Viola, un artista de película

“Si Viola alguna vez tiene que elegir entre la vida y el arte, inequívocamente se queda con el arte”. Parafraseando esta descripción del dadaista Francis Picabia, el coleccionista y psiquiatra aragonés Javier Lacruz recordaba ayer al pintor y poeta Manuel Viola (Zaragoza, 1916- Madrid, 1985) formado en Lleida y de quien el Museu d’Art Jaume Morera inauguró la exposición Manuel Viola. El viatge d’Oniro. 1933-1985, con motivo del centenario nacimiento de Josep Viola, conocido como Manuel Viola. Comisariada por Lacruz, y organizada por el Morera y la Diputación de Zaragoza, incluye casi un centenar de obras, así como documentación, lo que la convierte en la exposición “más completa del artista”, según Lacruz. No falta La saeta, cuadro que marcó un antes y un después en su trayectoria y por el que Antonio Saura y Manuel Millares le invitaron a entrar en el grupo El Paso, donde halló el reconocimiento y a partir del que se convirtió en un referente. La acompañan Homenaje a Unamuno o Semana Santa. “Su pintura vincula lo interno con lo externo, lo figurativo con lo abstracto”, resumió Lacruz. También pueden verse obras clave y otras que nunca quiso vender como Homenaje a Che Guevara, Ventana a la muerte, dedicada a su padre o Isla de los muertos, su última gran obra. La mayoría son piezas de grandes dimensiones en impactante blanco y negro y tonos terrosos, como caracterizaba a El Paso. En definitiva, repasa todas sus etapas, desde su formación y primeras actividades en Lleida, su exilio a Francia, colaboración con los intelectuales exiliados, su retorno a España, su ingreso en El Paso, su consagración y su producción fruto de su estancia en América del Sur. La muestra pudo verse en Zaragoza hasta el pasado mayo, como recordó el alcalde, Àngel Ros, y existen negociaciones para que llegue a Madrid, donde residió y falleció.