Cultura
Del Montsec a California
Una exposición en el IEI pone en contexto la vida de película de Gaspar de Portolà
Nació en el Montsec, pero Gaspar de Portolà haría historia en ultramar. Pasaba de los 50 cuando se adentró en el misterio geográfico que había al norte de Nueva España, el actual México. Tierras vírgenes por las que pugnaban ingleses, franceses y rusos. Portolà les ganó la partida y se convirtió en el primer gobernador de California.
A punto de cumplir 50 años, Gaspar de Portolà se embarca con sus dragones rumbo a América dispuesto a ejercer de hombre de acción. Está a punto de protagonizar la última gran expedición del descubrimiento de América. En ese momento se creía que la península de California era una isla que, hacia el norte, ofrecía un paso alternativo y más directo hacia las Indias. Conquistar ese punto estratégico significaba tener el dominio del mar. A principios de 1769 empieza la aventura. Se dividen en dos grupos. Uno, comandado por el entonces capitán del presidio de Loreto, Fernando de Rivera y Moncada; y otra columna encabezada por el máximo responsable de la expedición, Gaspar de Portolà, al cual se le sumaría el padre Juníper Serra. Y mientras estas dos expediciones avanzaban por tierra, tres barcos reforzaban la ruta por el mar: el San Carlos, el San Antonio y el San José, que nunca llegaría a su destino, San Diego. Estos marineros, entre los cuales estaba Pere Fages, de Guissona, fueron los primeros a llegar. Habían perdido hombres a bordo por la insalubridad del barco, pero una vez en tierra firme, todo fue muy sencillo. Se encontraron indios que, lejos de mostrarse hostiles, les enseñaron con signos dónde podían encontrar agua. Quince días después de desembarcar se encontraron con la primera columna terrestre, comandada por Rivera y Moncada, que no había sufrido ninguna baja. Y, finalmente, el 29 de junio llegaron los hombres de Gaspar de Portolà. El 16 de julio fundaron la primera misión de la Alta California en San Diego. Portolà sigue hacia Monterrey con sesenta y seis hombres armados hasta los dientes, lo que les hace avanzar muy lentamente. Y no hacía falta. No tendrán que utilizar la fuerza. Todos los indios (gentiles, en las crónicas) muestran una actitud amistosa hacia los conquistadores. Solo disparan cuando el hambre los empuja a cazar. Creen haber fracasado porque no encuentran Monterrey siguiendo las indicaciones que dejó el navegante Sebastián Vizcaíno dos siglos atrás. Perplejos, llegan a la bahía de San Francisco, mucho más en el norte, el 31 de octubre. El 11 de noviembre acuerdan regresar por unanimidad. Al llegar a Punta Pinós plantan una cruz en la playa y entierran un escrito que narraba las vicisitudes del viaje, a modo de justificación del abandono de la empresa que les había sido encargada. Están tan agotados y desorientados que no saben reconocer que Punta Pinós es, precisamente, el extremo sur de la bahía que buscaban. Gaspar de Portolà no se da por vencido y lo vuelve a intentar. El 3 de junio de 1770, después de recorrer 740 kilómetros en 37 días, llega, ahora sí, a California.
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Lleida
La exposición El món de Gaspar de Portolà, que puede visitarse en la sala Montsuar del Institut d’Estudis Ilerdencs hasta el 15 de febrero, tiene por objetivo ofrecer una visión del contexto histórico, social, económico y militar en el que vivió el conquistador leridano, con una completa cartografía sobre las expediciones militares de la época, así como diversos materiales procedentes de los fondos de la Diputación y del IEI. Entre estos, una serie de armas del XVIII: espadas, fusiles y pistolas con el característico pany miquelet. El fondo numismático del IEI aporta monedas de la época, entre ellas reales de a 8, moneda de plata por excelencia acuñada en México, tan popular que las dos columnas que presidían el escudo sirvieron de inspiración años más tarde para el símbolo del dólar. Buena parte de la cartografía son reproducciones, pero la exposición cuenta con pequeñas joyas originales, procedentes de un coleccionista privado, como un mapa de finales del XVII de la norteamérica conocida hasta entonces y que acababa al norte con California. La muestra no rehuye el lado oscuro del colonialismo y el imperialismo, con el fenómeno del esclavismo y el genocidio que siguió también durante el siglo siguiente. El IEI publicará el catálogo de la exposición conjuntamente con las actas del congreso sobre Gaspar de Portolà celebrado esta semana pasada, una monografía sobre Pere Fages, el militar de Guissona que participó en las expediciones de Portolà, y la reproducción facsímil del diario de una de estas expediciones.
Murió en la actual Diputación y dejó toda su fortuna a Lleida Gaspar de Portolà, que nunca se casó, murió en Lleida el 10 de octubre de 1786. Cinco meses antes había hecho testamento. A pesar de tener una extensa familia en Balaguer, decidió legar su gran fortuna a obras de beneficencia. Pagó un año de sueldo a sus sirvientes, se hizo cargo de las deudas de unos parientes y el resto se quedó en Lleida. El viejo caserón en el que vivió el último año de su vida se destinó a casa de misericordia, aunque nunca llegó a acoger huérfanos. La guerra con los franceses destrozó el edificio y cuando se acabó de restaurar, en 1898, se creó la Diputación, que necesitaba una sede.