Villuendas, vecinos de Agramunt e hijos de Josep Villuendas, el último ‘casiller’ de la ‘casilla’ de Agramunt que trabajó casi medio siglo (48 años) para el Canal d’Urgell. Previamente, la familia había vivido en la ‘casilla’ de Mafet y su abuelo también había estado un año en la del Clot de Bandera de Preixens.
Las tres familias entrevistadas coinciden en que “en aquella época ser ‘casiller’ y tener una ‘casilla” era considerado un privilegio” ya que disponían de vivienda sin tener que pagar alquiler. Además, coinciden en que “el sueldo del canal estaba muy bien”. A pesar de ello, tanto Farré como Llosada reconocen que “los inviernos eran muy duros, hacía mucho frío” y “estabas aislado”. En verano, aseguran que era diferente porque eran muchos los paseaban por las ‘banquetes’ aprovechando el buen tiempo y celebraban comidas junto a las ‘casilles’ por la brisa fresca del agua que bajaba por el canal. Los familiares de estos tres ‘casillers’ coinciden en que eran personas que “ayudaban mucho a todo el mundo” y “todos los querían”, por lo que “era habitual ver guardia civiles y vecinos comiendo en la casilla del Betriu en Pradell donde siempre había alguna cosa para consumir (era cazador, pescaba en el canal, buscaba setas...) mientras que en la ‘casilla del Villuenda, cuando los ‘casillers’ trabajaban en la zona, su mujer, Maria, siempre les obsequiaba con el primer plato, les dejaba ropa seca... Josep y Carme, hijos de Josep Villuendas, recuerdan que “los ‘casillers’ siempre iban mojados porque estaban todo el día en contacto con el agua y poder disponer de un plato caliente era un regalo”. En cuanto a las tareas de los ‘casillers’, coinciden en que “no era dura”. “Lo que la hacía dura era el frío del invierno o el calor del verano”, comenta Farré, que asegura que su padre en verano cruzaba el canal nadando para refrescarse. Los hermanos Villuendas destacan que su madre diseló unos guantes con piel de cordero forrados con papel de periódico para que su padre pudiera conducir la moto sin quedarse con las manos heladas, “siempre tenía los pies fríos y estaba resfriado”, añaden. ]Todos los ‘casillers’ salvaron en algun momento la vida de alguien y en todas estas ‘casillas’ que hemos conocido, sus ‘casillers’ plantaron rosales para evitar que los niños y sus familiares cayeran al agua ya que entonces el canal no estaba revestido. A pesar de ello, Jordi Villuendas recuerda que cayó con 9 meses y su padre se tiró para salvarlo.
«A pesar de estar aislados, teníamos casa propia y un buen sueldo»
Soledat Llosada. Esposa de ‘casiller’ en Pradell
Soledat Llosada tiene 103 años y vivió durante 15 en una ‘casilla’ del Canal d’Urgell, la situada junto al Sant de Pradell (Noguera), con su marido, Isidre Betriu. Concretamente, estuvieron instalados allí entre los años 1946 y 1961, hasta que Betriu consiguió trabajo de vigilante de las sequías del pueblo tras la jubilación de su antecesor. Llosada, junto a su hija Montse, recuerda los años en la ‘casilla’ con emoción porque “disponíamos de casa propia y mi marido ganaba un buen sueldo, los trabajadores del Canal d’Urgell fueron de los primeros a inscribirse a la Seguridad Social, mi marido en un principio no quería, era una cosa muy nueva”. A pesar de ello, reconoce que “pasé muchas noches sin dormir y llorando, porque estabamos aislados y tenía miedo, por eso cuando pudimos, fuimos al pueblo, pensando especialmente en mis tres hijos”. También asegura que “los inviernos eran muy duros, estaba todo helado”. Llosada llegó a estar tres años en la ‘casilla’, sin bajar al pueblo. A pesar de ello, sus recuerdos son “muy felices”. Ella siempre cosía para que sus hijos tuvieran ropa nueva, tenían un corral y un huerto. Asimismo, su marido era cazador. “La ‘casilla’ tenía luz, justo la instalaron cuando llegamos nosotros, tres habitaciones, una chimenea y un depósito que llenábamos con agua del canal aunque en invierno siempre estaba helado”, explica. En cuanto al trabajo de su marido, destaca que “se encargaba de mantener su zona del canal en condiciones”. También recuerda que en “la presa instalaba trampas para coger todo tipo de pescado: barbos, truchas.. que después vendía a la tienda del pueblo” mientras que cuando se vaciaba el canal “encontrábamos también muchos cangrejos” y “mis hijos se entretenían buscando balas, buzos.. que después vendíamos como hierro”.
«Ser ‘casiller’ y tener una ‘casilla’ asignada era entonces un privilegio»
Josep Farré. Hijo de ‘casiller’ en Agramunt
Josep Farré, que vivió en la ‘casilla’ del Pont de Ferro desde el 1951 (cuando tenía 3 años) hasta el 1967 (19), explica que “la ‘casilla’ tenía una única planta y disponía de electricidad aunque no tenía agua corriente, la teníamos que ir a buscar al canal, que tampoco nos suponía mucho esfuerzo porque lo teníamos a dos pasos”. En los bajos tenían un almacén en el que habilitaron un corral y también hacían huerto. Farré destaca que “lo que sí que había era un teléfono, que funcionaba con manivela, aunque solo conectaba con la Casa Canal”. “Mi padre se comunicaba cada día dos veces para informar de los niveles de agua”, destaca. Asegura que “el trabajo no era muy duro, hacía el mantenimiento de la zona, a pesar de ello tenías que estar siempre, no tenías vacaciones”. Su padre también se desplazó durante mucho tiempo cada día hasta Castellserà por la ‘banqueta’ porque hacían obras en lo que se conoce como el Terraplé de Castellserà que “tuvieron que llenar con ‘cabassos’ de tierra”, dice. Entonces por la parte superior del Pont de Ferro también pasaban troncos, “si entraban dentro, se encallaban y para sacarlos se tenía que cerrar el canal, mi padre instaló tablones antes de la entrada para hacer subir el nivel del agua y así los troncos pasaban por el canal de la parte superior y exterior del puente hasta que volvían a caer al canal principal y seguían su curso”, comenta.Farré se emociona cuando recuerda su infancia en la ‘casilla’ del Pont de Ferro, “era especial” aunque afirma que “los inviernos eran muy duros, hacía mucho frío”. A pesar de ello, afirma que “en aquella época era un privilegio poder ser ‘casiller’ y tener una ‘casilla’ asignada ya que no tenías que pagar alquiler”.
«Nuestro padre salvó la vida a una mujer que flotaba por el devantal»
J. y C. Villuendas. Hijos de ‘casiller’ en Agramunt
Josep Villuendas trabajó para el Canal d’Urgell durante 48 años, primero como ‘casiller’ en Mafet y después, el 1971, se trasladó a Agramunt tras fallecer en accidente el responsable de esta ‘casilla’, donde estuvieron hasta el 1996. Carme y Jordi recuerdan que en la ‘casilla’ de Mafet tenían “luz, agua, un water y chimenea con brasas mientras que no había ducha”. “Nuestro padre se desplazaba por el canal a pie o en bici, no fue hasta llegar a Agramunt que le dieron una moto cuando subió de categoría. Aquí, la ‘casilla’ parecía un chalet, tenía planta baja, primer piso e incluso buhardilla”. Carme y Jordi explican que su padre se encargaba de mantener el canal y su entorno en condiciones: “Le gustaba que el agua bajase limpia y segaba la hierba de las banquetas con guadaña y en los cierres se desplazaba a la presa de Ponts para hacer el mantenimiento”. Entre sus tareas también apuntaba todas las incidencias diarias en una libreta y cada semana las entregaba al encargado, retiraba cadáveres de animales muertos con unos ganchos y en alguna ocasión también ayudó a salir a personas que se habían caído. Comentan que “salvó la vida de una vecina de Pradell que no llegó a ahogarse porque el devantal le había hecho de flotador”. Apuntan que entonces también era habitual coger cangrejos y peces del canal. También era común hacer huerto y tener corral. Según Carme y Jordi, su padre aprovechaba el canal para desplazar cañas aunque “a veces se las robaban, y entonces las seguía por la banqueta corriendo o en bici”, añaden. Recuerdan que su padre les decía que cobraba 1.000 pesetas mensuales a la vez que tenía residencia gratis, hecho que consideran que “era una gran suerte” en aquella época, “solo pagaban la luz, nada más”. Su madre cocinaba muy bien y siempre cosía.