ESNOTICIA
Una fiesta ascendida a tradición
La mayoría de los participantes han nacido después del inicio de esta celebración || El peso de la organización sigue recayendo sobre las entidades, con jóvenes que garantizan su continuidad
La media de edad de los participantes en el Aquelarre es de 38 años. La celebración, que suma ya 42 ediciones, existe desde antes de que nacieran muchos de los que hoy asisten a ella. “Ha pasado de ser una fiesta popular a una tradición”, explica Salvador Puig, uno de los fundadores de la celebración. Puig ha sido testigo de su evolución, fruto de un constante rediseño basado en “sumar lo que funcionaba y descartar lo que no gustaba”, recuerda. Concebida en sus inicios como un pasacalle infantil, incluía espectáculos de títeres que representaban sátiras basadas en la actualidad local; así como el tir al conseller, dedicado a lanzar pelotas a fotografías de ediles de la Paeria.
Al cabo de cinco años, la gran participación hizo que el Carreró de les Bruixes se quedara pequeño para acoger la celebración. Se extendió a la plaza Major y poco después llegó el primer relevo en la organización: la Assembla de Joves dio paso a la Companyia d’Animació La Matraca. Estos incorporaron el fuego a la fiesta y ampliaron el bestiario. Quim Granell compuso la música del bestiario, y el protocolo de los bailes llegó en la década de los 90 con los Diables Carranquers.
Otro cambio notable llegó en el 20 aniversario de la mano de Pep Oriol, quien estableció el espectáculo actual del Mascle Cabró, una figura a la que poco antes había puesto cara Alba Cuñé. Oriol, por su parte, puso una trama a la “Invocació, l’Aparició y l’Escorreguda”, mientras que los Diables Carranquers dieron forma al Foqueral. Solo en una ocasión el espectáculo se dejó en manos de un grupo foráneo, Artristas.
El peso de la celebración siempre ha recaído sobre media docena de entidades que se unen para este proyecto conjunto. Según el director artístico, Albert Parra, suman unos 400 participantes en el montaje, entre músicos, actores y diablos. Todos los grupos que participan en la celebración tienen su propia “colla jove”, que garantiza su continuidad en el futuro. Para los más jóvenes, los que han nacido con el Aquelarre en marcha, explica Puig, ya no es una fiesta sino una tradición local fuertemente arraigada.
¿Desde cuando participa en el Aquelarre?
Desde el primer año, preparando helados para los niños.
¿Cuánta gente participaba en la organización entonces?
Una veintena. Inicialmente era para público infantil. Poco tiene que ver con el Aquelarre de hoy, más creativo y elaborado.
¿Cómo valora la evolución de esta fiesta?
No podría ni imaginar hasta donde hemos llegado. Lo digo con orgullo porque lo siento como algo muy propio.
¿Ve el futuro asegurado?
Sí. Los grupos infantiles van a tope. Quedan sorprendidos al ver las imágenes de los primeros años. Para los más jóvenes es algo que han visto siempre.
Si el Aquelarre sigue creciendo, ¿deberá cambiar su emplazamiento?
Pienso que no debería crecer más. Hace una década se planteó trasladarlo, pero yo pienso que sería un error porque el Aquelarre está muy ligado al centro histórico.