ENTREVISTA
«Los escritores con más ego suelen ser los que menos éxito han tenido»
Ganador del Premio Unicaja de novela Fernando Quiñones con ‘El asesinato de Laura Olivo’, un thriller que retrata el mundo literario y editorial con una buena dosis de parodia ambientado entre Barcelona y Madrid
El escritor Jorge Eduardo Benavides (Arequipa, Perú, 1964) se estrena en la novela negra con El asesinato de Laura Olivo (Alianza Editorial). Y no lo hace nada mal: esta historia le ha valido el XIX Premio Unicaja de novela Fernando Quiñones. Quizá porqué sitúa la escena en ambientes que él conoce bien, como es el sector editorial. La trama, que transcurre entre Barcelona y Madrid, parte del asesinato de una conocida y geniuda agente literaria. Todos los indicios llevan a su amante, una joven periodista. El expolicía peruano Colorado Larrazabal será el encargado de averiguar la verdad. A su alrededor, los “egos hinchados” del mundo editorial.
¿Alguna agente literaria real le ha hecho una mala pasada para querer asesinarla en la ficción?
(Ríe). No pero, sin embargo, hablando con amigos escritores me di cuenta de que muchas veces nuestras conversaciones no eran tanto literarias como crematísticas y que las relaciones entre escritores y agentes no son todo lo buenas que deberían ser. He querido llevar esta sensación de tensión a una cierta parodia, porque en la novela muchos escritores aparecen también parodiados. Está el autor de éxito, el resentido, el bebedor...
¿Se inspiró en algo concreto?
En realidad Colorado Larrazabal ya había aparecido en un pequeño cuento que había escrito años atrás, El último caso de Colorado Larrazabal. El protagonista es un expolicía peruano de origen vasco, negro, de un barrio multicultural, mal lector, con una novia marroquí muy buena lectora...Ese personaje se me quedó ahí dando vueltas. Por otra parte, tenía el mundo literario, con sus circunstancias, sus miserias y su backstage. Me pareció buena idea unirlos. Él era suficientemente singular como para descubrir un crimen en un ámbito poco frecuentado por la novela negra, como el de la literatura y sus agentes. Además, Laura Olivo y el escritor Albert Cremades también habían salido en otra novela mía anterior, titulada Un asunto sentimental. Una parte de la trama ocurre en Barcelona, habla de su ambiente, porque la capital catalana ha sido tradicionalmente uno de los lugares clave para el mundo editorial.
La agente asesinada recuerda mucho a una ya fallecida.
Hay quienes han querido ver a Carmen Balcells, pero yo a ella prácticamente ni la conocí. Sin embargo podríamos decir que es un modelo o, si se quiere, una sombra muy alargada. El mundo del libro es altamente femenino, en el sentido de que las mujeres manejan gran parte de este negocio, son las agentes literarias, las editoras... Las mujeres son quienes manejan gran parte de este negocio y lo que tiene que descubrir Larrazabal, es quién ha matado a esta agente famosa por su forma temperamental y por sus prácticas muy éticamente relajadas con algunos autores. Laura Olivo es temperamental, desprecia a muchos autores, pero cuando quiere a uno, se vuelca completamente en él.
Los escritores tampoco escapan a su pluma.
En efecto. Quería crear todo un universo del ambiente literario. El escritor rico y famoso puede ser buena persona, no tiene porqué estar mirándose el ombligo, como lo pintan. A menudo, los autores con más ego son los que menos éxito han tenido. También recupero a Marcelo Chiriboga, aquel escritor ficticio ecuatoriano inventado por José Donoso y Carlos Fuentes para hablar del boom de la literatura latinoamericana. A él lo he tomado prestado y no es real. En la novela también aparecen escritores de verdad como Jorge Edwards, que es mi amigo.
Aunque no es nuevo en la literatura, sí que
El asesinato de Laura Olivo
es su primera novela negra. Se estrena en el género y gana un premio. Debe de ser muy satisfactorio.
Muchísimo. Sobre todo porque le tenía mucho respeto. Soy lector del género, pero no es lo mismo. Además es un género muy puntilloso porque se deben respetar los cánones, pero sin pasarse, o sería un libro lleno de clichés. Era todo un reto y no quería que el lector descubriese el asesino hasta el final.