CULTURA
Quince años en solfa por Ponent
El próximo viernes se cumplirán tres lustros del estreno oficial de la Orquestra Julià Carbonell de les Terres de Lleida || Un doble concierto en el Auditori abrió su andadura
El próximo viernes, 24 de febrero, se cumplirán 15 años del estreno oficial de la Orquestra Simfònica Julià Carbonell de les Terres de Lleida, impulsada desde la Diputación. Fue con un concierto doble en el Auditori Enric Granados, ante la expectación suscitada por el estreno de la primera formación sinfónica fuera del área metropolitana de Barcelona.
El domingo 24 de febrero del año 2002 el Auditori Enric Granados registró un lleno absoluto. De hecho, la expectación era tanta que el concierto se repitió unas horas después. Y aún se quedó público fuera. Fue el estreno oficial de la flamante Orquestra Simfònica Julià Carbonell de les Terres de Lleida, bajo la batuta del director barcelonés Alfons Reverté. El próximo viernes, 24 de febrero, se cumplirán 15 años de la efeméride. Tres lustros de la primera formación sinfónica catalana surgida fuera del área metropolitana de Barcelona. Un proyecto que incluso ha servido de ejemplo para nuevas orquestas creadas desde entonces. Un conjunto con una vitalidad a prueba de crisis, capaz de superar ‘recortes’ de hasta el 60% de su presupuesto, pero con unos integrantes que se muestran infatigables en continuar con la filosofía que impulsó su creación: facilitar el acceso de la música sinfónica a todos los ciudadanos y llevarla por todo el territorio.
Entre las autoridades que presidieron aquel concierto inaugural –con un Artur Mas entonces conseller en cap–, uno de los que se mostraban más satisfechos era el entonces presidente de la diputación de Lleida, Josep Pont, el ‘padre’ de este proyecto musical.
Quince años después, ya ‘jubilado’ de cargos políticos, Pont recuerda que “antes de llegar a presidente de la Diputación estuve años en el área de cooperación municipal y también en el Institut d’Estudis Ilerdencs y pude visitar muchas escuelas de música de toda Lleida; me fui dando cuenta de que íbamos ‘produciendo’ músicos pero que, salvo excepciones, no tenían una salida profesional, la gran mayoría colgaba el instrumento y lo dejaba guardado en el armario”. Ahí comenzó a germinar la idea de crear una orquesta sinfónica profesional. “Cuando entré de presidente, en 1999, me dije que entonces ya no tenía excusa, era un compromiso por el que había luchado durante mucho tiempo”. Tuvieron que pasar prácticamente tres años para que aquel deseo se hiciera realidad. Nombres propios como los de Roser Trepat, entonces en el Conservatori de Cervera, y Josep Caminal, al frente del Liceu de Barcelona, contribuyeron a poner en marcha un proyecto, que finalmente también rindió homenaje a uno de los máximos impulsores de los estudios de música en Lleida, el profesor, pianista y director de corales Julià Carbonell (1887-1972). Su hija, Maria Carme Carbonell, comprometió parte de su patrimonio como aval para crear la fundación público-privada bajo la que se cobijó la orquesta.
Casi medio centenar de músicos, dirigidos por Alfons Reverté, interpretaron aquel día un repertorio inaugural acompañados para la ocasión por cerca de 200 cantaires de veinte corales leridanas. El programa incluyó piezas de Händel, Beethoven, Grieg, Ramon Carnicer y Arturo Márquez, representativas de los diferentes estilos que quería abarcar la orquesta.
Reverté recuerda los meses previos al nacimiento de la formación como uno de los momentos ‘críticos’, pues había que elegir a sus componentes: “Podíamos formar un conjunto a golpe de teléfono, llamando a músicos conocidos, pero optamos y creo que acertamos por convocar unas pruebas de acceso, dejando muy claro que, en el aspecto laboral, la orquesta nacía como una complementariedad a la actividad profesional de sus integrantes. Por eso, la mayoría de músicos ejercen la pedagogía en centros de formación musical de Lleida. Es un perfil de gente que ama el territorio y que cuando va a tocar a cualquier pueblo, lo hace también con el máximo orgullo”.
La Paeria acabó sumándose al patronato de la fundación en enero de 2009. Finalmente, la Generalitat también se ‘mojó’ en apoyo de la fundación presidida de forma honorífica por Maria Carme Carbonell, que falleció el pasado mes de septiembre. La hija del maestro puso la nota emotiva en aquel concierto inaugural: “Mi padre, el sinyor Carbonell, que es como le llamaba la gente, tuvo dos pasiones, Lleida y la música. He aportado un granito de arena para perpetuar su nombre, para cumplir con su voluntad, apoyar la música en Lleida”.
¿Cómo recibió el encargo de dirigir una nueva orquesta?
Con sorpresa, como un reto y, sobre todo, con una ilusión por lo que significaba para las tierras de Lleida, porque yo siempre he apostado por el territorio.
El territorio es fundamental.
Sí, somos de las pocas orquestas que no lleva el nombre de una ciudad –como Berlín, Viena o Amsterdam– sino el de Les Terres de Lleida. Se nos encargó llevar la música sinfónica a todos los ciudadanos de todo el territorio. Hemos procurado cumplirlo desde el primer día.
El director es clave en el proyecto.
He hecho todo lo que he podido, con honestidad e ilusión. Amo esta orquesta, forma parte de mi vida y de mi trayectoria musica. He tenido propuestas para hacer otras cosas pero nunca he tenido la tentación de utilizar la orquesta como trampolín para irme a otro lado.
¿Recuerda el lugar más pequeño en el que han tocado?
Por ejemplo en Salàs de Pallars. ¡Asistió más gente que vecinos empadronados en el pueblo! Tocamos en una era de la antigua feria de ganado.
¿El mejor recuerdo?
Bueno, hemos tocado en el Palau de la Música, L’Auditori de Barcelona o el Liceu..., pero me quedo con el hecho de ver a los músicos tocar igual, con las mismas ganas, tanto en el lugar más humilde como en las grandes salas de conciertos.
¿Y el peor momento?
Ha habido muchos momentos en que ha peligrado la continuidad de la orquesta. Muchos más de los que la gente se puede llegar a creer. Con la crisis hemos perdido hasta el 60% del presupuesto, pero nos hemos adaptado.
La orquesta nació como una fundación. ¿Por qué?
Al principio habíamos pensado que los músicos formaran una cooperativa, con la Diputación garantizando a través de contrato un ingreso como cliente principal, o sea, contratando diversos conciertos al año. Pero uno de los grandes aciertos fue la creación de una fundación, porque yo siempre he tenido la ‘manía’ de que todo lo que creara, tanto a nivel de municipio como de Diputación, no solo fuera público sino que contara con participación privada. De hecho, este concepto de fundación y el hecho de que no fuera exclusivamente pública ha sido clave, ha salvado a la orquesta en tiempos económicos complicados.
¿Y el nombre?
Estábamos trabajando para crear la Orquestra Terres de Ponent cuando me enteré de que la hija del músico Julià Carbonell estaba disgustada porque el ayuntamiento había bautizado el Auditori con el nombre de Enric Granados y no con el de su padre. Mantuvimos muchas reuniones con ella y sus asesores y le gustó la idea de la orquesta y la fundación, para la que comprometió patrimonio. Y entonces se decidió poner el nombre de Julià Carbonell por delante del de Terres de Lleida.
¿Se siente el ‘padre’ de la OJC?
Me siento muy ‘padre’, aunque la persona que más insistió y me ‘apretó’ en este proyecto fue Roser Trepat, en aquella época al frente del Conservatori de Cervera. Y el otro gran pilar al que hay que agradecerle su gran ayuda fue Josep Caminal desde el Liceu, que nos dio todo el apoyo del mundo.