Ferran Sáez: «La Barcelona del 82 era tenebrosa»

Un empresario de la Catalunya profunda se traslada a Barcelona para recibir una herencia, que implica la restitución de una deuda monstruosa. Es septiembre de 1982 y la capital catalana es un mundo gris y decadente en el que comienzan a pasar cosas de naturaleza sobrenatural. Así arranca La nit contra tu (Proa), una novela gótica con la que el escritor y filósofo Ferran Sáez (La Granja d’Escarp, 1964) pone sobre la mesa el eterno debate entre el bien y el mal.

¿Por qué la Barcelona del 82?

Fue cuando yo llegué a la ciudad, un lugar que tenía mucho de tenebroso, tétrico, decadente, nada que ver con la luminosidad que inspiraban ciudades como el Madrid de la ‘movida’. Escribir una novela gótica era una manera de explicar la Barcelona que me encontré, una ciudad peligrosa, inquietante, que se estaba viniendo abajo, que había perdido el nervio industrial y cultural que siempre había tenido. En parte también porque se estaba fomentando políticamente la ‘movida’ del Madrid gobernado por los socialistas para impulsar una capital de España que pudiera competir claramente con Barcelona, y evidentemente durante un tiempo lo consiguieron.

Una historia en la ciudad preolímpica.

Sí, el narrador de la novela habla como si fuera una semana antes de julio del 92, cuando comenzaron las Olimpiadas, y evoca lo que había sido la Barcelona de los diez años anteriores, comparándola con la que entonces era la ciudad de Cobi y de flors i violes variadas. La verdad es que los Juegos supusieron un antes y un después radical, un éxito en mayúscula. A diferencia de escritores que se ponen a llorar por todo lo que desapareció, yo estoy muy contento de ver cómo desapareció el Raval de la tuberculosis y de los yonquis, uno de los lugares más espantosos del mundo. Eso sí, la Barcelona actual es un escaparate y para los que vivimos allí es una cosa bastante incómoda, una ciudad mucho más cara de lo que debería ser pero, puestos a escoger, evidentemente doy la espalda a aquel mundo tan insalubre.

Una novela gótica en una ciudad pero con protagonista ‘rural’.

El protagonista llega a Barcelona desde un pueblo de la Catalunya profunda, un guiño a La Granja d’Escarp, para resolver una cuestión legal relacionada con una herencia complicada y absurda, porque tiene una carga censal, que en este caso no es el hecho de tener que pagar un dinero sino otra cosa muy absurda: hacer una estatua a una persona teniendo en cuenta que quien tiene que hacerla no es escultor ni artista. Todo ello desencadena una situación manicomial.

¿Se volverá a poner de moda la novela gótica?

Este género no se ha ido nunca. Lo que la novela gótica pone sobre la mesa en último término es la diferencia entre el bien y el mal, algo que no es precisamente trivial. La novela se puede leer simplemente como un relato en el que pasan cosas raras, pero también como una gran metáfora sobre cómo una sociedad se vende el alma a quien le proporciona más placer, las drogas o el dinero fácil de la burbuja inmobiliaria. La idea de que el mal ha entrado en alguien, que te roba la voluntad y te obliga a hacer cosas que de otra manera no harías, es precisamente el desencadenante de muchas posibles novelas góticas.

¿Una con una Barcelona capital de un país independiente?

Sí, también daría para una novela gótica, pero a mí me saldría una cosa irónica y sarcástica, y ahora no me apetecería.